viernes, 14 de marzo de 2014

El boom del gas natural avanza sin que se sepa mucho sobre sus efectos sobre la salud


Un nuevo estudio ha puesto de relieve lo poco que se conoce sobre las consecuencias para la salud del boom del gas natural que se inició hace una década, cuando los avances en la fractura hidráulica de alto volumen, o fracking, y la perforación direccional permitieron a las empresas explotar depósitos de esquisto en Estados Unidos.

Imagen de un pozo llameante situado cerca de una casa rural en el condado de Karnes. Fotografía de Lance Rosenfield.
 

"A pesar del amplio interés público, no existen estudios sobre los efectos que las operaciones (de gas natural no-convencional) suponen para la salud de la población.”, concluyó el informe publicado el lunes en la revista Environmental Science & Technology.

La semana pasada, el Centro para la Integridad Pública, Inside Climate News y The Weather Channel, informaron de la falta de datos sobre salud existente en el “Eagle Ford Shale”, donde a la escasa investigación y seguimiento de la calidad del aire, se une agravando la situación, un sistema de regulación en Texas que a menudo protege más a la industria del gas y del petróleo que al propio público.

Los científicos entrevistados dijeron que las incertidumbres persisten en todo el territorio. En palabras de un experto científico, “realmente no tenemos la menor idea”, de cómo el desarrollo del esquisto impacta en la salud pública.

La producción de gas y petróleo libera en el agua y en el aire gran cantidad de sustancias químicas tóxicas, entre las que se incluyen agentes cancerígenos como el benceno, y el sulfuro de hidrógeno, que entraña riesgos respiratorios. Mientras que los residentes cercanos a las zonas de perforación muestran síntomas causados por estos agentes químicos, incluyéndose migrañas y problemas respiratorios, ha sido imposible relacionar estos casos con el boom de extracción ya que ningún estudio ha podido probar la “causa-efecto”.

Un nuevo estudio, dirigido por John Adgate de la Escuela de Salud Pública de Colorado, ha examinado las investigaciones disponibles sobre el impacto medioambiental, social y psicológico de la extracción de gas esquisto. “Ha sido la primera vez que alguien intenta abordar la cuestión de una manera sistemática”, expuso Adgate.

Los investigadores encontraron que gran parte del trabajo existente “no está explícitamente ligado a la salud”. Muchos estudios analizaban el nivel de polución en el aire y en el agua, pero no indagaban sobre cómo la exposición a éstos estaba relacionada con los problemas de salud locales. Otros estudios utilizaron encuestas sobre salud, pero no compararon los resultados con la salud de las comunidades cercanas.

Lo que se necesitaba, según Adgate, eran estudios exhaustivos sobre las posibles conexiones entre la exposición a agentes químicos y los problemas de salud de las comunidades cercanas. Pero este tipo de estudios requiere una financiación substanciosa y buenos datos de referencia, siendo ambas cosas muy difíciles de obtener.



No encontrarás nada si no buscas, y algunos pensarán que no deberías estar buscando o, simplemente, que no sirve de nada buscar”, dijo. “Nosotros sabemos que muchas de estas cosas son arriesgadas, y solo necesitábamos desarrollar un sistema... que otorgue a la gente un nivel razonable de certeza sobre los efectos, o la ausencia de éstos”.



Los efectos en la salud variarán según se basen en la geología local, en patrones climáticos, prácticas operatorias, u otros factores, dice Adgate, de modo que tendría sentido establecer un estudio que analice a personas de diferentes partes del país.



Los reguladores son muy conscientes de la brecha del conocimiento. En 2012, la Oficina de Responsabilidad Gubernamental (GAO) – que es una rama investigadora perteneciente al Congreso – analizó más de 90 casos de las agencias gubernamentales, la industria, y las investigaciones académicas, y concluyó que el desarrollo del petróleo y del gas “suponen riesgos inherentes para el medioambiente y la salud pública, aunque la extensión de estos riesgos… es desconocida, en parte, debido a que los estudios analizados por la GAO generalmente no han tenido en cuenta los posibles efectos acumulativos a largo plazo.”



Sobre el problema de la polución del aire, la GAO menciona que los estudios “son en su mayoría anecdóticos, a corto plazo, y se centran en ubicaciones geográficas concretas… (Dichos estudios) no ofrecen la información necesaria para determinar los efectos acumulativos globales que las actividades de gas y petróleo de esquisto suponen en la calidad del aire”.



Bernard Goldstein, profesor honorífico de la Universidad de Pittsburgh y co-autor de la investigación, señaló la necesidad de estudios adecuadamente diseñados para grandes poblaciones. Los científicos podrían analizar a las comunidades antes, durante, y después de que las perforaciones comenzasen, o comparar la salud de los residentes de zonas cercanas a las extracciones de esquisto con la de aquellos de áreas más alejadas, comentó.



Ambos, Adgate y Goldstein, señalaron como principal barrera la financiación, “No se ha invertido demasiado dinero en este problema” dijo Adgate, “Como todo el mundo sabe, éste es un problema polémico, y nadie ha tenido aún el valor de desmarcarse y ofrecerse a financiar investigaciones independientes”.



Goldstein comentó que el Instituto Nacional de Ciencias Ambientales – que forma parte del Instituto Nacional de la Salud – ha comenzado a financiar algunas investigaciones, pero se tardarán años en obtener resultados. Adgate sugirió un mayor número de consorcios público-privados como el Instituto de Efectos sobre la Salud, que es una organización investigadora independiente que analiza la polución vehicular del aire. Organización ésta, financiada conjuntamente por la Agencia de Protección Ambiental y la industria automotriz.



Goldstein, doctorando y toxicólogo que trabajó como asistente EPA de la administración bajo el mandato de Reegan, ve la falta de investigación como un fallo de transparencia. “La impresión que tengo es que existe al menos una parte de la industria que cree conveniente no tener este tipo de estudios, porque están convencidos que supondrían que abogados especialistas en agravios por toxicidad demandasen a la industria.”



Esta parece ser la causa del poco interés en obtener datos, mencionó. Hace dos años dirigió un estudio que analizaba la composición de tres comités consultivos establecidos por el presidente Obama y los gobernadores de Maryland y Pensilvania. Aunque los tres comités debían estudiar los impactos del gas esquito, Godlstein y sus colegas descubrieron que ninguno de los 51 miembros que componían los comités tenía conocimientos médicos o de salud.



La actual carencia de apoyos a la investigación directamente relacionada con los efectos sobre la salud de la extracción no-convencional de gas, es corta de miras y contra-productiva”, explicó en 2012 en un testimonio previo al Subcomité Energético y Medioambiental. “Esto no es un hecho aislado en una ubicación concreta cuyos efectos pueden ocultarse simplemente ignorándolos… Sólo el tiempo es rentable… es mejor realizar estas investigaciones ahora que esperar a que sean reclamadas popularmente cuando las enfermedades relacionadas con la extracción de gas natural comiencen a surgir”.



Este artículo es parte de un proyecto llevado a cabo conjuntamente por el Centro para la Integridad Pública, Inside Climate News y The Weather Channel. Lisa Song trabaja en InsideClimate News y Jim Morris en el Centro para la Integridad Pública.

Traducción de artículo"Natural gas boom advances with little study of public health effects, report finds" en The Centre for Public Integrity, publicado por Lisa Song & Jim Morris el  28 de febrero de 2014. 

Traducción realizada por Diana Marco, miembro de Traductoras/es en Acción, la red de intérpretes y traductoras/es voluntarias/os de Ecologistas en Acción.