No fue la “gran historia” o algo parecido en el Action News, pero oficiales estatales de protección ambiental declararon una alerta de Código Naranja por la contaminación en Filadelfia el día de hoy. A las personas que son susceptibles a la contaminación del aire (niños con asma, por ejemplo) se les recomienda permanecer bajo techo, lo cual no es divertido en los últimos días de las vacaciones de verano. Incluso existen acciones que los ciudadanos promedio pueden hacer para ayudar a reducir el nivel de ozono, como compartir el vehículo o repostar combustible de noche.
O, y aquí viene una idea loca, que aquellos mismos oficiales estatales pudieran imponer regulaciones más estrictas a la industria de gas natural de Pensilvania (en particular al fracking), lo cual, según los expertos, es la fuente de crecimiento más rápido de contaminación por ozono en el estado, incluso aquí en Filadelfia, lejos de las plataformas de perforación.
Sí, buena suerte con eso.
A pesar de los controles modernos de contaminación y desindustrialización, la contaminación del aire no se percibe como crisis de salud pública en Pensilvania. A principios de este mes, la Sociedad Torácica Americana y la Universidad de Nueva York reportaron que, justamente en la ciudad de Filadelfia, la excesiva contaminación en el aire puede ser la causante de 126 muertes prematuras y 284 hospitalizaciones. Esto coincide con un nuevo estudio de la Clean Air Task Force (CATF), la cual observó estrictamente la contaminación del aire con relación a la fracturación hidráulica en el estado e hicieron una proyección para el verano de 2025: la contaminación de ozono causada por la explotación de petróleo y gas conducirá a 30 000 casos de ataques de asma infantil solo en Filadelfia.
Existen cerca de 100 000 sitios en Pensilvania ligados a la industria de gas natural, desde plataformas de perforación hasta compresores, y de varios de ellos se filtra humo excesivo mientras operan. Los datos propios del estado muestran que la contaminación del aire proveniente del fracking se incrementa cada año, incluyendo el 2015. Esto comprende los compuestos orgánicos volátiles (COV), 30 000 toneladas en Pensilvania para el 2025 de acuerdo con el informe de la CATF, que contribuyen a la crisis del ozono, así como metano, un efecto invernadero significante ligado al cambio climático. Y si la fracturación hidráulica acrecienta el número de niños con asma en los límites norte y oeste de Pensilvania, hay que imaginar cómo será vivir cerca de una torre de perforación.
En otro informe publicado este mes por investigadores de la Universidad Johns Hopkins, al estudiar diversos casos en los registros sanitarios de la zona rural de Pensilvania, aquellos que vivían cerca de los lugares de fracturación hidráulica presentaban mayor índice de migrañas, al igual que fatiga y sinusitis. Nada de esto resultó sorprendente. Pensilvania no tuvo políticas duras relativas a la contaminación cuando el boom del fracking floreció aquí a mediados y fines del año 2000, y las reglas escritas en los libros no se aplicaban.
¿Quién lo dice? Para empezar, el hombre que fue gobernador durante estos años, Ed Rendell: “Cometí un error al precipitarme en obtener ganancias económicas por medio del fracking en Pensilvania”, precisó Rendell el mes pasado en un foro durante la Convención Nacional Demócrata realizada en esta ciudad. “No regulamos la construcción de pozos ni el agua utilizada para la fracturación hidráulica tan bien como debimos”. También declaró que se mejoraron las malas normativas tras dejar el cargo en 2010, a pesar de la evidencia de que una medida efectiva anticontaminante todavía se encuentra en estudio seis años después.
Entonces, hemos mostrado evidencia científica de que el fracking es una crisis de salud pública en Pensilvania y ahora también expusimos las confesiones del ex gobernador del estado. Además, nuestros vecinos en Nueva York, un mercado altamente codiciado por la industria del fracking, han dado medidas radicales para proteger a los residentes de la contaminación por petróleo y gas, principalmente a través de un veto de perforación (La ciudad y el estado tienen lo mejor de dos estados sobre las diversas vías tomadas por Nueva York y Pensilvania).
Y todavía Harrisburg sigue comercializando el agua y, en algunos casos, retrocediendo en materia de protección a sus ciudadanos.
No se supone que iba a ser de este modo. En 2014, un nuevo enfoque en fracturación hidráulica constituyó la victoria del electo gobernador Wolf, nadando cuesta arriba contra el tsunami republicano en el resto de la nación. Prometió imponer un impuesto al fracking (algo que se hace en todos y cada uno de los estados con mayor producción de petróleo y gas), que ayudaría a resolver la crisis del financiamiento escolar, y que estas nuevas normativas, además de una nueva actitud en el Departamento de Protección Ambiental del estado, detendrían a aquellas plataformas de diseminar diversos residuos en el agua o aire.
Pero fue en 2015 que Wolf recibió una lección. Los millones de dólares que las empresas de energía donaban a los mayores legisladores de Pensilvania durante la última década y los bien engrasados lobistas de la industria dejaron en claro que nada, ni siquiera la educación de los niños, era tan importante para Harrisburg que proteger las ganancias de la industria del gas y el petróleo. Pensilvania es, y siempre será, el único estado sin impuestos.
Y fue así que en 2016, para aprobar un presupuesto (lo cual no había pasado el año anterior) y obtener esa calidez bipartidaria que los votantes buscaban, Wolf dio un giro de 180 grados. En la primera oportunidad que tuvo, obligó a su enérgico y pro ambientalista director del DEP (Departamento de Protección Ambiental, por sus siglas en inglés) a renunciar. Lo que se suponía iba a ser la mayor sanción para la contaminación por fracking en la historia de Pensilvania se había desecho. Para obtener algunas normas nuevas en petróleo y gas a través de la legislatura, Wolf fue obligado a dispensar de las nuevas reglas a las perforadoras convencionales de gas. Y todavía los legisladores continúan amenazando con eliminar otras medidas pro ambientalistas, tales como las nuevas normas para prevenir fugas de metano de los lugares de excavación.
Lo que pasa en Pensilvania es una prueba más de que el bipartidismo puede encontrarse muy sobrevalorado. Demasiados legisladores se inclinan a pensar más en contribuciones o en sus bolsillos que en si los niños del sudoeste de Filadelfia pueden respirar bien en la actualidad. Y Wolf, que mostró en su campaña y en sus primeros días en su oficina que tiene buenas intenciones, no reencauzará el rumbo a menos que el público aplique presión en la mansión del gobernador. Pero muchos de los desdichados vecinos y padres con niños enfermos de asma a causa del fracking han levantado su voz y la mayor parte de Harrisburg no quiere escuchar. En Pensilvania, una crisis de salud pública no es para alarmarse, aparentemente.
Así que, esperamos que los padres de los infantes de hoy en Filadelfia acumulen video juegos para el 2025, cuando sus niños pasen aún más tiempo de sus vacaciones de verano en casa.
Traducción de la columna de opinión de Will Bunch "Pa. doesn't seem bothered by kids getting sick from fracking" publicado en Philly.com el 31 de agosto de 2016