lunes, 16 de marzo de 2015

Mantener los combustibles fósiles bajo tierra para detener el cambio climático

En el cuarto artículo de la gran serie sobre el cambio climático de ‘The Guardian’, George Monbiot argumenta que una vez que se producen el carbón, el petróleo y el gas, se utilizarán. También que, tras 23 años de negociaciones de la ONU, no ha habido casi ningún paso hacia el cese de producción (en vez del uso) de combustibles fósiles.

Monumento Mínimo, Nele Azevedo


Si se visita la web del organismo de la ONU que supervisa las negociaciones sobre el clima mundial, se encuentran decenas de imágenes, tomadas a lo largo de 20 años, de gente aplaudiendo. Estas fotos deberían ser del interés de los antropólogos y los psicólogos, ya que muestran a cientos de personas inteligentes, educadas, con buenos sueldos y trajes elegantes desperdiciando sus vidas.


El carácter festivo de las imágenes atestigua el mundo de fantasía en el que vive esta gente. Están rodeados de objetivos, principios, compromisos, instrumentos y protocolos que crean un fantasma tranquilizador de progreso mientras el barco en el que viajan se va poco a poco a pique. Hojeando las fotos, casi me puedo imaginar escuchando lo que los delegados se dicen con esos dientes perfectos. “Cariño, has reorganizado los sillones de forma exquisita. ¡Qué innovación! Tendríamos que inventar un mecanismo para que se mantengan en su lugar puesto que su soporte se ha inclinado un poco, pero eso lo haremos en la próxima conferencia”.


Este proceso es inútil porque solo han abordado el tema desde un extremo y resulta que es el equivocado. Han tratado de prevenir el cambio climático mediante la limitación de la cantidad de gases causantes del efecto invernadero; en otras palabras, mediante la detención en el consumo de combustibles fósiles. Pero desde el momento en que los gobiernos mundiales decidieron empezar este proceso hace 23 años, los delegados no han pronunciado ni una palabra coherente sobre la detención en la producción.


Comparemos esto con cualquier otro proceso de elaboración de tratados. Imaginemos, por ejemplo, que la Convención sobre armas biológicas no hubiese hecho ningún intento por contener la producción o la posesión de viruela y ántrax militarizado sino que solo hubiese prohibido su uso. ¿Cuál crees que sería su efectividad? (No tienes que adivinarlo: mira las leyes sobre armas de Estados Unidos, que prohíben el uso mortífero de las armas pero no venderlas o portarlas. Puedes ver los resultados en las noticias todas las semanas). Imagina intentar proteger a elefantes y rinocerontes solo prohibiendo la compra de sus colmillos y cuernos, sin limitar su caza, exportación o venta. Imagina intentar terminar con la esclavitud no parando el comercio transatlántico sino tratando solamente de desalentar a la gente de comprar esclavos una vez que han llegado a America. Si quieres desalentar un comercio dañino, debes abordarlo desde los dos extremos: la producción y el consumo. De los dos, la producción es el más importante.


La extracción de combustibles fósiles es complicada. Las normas que los gobiernos han creado para prevenir su utilización son pobres, inconsistentes y negociables. En otras palabras, cuando el carbón, el petróleo y el gas se producen, se utilizarán. La producción continuada desbordará los intentos para restringir el consumo. Incluso si los esfuerzos para restringir el consumo temporalmente tienen éxito, es probable que sea contraproducente. Una reducción en la demanda cuando el suministro no tiene límites baja el precio, favoreciendo las industrias que producen mucho carbono.


Puedes buscar a lo largo de la web de la ONU en busca de algún reconocimiento sobre este asunto, pero estarías perdiendo el tiempo. En su desbordante catálogo de autocomplacencia, en Kyoto, Bali, Copenhague, Cancún, Durban, Lima y todas las paradas de la ruta, la frase “combustibles fósiles” no aparece ni una vez. Tampoco las palabras carbón o petróleo. Pero gas: ¡oh sí! Hay numerosas menciones al gas. No al gas natural, por supuesto, sino a los gases causantes del efecto invernadero, el único tema de interés oficial.


Lo más cerca que se ha estado hasta ahora en las 20 conferencias internacionales de reconocer el problema ha sido en la resolución adoptada en Lima en diciembre del año pasado. Se comprometía a la “cooperación” en “la retirada gradual de las inversiones en actividades que implican una gran producción de carbono y de los subsidios a los combustibles fósiles”, pero no proponía ningún presupuesto, calendario, instrumento o mecanismo necesario para realizarlo. Supongo que es un tipo de progreso y quizás, tras solo 23 años, debamos estar agradecidos.


No hay nada aleatorio en cómo el silencio envuelve nuestras vidas. El silencio ocurre donde los intereses de los poderosos están en riesgo de ser expuestos. Protegen estos intereses del escrutinio democrático. No estoy sugiriendo que los negociadores decidieran no hablar sobre los combustibles fósiles o que firmasen un acuerdo común para desperdiciar sus vidas. Ni mucho menos: han llegado lejos invirtiendo sus fuerzas con una apariencia de sentido y propósito. Para crear un silencio solo se necesita un instinto para evitar el conflicto. Es un reflejo condicionado e inconsciente, parte del paquete de habilidades sociales que asegura nuestra supervivencia. No nombres al diablo por miedo que lo convocarás.


Para romper ese silencio es necesario un esfuerzo consciente y doloroso. Recuerdo como si fuera ayer cómo me sentí cuando planteé por primera vez este asunto en los medios de comunicación. Había estado trabajando con un grupo de jóvenes activistas en Gales, protestando contra las minas de carbón a cielo abierto. Hablándolo con ellos, parecía tan obvio, tan abrumador, que no podía entender por qué no estaba en boca de todos. Antes de escribir sobre ello, di vueltas al asunto como un perro investigando un cadáver sospechoso. Me preguntaba por qué nadie estaba en ello, si acaso era tóxico.


Las esculturas de hielo con forma humana de la artista brasileña Nele Azevedo están situadas en lugares públicos para recalcar el cambio climático. Fotogradía: Tobias Schwarz/Reuters/REUTERS


No se puede resolver un problema sin nombrarlo. La ausencia de un reconocimiento oficial del papel de la producción de combustibles fósiles en el cambio climático –por muy obvio que sea– permite a los gobiernos seguir con políticas directamente contradictorias. Mientras que casi todos los gobiernos declaran apoyar el objetivo de evitar el calentamiento global en más de 2 ºC, también buscan “maximizar la recuperación económica” de las reservas de combustibles fósiles. (Después cruzan los dedos, dan tres vueltas a la oficina en el sentido contrario a las agujas del reloj y rezan por que nadie lo queme). Pero pocos gobiernos llegan tan lejos como lo ha hecho el británico.


En la ley de Infraestructuras que recibió aprobación real el mes pasado, maximizar la recuperación económica del petróleo de la plataforma continental del Reino Unido se convirtió en un deber legal. Ahora los futuros gobiernos están legalmente obligados a sacar hasta la última gota de la tierra.


La idea partió de un análisis para el gobierno llevado a cabo por Sir Ian Wood, el multimillonario dueño de una empresa (el grupo Wood) que suministra servicios a la industria del gas y el petróleo. Mientras Sir Ian declara que sus recomendaciones “recibieron un gran apoyo por parte de la industria”, su equipo no le preguntó a nadie fuera del negocio del petróleo o del gobierno. No contiene la más mínima señal que yo pueda detectar de que se haya tenido en cuenta a grupos ecologistas o a científicos.


Su análisis pedía competencias gubernamentales para mejorar tanto la exploración de nuevas reservas como la explotación de las ya existentes. Esto, insistió, “ayudará a acercarnos al precio potencial [del barril] que todavía puede alcanzar los 24.000 millones”.El gobierno prometió poner en marcha sus recomendaciones en su totalidad y sin más demora. De hecho, fue algo más allá. Está preparado para ser despiadadamente intervencionista promoviendo el cambio climático pero no retringiéndolo.


Durante la cumbre sobre el clima de diciembre en Lima, el Secretario de energía británico, Ed Davey, hizo algo poco prudente. Rompió su silencio. Advirtió de que si las políticas contra el cambio climático implicaban que ya no se podían explotar las reservas de combustibles fósiles, los fondos para pensiones podrían estar invirtiendo en “los activos sub-prime del futuro”. Haciéndose eco del Banco de Inglaterra y de analistas financieros como Carbon Tracker Initiative, Davey sugirió que si los gobiernos eran serios en su lucha contra el cambio climático, los combustibles fósiles podrían convertirse en un activo en desuso.


Esto provocó una respuesta furibunda por parte de la industria. El director de Oil and Gas UK, Malcolm Webb, escribió para expresar su confusión, señalando que las declaraciones de Davey llegaban “en un momento en el que tú, tu Departamento y Hacienda están haciendo un gran esfuerzo para que el mar del Norte británico sea más atractivo para los inversores en petróleo y gas. Me intriga entender cómo esos puntos de vista opuestos pueden conciliarse”. No es el único. Ed Davey rápidamente explicó que sus comentarios no tenían que ser tomados en serio, ya que “no ofrecí ninguna sugerencia sobre lo que los inversores deberían elegir hacer”.


Barack Obama tiene el mismo problema. Durante una entrevista televisiva el año pasado, confesó que “No vamos a poder quemarlo todo”. Entonces fue preguntado por qué su gobierno ha apoyado incluso más la exploración y extracción de combustibles fósiles. Su administración ha empezado la exploración marina en busca de petróleo desde Florida hasta Delaware, en aguas que formalmente estaban prohibidas. Ha aumentado el número de arrendamientos vendidos para la perforación en tierras federales y, lo que es más incongruente, aprobó a toda prisa el proceso que podría, a finales de este mes, permitir a Shell explorar en las aguas árticas del mar Chukchi, que son muy vulnerables.


La mayoría de los gobiernos están rodeados de contradicciones parecidas con respecto a las pretensiones medioambientales. Por ejemplo, Noruega pretende ser “neutral en cuanto a sus emisiones de carbono” en 2030. Quizás espera exportar toda su producción de petróleo y gas, mientras el país depende de los parques eólicos. El año pasado, en el parlamento noruego se presentó una moción para detener nuevas perforaciones porque son incompatibles con las políticas noruegas sobre el cambio climático, pero fue rechazada por 95 votos a tres.


Ice sculptures in the shape of humans are placed on the steps of the music hall in Gendarmenmarkt  public square in Berlin September 2, 2009. Hosted by the German World Wide Fund for Nature (WWF), 1,000 ice sculptures made by Brazilian artist Nele Azevedo were positioned on the steps in the German capital at noon, to highlight climate change in the arctic region. REUTERS/Tobias Schwarz 
Las esculturas de hielo de la artista brasileña Nele Azevedo en Berlín, septiembre de 2009. Fotografía: Tobias Schwarz/Reuters/REUTERS


Obama explicó que “no siempre llevo la iniciativa en el tema del cambio climático porque si, ahora mismo, les preocupa si tienen un empleo o si pueden pagar las facturas, ¿lo primero que quieren oír es cómo abordo el problema inmediato?”


Está claro que el dinero es un problema, pero no necesariamente por las razones que sugiere Obama. El mayor asunto es la financiación de la política por parte de las grandes petroleras y mineras, y el tremendo poder de presión que adquieren. En el pasado, estas empresas han financiado guerras para proteger sus posesiones: no entregarán la mayor parte de sus reservas sin una lucha monumental. Esta lucha pondría a prueba los límites del poder de los estados. Me pregunto si sobrevivirían nuestras democracias nominales. Las empresas relacionadas con los combustibles fósiles se han saciado de silencio: su poder ha crecido como resultado de innumerables fallos para ponerlas en duda y poder dejarlas al descubierto. No es ninguna sorpresa que los negociadores engominados en las conferencias de la ONU, tan preocupados siempre de no despeinarse, se hayan esforzado tanto por evitar el tema.


Creo que hay formas de resolver este problema, formas que podrían conllevar otros poderosos intereses contra estas organizaciones. Por ejemplo, una subasta mundial de permisos de contaminación significaría que los gobiernos tuviesen que regular solamente unas pocas miles de refinerías de petróleo, lavaderos de carbón, gasoductos y fábricas de cemento y fertilizantes, en vez de las actividades de siete mil millones de personas. Crearía un fondo de las ventas de los permisos que podría llegar a ser de varios billones, cantidad que se podría emplear en temas como las energías renovables o la sanidad. Al reducir las fluctuaciones en el suministro energético, los precios serían más estables, lo que sería bien recibido en los negocios. Y lo que es más importante, al contrario del actual marco de negociación, podría funcionar, produciendo una posibilidad real de prevenir el cambio climático.


Si se les deja a sus anchas, los negociadores continuarán evitando este tema hasta que hayan arruinado tanto sus vidas como las del resto. Continúan diciéndonos que la conferencia de París de diciembre es la reunión definitiva (presuntamente tienen la intención de descubrir un nuevo y radical diseño de sillones). Deberíamos confiar en su palabra y pedir que empiecen a enfrentarse al problema real.


Con la ayuda de George Marshall en la Climate Outreach and Information Network, he escrito un párrafo como borrador de lo que el acuerdo de París debería contener. Está lejos de ser perfecto y me encantaría que otras personas lo puliesen. Pero, espero que sea un comienzo:


Los cálculos científicos sobre el carbono que contienen las reservas existentes de combustibles fósiles sugieren que la explotación total de estas reservas es incompatible con el objetivo acordado de un calentamiento global no mayor de 2 ºC. La extracción ilimitada de estas reservas socava los intentos por restringir las emisiones de gases causantes del efecto invernadero. Empezaremos negociando un presupuesto mundial para la extracción de combustibles fósiles de las reservas que ya existen, además de una fecha para una moratoria de la exploración y el desarrollo de nuevas reservas. En consonancia con el carbono fósil que se pueda extraer sin una alta probabilidad de sobrepasar los 2 ºC de calentamiento global, elaboraremos un calendario para las reducciones anuales necesarias para alcanzar ese presupuesto. Desarrollaremos mecanismos para repartir la producción dentro de este presupuesto y para ejecutarlo y controlarlo.”


Si algo parecido surgiese de París, no habrá sido una total pérdida de tiempo y los delegados podrían felicitarse por un logro real en vez de por otro falso. Entonces, por una vez, se merecerían un aplauso.



Crónica breve de las convenciones de la ONU sobre el clima


Junio de 1992
En la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro, los países acuerdan establecer el Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático.


Diciembre de 1997
Se finaliza el primer acuerdo mundial para reducir las emisiones de carbono, el protocolo de Kyoto.


Febrero de 2005
El protocolo de Kyoto se convierte en una ley internacional después de que Rusia ratifique el acuerdo. Estados Unidos no lo ratifica.


Diciembre de 2009
Una cumbre en Copenhague (COP15) termina en decepción con un flojo pacto sobre medidas tras el vencimiento en 2012 de Kyoto, llevando a los países a presentar reducciones voluntarias en las emisiones de carbono hasta 2020.


Diciembre de 2011
Los líderes en Durban (COP17) acuerdan que no más tarde de 2015 finalizarán un acuerdo sobre las reducciones en las emisiones después de 2020.


Noviembre de 2014
China y Estados Unidos llegan a un acuerdo, considerado histórico para los observadores, con EE.UU. prometiendo reducir sus emisiones al menos un 26 % antes de 2025 y China promete alcanzar su nivel máximo de emisiones en 2030.


Diciembre de 2014
En Lima (COP21), los negociadores aceptan un borrador para un acuerdo climático que se finalice en París en 2015, el cual exigirá reducciones en cada uno de los casi 200 países en el proceso de la ONU.


Febrero y marzo de 2015
Suiza se convierte en el primer país en anunciar su compromiso con la cumbre sobre el clima de París (un ‘INDC’ en jerga de la ONU), seguida de la UE en bloque. Se espera que les sigan otros países.

No hay nada aleatorio en cómo el silencio envuelve nuestras vidas. El silencio ocurre donde los intereses de los poderosos están en riesgo de ser expuestos. George Monbiot
 
Traducción del artículo "Keep fossil fuels in the ground to stop climate change" publicado por George Monbiot. Martes, 10 de marzo de 2015 en The Guardian