En
el cuarto artículo de la gran serie sobre el cambio climático de
‘The Guardian’, George Monbiot argumenta que una vez que se
producen el carbón, el petróleo y el gas, se utilizarán. También
que, tras 23 años de negociaciones de la ONU, no ha habido casi
ningún paso hacia el cese de producción (en vez del uso) de
combustibles fósiles.
Monumento
Mínimo, Nele Azevedo
Si se visita la web del organismo de la ONU que supervisa las negociaciones sobre el clima mundial, se encuentran decenas de imágenes, tomadas a lo largo de 20 años, de gente aplaudiendo. Estas fotos deberían ser del interés de los antropólogos y los psicólogos, ya que muestran a cientos de personas inteligentes, educadas, con buenos sueldos y trajes elegantes desperdiciando sus vidas.
El
carácter festivo de las imágenes atestigua el mundo de fantasía en
el que vive esta gente. Están rodeados de objetivos, principios,
compromisos, instrumentos y protocolos que crean un fantasma
tranquilizador de progreso mientras el barco en el que viajan se va
poco a poco a pique. Hojeando las fotos, casi me puedo imaginar
escuchando lo que los delegados se dicen con esos dientes perfectos.
“Cariño, has reorganizado los sillones de forma exquisita. ¡Qué
innovación! Tendríamos que inventar un mecanismo para que se
mantengan en su lugar puesto que su soporte se ha inclinado un poco,
pero eso lo haremos en la próxima conferencia”.
Este
proceso es inútil porque solo han abordado el tema desde un extremo
y resulta que es el equivocado. Han tratado de prevenir el cambio
climático mediante la limitación de la cantidad de gases causantes
del efecto invernadero; en otras palabras, mediante la detención en
el consumo de combustibles fósiles. Pero desde el momento en que los
gobiernos mundiales decidieron empezar este proceso hace 23 años,
los delegados no han pronunciado ni una palabra coherente sobre la
detención en la producción.
Comparemos
esto con cualquier otro proceso de elaboración de tratados.
Imaginemos, por ejemplo, que la Convención sobre armas biológicas
no hubiese hecho ningún intento por contener la producción o la
posesión de viruela y ántrax militarizado sino que solo hubiese
prohibido su uso. ¿Cuál crees que sería su efectividad? (No tienes
que adivinarlo: mira las leyes sobre armas de Estados Unidos, que
prohíben el uso mortífero de las armas pero no venderlas o
portarlas. Puedes ver los resultados en las noticias todas las
semanas). Imagina intentar proteger a elefantes y rinocerontes solo
prohibiendo la compra de sus colmillos y cuernos, sin limitar su
caza, exportación o venta. Imagina intentar terminar con la
esclavitud no parando el comercio transatlántico sino tratando
solamente de desalentar a la gente de comprar esclavos una vez que
han llegado a America. Si quieres desalentar un comercio dañino,
debes abordarlo desde los dos extremos: la producción y el consumo.
De los dos, la producción es el más importante.
La
extracción de combustibles fósiles es complicada. Las normas que
los gobiernos han creado para prevenir su utilización son pobres,
inconsistentes y negociables. En otras palabras, cuando el carbón,
el petróleo y el gas se producen, se utilizarán. La producción
continuada desbordará los intentos para restringir el consumo.
Incluso si los esfuerzos para restringir el consumo temporalmente
tienen éxito, es probable que sea contraproducente. Una reducción
en la demanda cuando el suministro no tiene límites baja el precio,
favoreciendo las industrias que producen mucho carbono.
Puedes
buscar a lo largo de la web de la ONU en busca de algún
reconocimiento sobre este asunto, pero estarías perdiendo el tiempo.
En su desbordante catálogo de autocomplacencia, en Kyoto, Bali,
Copenhague, Cancún, Durban, Lima y todas las paradas de la ruta, la
frase “combustibles fósiles” no aparece ni una vez. Tampoco las
palabras carbón o petróleo. Pero gas: ¡oh sí! Hay numerosas
menciones al gas. No al gas natural, por supuesto, sino a los gases
causantes del efecto invernadero, el único tema de interés oficial.
Lo
más cerca que se ha estado hasta ahora en las 20 conferencias
internacionales de reconocer el problema ha sido en la resolución
adoptada en Lima en diciembre del año pasado. Se comprometía a la
“cooperación” en “la retirada gradual de las inversiones en
actividades que implican una gran producción de carbono y de los
subsidios a los combustibles fósiles”, pero no proponía ningún
presupuesto, calendario, instrumento o mecanismo necesario para
realizarlo. Supongo que es un tipo de progreso y quizás, tras solo
23 años, debamos estar agradecidos.
No
hay nada aleatorio en cómo el silencio envuelve nuestras vidas. El
silencio ocurre donde los intereses de los poderosos están en riesgo
de ser expuestos. Protegen estos intereses del escrutinio
democrático. No estoy sugiriendo que los negociadores decidieran no
hablar sobre los combustibles fósiles o que firmasen un acuerdo
común para desperdiciar sus vidas. Ni mucho menos: han llegado lejos
invirtiendo sus fuerzas con una apariencia de sentido y propósito.
Para crear un silencio solo se necesita un instinto para evitar el
conflicto. Es un reflejo condicionado e inconsciente, parte del
paquete de habilidades sociales que asegura nuestra supervivencia. No
nombres al diablo por miedo que lo convocarás.
Para
romper ese silencio es necesario un esfuerzo consciente y doloroso.
Recuerdo como si fuera ayer cómo me sentí cuando planteé por
primera vez este asunto en los medios de comunicación. Había estado
trabajando con un grupo de jóvenes activistas en Gales, protestando
contra las minas de carbón a cielo abierto. Hablándolo con ellos,
parecía tan obvio, tan abrumador, que no podía entender por qué no
estaba en boca de todos. Antes de escribir sobre ello, di vueltas al
asunto como un perro investigando un cadáver sospechoso. Me
preguntaba por qué nadie estaba en ello, si acaso era tóxico.
Las
esculturas de hielo con forma humana de la artista brasileña Nele
Azevedo están situadas en lugares públicos para recalcar el cambio
climático. Fotogradía: Tobias Schwarz/Reuters/REUTERS
No
se puede resolver un problema sin nombrarlo. La ausencia de un
reconocimiento oficial del papel de la producción de combustibles
fósiles en el cambio climático –por muy obvio que sea– permite
a los gobiernos seguir con políticas directamente contradictorias.
Mientras que casi todos los gobiernos declaran apoyar el objetivo de
evitar el calentamiento global en más de 2 ºC, también buscan
“maximizar la recuperación económica” de las reservas de
combustibles fósiles. (Después cruzan los dedos, dan tres vueltas a
la oficina en el sentido contrario a las agujas del reloj y rezan por
que nadie lo queme). Pero pocos gobiernos llegan tan lejos como lo ha
hecho el británico.
En
la ley de Infraestructuras que recibió aprobación real el mes
pasado, maximizar la recuperación económica del petróleo de la
plataforma continental del Reino Unido se convirtió en un deber
legal. Ahora los futuros gobiernos están legalmente obligados a
sacar hasta la última gota de la tierra.
La
idea partió de un análisis para el gobierno llevado a cabo por Sir
Ian Wood, el multimillonario dueño de una empresa (el grupo Wood)
que suministra servicios a la industria del gas y el petróleo.
Mientras Sir Ian declara que sus recomendaciones “recibieron un
gran apoyo por parte de la industria”, su equipo no le preguntó a
nadie fuera del negocio del petróleo o del gobierno. No contiene la
más mínima señal que yo pueda detectar de que se haya tenido en
cuenta a grupos ecologistas o a científicos.
Su
análisis pedía competencias gubernamentales para mejorar tanto la
exploración de nuevas reservas como la explotación de las ya
existentes. Esto, insistió, “ayudará a acercarnos al precio
potencial [del barril] que todavía puede alcanzar los 24.000
millones”.El gobierno prometió poner en marcha sus recomendaciones
en su totalidad y sin más demora. De hecho, fue algo más allá.
Está preparado para ser despiadadamente intervencionista promoviendo
el cambio climático pero no retringiéndolo.
Durante
la cumbre sobre el clima de diciembre en Lima, el Secretario de
energía británico, Ed Davey, hizo algo poco prudente. Rompió su
silencio. Advirtió de que si las políticas contra el cambio
climático implicaban que ya no se podían explotar las reservas de
combustibles fósiles, los fondos para pensiones podrían estar
invirtiendo en “los activos sub-prime del futuro”. Haciéndose
eco del Banco de Inglaterra y de analistas financieros como Carbon
Tracker Initiative, Davey sugirió que si los gobiernos eran
serios en su lucha contra el cambio climático, los combustibles
fósiles podrían convertirse en un activo en desuso.
Esto
provocó una respuesta furibunda por parte de la industria. El
director de Oil and Gas UK, Malcolm Webb, escribió para
expresar su confusión, señalando que las declaraciones de Davey
llegaban “en un momento en el que tú, tu Departamento y Hacienda
están haciendo un gran esfuerzo para que el mar del Norte británico
sea más atractivo para los inversores en petróleo y gas. Me intriga
entender cómo esos puntos de vista opuestos pueden conciliarse”.
No es el único. Ed Davey rápidamente explicó que sus comentarios
no tenían que ser tomados en serio, ya que “no ofrecí ninguna
sugerencia sobre lo que los inversores deberían elegir hacer”.
Barack
Obama tiene el mismo problema. Durante una entrevista televisiva el
año pasado, confesó que “No vamos a poder quemarlo todo”.
Entonces fue preguntado por qué su gobierno ha apoyado incluso más
la exploración y extracción de combustibles fósiles. Su
administración ha empezado la exploración marina en busca de
petróleo desde Florida hasta Delaware, en aguas que formalmente
estaban prohibidas. Ha aumentado el número de arrendamientos
vendidos para la perforación en tierras federales y, lo que es más
incongruente, aprobó a toda prisa el proceso que podría, a finales
de este mes, permitir a Shell explorar en las aguas árticas del mar
Chukchi, que son muy vulnerables.
La
mayoría de los gobiernos están rodeados de contradicciones
parecidas con respecto a las pretensiones medioambientales. Por
ejemplo, Noruega pretende ser “neutral en cuanto a sus emisiones de
carbono” en 2030. Quizás espera exportar toda su producción de
petróleo y gas, mientras el país depende de los parques eólicos.
El año pasado, en el parlamento noruego se presentó una moción
para detener nuevas perforaciones porque son incompatibles con las
políticas noruegas sobre el cambio climático, pero fue rechazada
por 95 votos a tres.
Las esculturas de hielo de la artista brasileña Nele Azevedo en Berlín, septiembre de 2009. Fotografía: Tobias Schwarz/Reuters/REUTERS
Obama
explicó que “no siempre llevo la iniciativa en el tema del cambio
climático porque si, ahora mismo, les preocupa si tienen un empleo o
si pueden pagar las facturas, ¿lo primero que quieren oír es cómo
abordo el problema inmediato?”
Está
claro que el dinero es un problema, pero no necesariamente por las
razones que sugiere Obama. El mayor asunto es la financiación de la
política por parte de las grandes petroleras y mineras, y el
tremendo poder de presión que adquieren. En el pasado, estas
empresas han financiado guerras para proteger sus posesiones: no
entregarán la mayor parte de sus reservas sin una lucha monumental.
Esta lucha pondría a prueba los límites del poder de los estados.
Me pregunto si sobrevivirían nuestras democracias nominales. Las
empresas relacionadas con los combustibles fósiles se han saciado de
silencio: su poder ha crecido como resultado de innumerables fallos
para ponerlas en duda y poder dejarlas al descubierto. No es ninguna
sorpresa que los negociadores engominados en las conferencias de la
ONU, tan preocupados siempre de no despeinarse, se hayan esforzado
tanto por evitar el tema.
Creo
que hay formas de resolver este problema, formas que podrían
conllevar otros poderosos intereses contra estas organizaciones. Por
ejemplo, una subasta mundial de permisos de contaminación
significaría que los gobiernos tuviesen que regular solamente unas
pocas miles de refinerías de petróleo, lavaderos de carbón,
gasoductos y fábricas de cemento y fertilizantes, en vez de las
actividades de siete mil millones de personas. Crearía un fondo de
las ventas de los permisos que podría llegar a ser de varios
billones, cantidad que se podría emplear en temas como las energías
renovables o la sanidad. Al reducir las fluctuaciones en el
suministro energético, los precios serían más estables, lo que
sería bien recibido en los negocios. Y lo que es más importante, al
contrario del actual marco de negociación, podría funcionar,
produciendo una posibilidad real de prevenir el cambio climático.
Si
se les deja a sus anchas, los negociadores continuarán evitando este
tema hasta que hayan arruinado tanto sus vidas como las del resto.
Continúan diciéndonos que la conferencia de París de diciembre es
la reunión definitiva (presuntamente tienen la intención de
descubrir un nuevo y radical diseño de sillones). Deberíamos
confiar en su palabra y pedir que empiecen a enfrentarse al problema
real.
Con
la ayuda de George Marshall en la Climate Outreach and Information
Network, he escrito un párrafo como borrador de lo que el
acuerdo de París debería contener. Está lejos de ser perfecto y
me encantaría que otras personas lo puliesen. Pero, espero que sea
un comienzo:
“Los
cálculos científicos sobre el carbono que contienen las reservas
existentes de combustibles fósiles sugieren que la explotación
total de estas reservas es incompatible con el objetivo acordado de
un calentamiento global no mayor de 2 ºC. La extracción ilimitada
de estas reservas socava los intentos por restringir las emisiones de
gases causantes del efecto invernadero. Empezaremos negociando un
presupuesto mundial para la extracción de combustibles fósiles de
las reservas que ya existen, además de una fecha para una moratoria
de la exploración y el desarrollo de nuevas reservas. En consonancia
con el carbono fósil que se pueda extraer sin una alta probabilidad
de sobrepasar los 2 ºC de calentamiento global, elaboraremos un
calendario para las reducciones anuales necesarias para alcanzar ese
presupuesto. Desarrollaremos mecanismos para repartir la producción
dentro de este presupuesto y para ejecutarlo y controlarlo.”
Si
algo parecido surgiese de París, no habrá sido una total pérdida
de tiempo y los delegados podrían felicitarse por un logro real en
vez de por otro falso. Entonces, por una vez, se merecerían un
aplauso.
Crónica
breve de las convenciones de la ONU sobre el clima
Junio
de 1992
En
la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro, los países
acuerdan establecer el Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre el
cambio climático.
Diciembre
de 1997
Se
finaliza el primer acuerdo mundial para reducir las emisiones de
carbono, el protocolo de Kyoto.
Febrero
de 2005
El
protocolo de Kyoto se convierte en una ley internacional después de
que Rusia ratifique el acuerdo. Estados Unidos no lo ratifica.
Diciembre
de 2009
Una
cumbre en Copenhague (COP15) termina en decepción con un flojo pacto
sobre medidas tras el vencimiento en 2012 de Kyoto, llevando a los
países a presentar reducciones voluntarias en las emisiones de
carbono hasta 2020.
Diciembre
de 2011
Los
líderes en Durban (COP17) acuerdan que no más tarde de 2015
finalizarán un acuerdo sobre las reducciones en las emisiones
después de 2020.
Noviembre
de 2014
China
y Estados Unidos llegan a un acuerdo, considerado histórico para los
observadores, con EE.UU. prometiendo reducir sus emisiones al menos
un 26 % antes de 2025 y China promete alcanzar su nivel máximo de
emisiones en 2030.
Diciembre
de 2014
En
Lima (COP21), los negociadores aceptan un borrador para un acuerdo
climático que se finalice en París en 2015, el cual exigirá
reducciones en cada uno de los casi 200 países en el proceso de la ONU.
Febrero
y marzo de 2015
Suiza
se convierte en el primer país en anunciar su compromiso con la
cumbre sobre el clima de París (un ‘INDC’ en jerga de la ONU),
seguida de la UE en bloque. Se espera que les sigan otros países.
No hay nada aleatorio en cómo el silencio envuelve nuestras vidas. El silencio ocurre donde los intereses de los poderosos están en riesgo de ser expuestos. George Monbiot
Traducción del artículo "Keep fossil fuels in the ground to stop climate change" publicado por George Monbiot. Martes, 10 de marzo de 2015 en The Guardian
No hay nada aleatorio en cómo el silencio envuelve nuestras vidas. El silencio ocurre donde los intereses de los poderosos están en riesgo de ser expuestos. George Monbiot
Traducción del artículo "Keep fossil fuels in the ground to stop climate change" publicado por George Monbiot. Martes, 10 de marzo de 2015 en The Guardian