Cuando
otra ola de protestas desatada por marcados aumentos en las tarifas
de electricidad y combustible derrocaron al gobierno de centro
derecha de Borisov 13 meses después,
parecía como si la sociedad civil había finalmente alcanzado la
madurez en el país más pobre de la UE.
Pero algunos en Sofia creen que una mano rusa contribuyó a fomentar las protestas para sus propios propósitos. Señalan los vínculos del Kremlin con grupos locales que aportaron manifestantes y financiaron la campaña anti-esquisto en los medios. El objetivo, según ellos, era castigar al pro-europeo Borisov por seguir políticas que podrían reducir la dependencia de Bulgaria de la energía rusa.
“Debemos
recordar las protestas anti-esquisto y
otras acciones organizadas contra el gobierno de Boyko
Borisov. Este fue un escenario bien planeado
desarrollado por intereses corporativos,
oligarcas y económicos relacionados con Rusia,” dijo
Tsvetan Tsvetanov, ex ministro del interior que es
un hombre de confianza cercano a Borisov.
Otros funcionarios búlgaros también
alegan que Rusia participó, pero se negaron a ser identificados y a
ofrecer pruebas concretas para confirmar las acusaciones acerca de
que Moscú estaba financiando partidos políticos búlgaros, entre
otras formas de intromisión.
Pero
el episodio representa una preocupación más amplia que ahora afecta
a los capitales europeos: que Rusia está usando cada vez más
herramientas diversas– desde propaganda
a suministros energéticos y dinero –
para reafirmar su predominio en el este de Europa
y los balcanes. Anders Fogh Rasmussen, ex secretario general de la
OTAN, dijo que algunos miembros de la
alianza habían reportado “sofisticadas
operaciones de información y desinformación” de
Rusia contra el gas de esquisto.
Angela
Merkel, la canciller alemana, expresó sus temores
durante la reciente cumbre del G20 en
Australia, advirtiendo que las ambiciones del
Kremlin se extienden más allá de Ucrania a los estados vulnerables
del sudeste de Europa. Los diplomáticos norteamericanos y búlgaros
también están preocupados por la profundidad de la influencia rusa
en un país que fue alguna vez el aliado más cercano de la Unión
soviética.
“El
enfoque de Moscú es claro: ellos quieren
asegurar que Bulgaria es un socio poco
fiable para la UE y la OTAN,” dijo
Ilian Vassilev, socio gerente de Innovative
Energy Solutions, una consultora
con base en Sofia, y el ex embajador de
Bulgaria en Moscú. “El intento de
desestabilización solía suceder bajo el radar pero
está a la luz ahora debido al agravamiento de los problemas de los
proyectos energéticos respaldados por Rusia como resultado del
conflicto en Ucrania.”
Rusos
encuentran la buena vida en Bulgaria
¿Busca
escapar del stress de Moscú? Para los rusos de clase media, Bulgaria
se ha convertido en un lugar popular para adquirir un segundo hogar.
Aunque
Bulgaria se unió a la UE en 2007, continúa siendo un blanco
tentador para el poder suave ruso. La antigua generación aún siente
nostalgia por el pasado comunista. Los búlgaros también tienen una
tradición de respeto del rol del ejército ruso en la liberación de
parte del país en 1877 del dominio otomano turco. Estos días la
energía ha estado en el centro de la relación. Gazprom de Rusia
provee el 90 por ciento del gas que se consume anualmente en Bulgaria
a través de una tubería que atraviesa Ucrania. Su predominio
significa que la empresa energética estatal de Bulgaria– pese a su
relativa pobreza – paga 30 por ciento más por su gas que los
importadores en Alemania.
Para Borisov, un ex guardaespaldas, el impulso para explotar los depósitos de gas de esquisto del país a través de un acuerdo con Chevron era una esperanza de lograrlo. Si tenía éxito, el negocio con Chevron hubiera permitido al país diversificar sus suministros de energía y realizar un mejor acuerdo con Gazprom.
Esa no fue la única afrenta de Borisov a Moscú. En enero de 2013, canceló un proyecto de €7 mil millones respaldado por anteriores gobiernos para construir una planta nuclear de 2,000-megavatios en Belene sobre el río Danubio que fue liderado por el grupo de propiedad del estado ruso Rosatom. Su gobierno también le otorgó una concesión para prospección de gas en la costa búlgara del Mar negro al consorcio internacional encabezado por la empresa francesa Total.
Aquellos que sospechan de la participación de Moscú en los disturbios en Sofia señalan una campaña en los medios – de €20 millones – apoyando las protestas anti-esquisto. Fue manejada por diversos medios locales y empresas de publicidad con conexiones rusas. Una persona involucrada en la campaña la describió como “sin precedentes en Bulgaria”, en la que participan múltiples grupos ambientalistas, manifestantes pagos de distintos puntos del país y una embestida en la televisión. El partido socialista, sucesor de los comunistas que gobernaron Bulgaria con lealtad al Kremlin durante cuatro décadas, adoptaron la causa.
“Los socialistas salieron a oponerse a la prospección de gas de esquisto a lo grande,” dijo un ex funcionario de alto rango. “Su aparato partidario estuvo activo en la organización de las protestas.”
Sergei Stanishev, el ex primer ministro, rechazó las sugerencias acerca de que las protestas no fueron legítimas, y fueron impulsadas por el apuro del gobierno de Borisov para aprobar las perforaciones de esquisto sin garantizar primero la salud y los estándares de seguridad.
“Muchos de nuestros activistas juveniles y regionales han participado en las protestas con sus nombres y rostros. Sin embargo, mi partido nunca ha liderado ni dirigido este amplio movimiento civil,” dijo en un correo electrónico enviado al Financial Times.
El partido político de la extrema izquierda búlgara, Ataka, fue un destacado patrocinador de las protestas por la electricidad. Su líder,Volen Siderov, es tan pro-ruso que eligió lanzar su campaña partidaria para las elecciones al parlamento europeo en Moscú y no en Sofia. Al menos dos ex asesores del gobierno búlgaro creen que el partido recibió fondos a través de la filial en Sofia de la Russkiy Mir, una fundación cultural ortodoxa fundada por el presidente ruso Vladimir Putin como un vehículo para ejercer poder suave en el exterior– aunque Miglena Alexandrova, una miembro del parlamento del partido Ataka, lo niega.
“Indudablemente no es cierto que el partido ha recibido algún financiamiento de la fundación rusa. Ataka es financiada por completo por un subsidio estatal,” ella dijo.
Pero
algunos funcionarios búlgaros siguen convencidos del rol del
Kremlim. “Ellos tienen la capacidad para movilizar, pagan en
efectivo y organizan el transporte para los manifestantes,” dijo
uno de ellos. “Al mismo tiempo, son expertos en usar los medios
sociales para atraer participantes genuinos como los grupos
ambientalistas.”
Borisov, que se negó a hacer comentarios, puede ahora estar preparándose para nuevos enfrentamientos con Moscú. Su partido de centro derecha Ciudadanos por el desarrollo europeo de Bulgaria, conocido como Gerb, resultó primero en la elección general del mes pasado, y lo colocó de nuevo en la oficina del primer ministro.
Uno
de los primero asuntos que deberá enfrentar es la participación de
Bulgaria en la tubería South Stream respaldada por Gazprom destinada
a transportar el gas ruso desde el Mar Negro a Europa central,
eludiendo Ucrania. El gobierno socialista saliente era un entusiasta
defensor de South Stream. Aunque suspendió la participación en
junio presionado por Bruselas aún permitió que los preparativos en
el terreno continuaran.
Los
costos del proyecto han crecido vertiginosamente: las estimaciones
para el tramo de 450 km en Bulgaria han aumentado de €1.2 mil
millones en 2010 a €3.8 mil millones actualmente. Pero es popular
entre muchos búlgaros que recuerdan los cortes de suministro a las
plantas de calefacción de la ciudad y a la industria en enero de
2009 cuando Rusia cortó el gas que iba a Ucrania en temperaturas
bajo cero.
“South Stream significaría seguridad en el suministro de gas para Bulgaria,” dijo Delyan Dobrev, ex ministro de energía. “Pero la desventaja es que no reduce la dependencia de Gazprom.”Traducción del artículo "Bulgarians see Russian hand in anti-shale protests" publicado en The Financial Times el 30 de noviembre de 2014