El experto en
energía Paul Stevens sostiene que Gran Bretaña no tiene casi ninguna de las
condiciones que han llevado a la revolución fracking de Estados Unidos - y que
no va a reducir nuestras facturas.
El pueblo de
Norton St Philip en los Mendips, Somerset, un área identificada para la potencial
extracción de gas de esquisto bituminoso. Fotografía: incamerastock / Alamy
Con el anuncio
en diciembre de que se adjudicarían licencias de perforación en 2014, el
gobierno de coalición ha dejado claro su entusiasmo por el gas de esquisto.
Este celo se deriva de la creencia de que un aumento de la oferta de gas hará
bajar los precios, mejorando al mismo tiempo la competitividad de las exportaciones
y haciendo frente a la creciente preocupación pública sobre el incremento de la
factura energética interna.
Pero esta
estrategia es equivocada: al contrario que en Estados Unidos, una revolución
del gas de esquisto no hará bajar los precios en el Reino Unido.
A los
defensores de un aumento de las perforaciones, incluyendo a David Cameron, les
gusta señalar el éxito de la producción de gas de esquisto que se ha expandido
por América. Allí, la capacidad de aprovechar los vastos recursos de gas de
esquisto, gracias a los avances en la tecnología conocida como fracturación
hidráulica o fracking, ha llevado a una caída significativa de los precios del
gas doméstico, ha creado decenas de miles de puestos de trabajo y ha ayudado a
disminuir la dependencia de los EE.UU. de las importaciones.
Pero la
revolución americana del gas de esquisto, con una historia de más de
25 años, se
produjo en un contexto que sería muy difícil de replicar en Gran Bretaña.
Fueron una
serie de condiciones específicas las que llevaron a impulsar la revolución
americana de gas de esquisto, sin olvidar su geología favorable. Gran parte del
esquisto americano produce altos niveles de líquidos de gran valor, tales como
petróleo crudo, así como el gas. La capacidad de extraer estos líquidos,
producidos como un subproducto de las operaciones de gas de esquisto, ha favorecido
la economía del esquisto en EE.UU. a pesar de los bajos precios nacionales del
gas.
El know-how
geológico apunta a que el éxito de la perforación en EE.UU. fue producto de la
investigación financiada por el gobierno que data de la década de los 80, cuyos
resultados se difundieron ampliamente a la industria privada. (Este tipo de
investigación no sería financiada - y no debería serlo- por empresas privadas,
así como la ciencia fundamental no puede ser patentada).
Desde el
principio, se asignaron amplias exenciones fiscales para el esquisto, y las
regulaciones ambientales eran relativamente débiles. Los mercados de capitales estaban
dispuestos a facilitar la financiación de riesgo para el petróleo y gas, y la
industria estaba dominada por una red de pequeñas empresas de nuevas tecnologías,
con el apoyo de un sector de servicios dinámico y altamente competitivo.
Por último, los
derechos de propiedad en EE.UU. hacen que cualquier extracción de gas de
esquisto pertenezca al propietario del terreno, dándoles una razón para tolerar
las interrupciones causadas por las operaciones de
esquisto. Casi
ninguna de estas características están presentes en Gran Bretaña. El gobierno
es ideológicamente reacio a financiar la investigación científica básica. La
normativa medioambiental es muy estricta
y la oposición pública a fracking es muy fuerte. Los mercados de capitales no
están acostumbrados a la financiación de las actividades de exploración de
petróleo de alto riesgo y la industria de servicios en tierra está
lamentablemente poco desarrollada en comparación con su homóloga
estadounidense. La ostentación de derechos de petróleo y gas británicos por el estado,
en lugar de por el propietario privado, desalienta a los individuos a apoyar
nuevas perforaciones.
Además, sin
mayor intervención del gobierno en el mercado nacional de gas, una mayor
producción de gas de esquisto simplemente permitirá que las grandes empresas británicas
envíen más gas a través del gaseoducto de interconexión a Bélgica,
aprovechándose de los precios más altos en el continente. No dejarían dinero
sobre la mesa para los consumidores británicos. Aunque Gran Bretaña parece
tener importantes recursos técnicamente recuperables de gas de esquisto, una
revolución como la americana es, por tanto, poco probable.
Un mayor
énfasis sobre el esquisto podría generar ingresos y asegurar más a Gran Bretaña
sus recursos energéticos, pero sólo si el gobierno pone en práctica medidas de
política estratégica. Las exenciones fiscales se podrían ofrecer a las
comunidades donde están los pozos de gas de esquisto (de hecho, recientemente
se han propuesto exenciones de este tipo, con pagos de 100.000 libras por cada
pozo hidrofracturado, más el 1% de los ingresos de cada pozo - pero los
detalles no están claros). También se podrían implementar incentivos para impulsar
el desarrollo de una industria de servicios que podría convertirse en una
importante fuente de ingresos, exportándolos a una Europa hambrienta de gas de esquisto.
Más importante aún, en un país donde se están
movilizando a
las comunidades a resistir la perforación de gas de esquisto, el gobierno debe
hacer un esfuerzo concertado para hacer frente a las preocupaciones del público.
Entre éstas está el hecho de que las actividades de gas de esquisto están
sujetas a una gran cantidad de regulaciones y supervisadas por múltiples
autoridades, a menudo bastantes opacas. El establecimiento de unórgano
administrativo designado para el gas de esquisto, armado con un único conjunto
de directrices de producción, podría apaciguar los temores de la comunidad de
alguna manera.
Existen
preocupaciones medioambientales legítimas, y éstas tendrán que ser sopesadas
contra los beneficios delaumento de la producción. Muchos temen que un mayor énfasis
en el esquisto dé lugar a un aumento de las emisiones de gases de efecto
invernadero, un subproducto de las emisiones de metano y de la quema de grandesvolúmenes
de gas natural. La contaminación de las aguas
subterráneas y
los residuos son riesgos reales. También es significativo el argumento de que
un aumento gradual de las operaciones de gas de esquisto sería a expensas de
las inversiones necesarias en energías renovables como la eólica y solar.
En la medida en
que se pueda reducir la dependencia de las importaciones de gas, el gas de
esquisto tiene el potencial de hacer de Gran Bretaña más energéticamente independiente.
También podría generar ingresos muy bienvenidos. Pero incluso aunque la campaña
de relaciones públicas se pueda ganar, es probable que el gobierno sufra una
decepción porque un cambio al
esquisto no
reducirá los precios internos del gas.
Paul Stevens es
un distinguido miembro del
departamento de
recursos de la energía y del medio
ambiente de
Chatham House, Londres Traducción del artículo “Fracking has conquered the US. Buthere's why it can't happen in Britain” publicado el 19 de enero de 2014 en The Guardian