viernes, 16 de enero de 2015

Estados Unidos perderá la guerra de precios del petróleo

La debacle financiera que sufre Rusia tras la caída del 50% en el precio del barril de Brent durante los últimos cuatro meses ha eclipsado la que podría afectar a la industria del esquisto estadounidense en 2015. Es hora de prestarle atención, ya que es poco probable que Arabia Saudí y otros grandes productores de petróleo de Oriente Medio decidan frenar la producción y el nivel al que se acerca el precio obligará a Estados Unidos a limitar la suya.
<p>Fracking into bankruptcy.</p>
 Photographer: Patrick T. Fallon/Bloomberg via Getty Images
Representantes de los principales miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) anunciaron durante semanas que no recortarán su producción de crudo independientemente de lo que bajase el precio. El ministro saudí de Petróleo Ali Al-Naimi advirtió de que ni siquiera un precio de 20 dólares por barril les haría cambiar de opinión. Las primeras reacciones en Estados Unidos fueron de confianza: los productores estadounidenses son lo bastante resistentes; continuarán produciendo aún a precios de venta muy bajos ya que el coste mínimo de la extracción en pozos existentes es incluso menor. Será la OPEP quien pierda, pues sus redes de protección social dependen del precio del petróleo y, en cualquier caso, la organización está acabada.

Ese optimismo recuerda a la despreocupada reacción rusa cuando comenzó la caída de precios: en octubre el presidente Vladimir Putin aseguró que a «ninguno de los jugadores importantes» le interesaba un precio del petróleo por debajo de los 80 dólares. Su autocomplacencia ha llevado a Rusia al borde del abismo. El viernes Fitch bajó su calificación crediticia a sólo un ápice por encima de bono basura y es más que probable que continúe bajando a medida que el rublo siga devaluándose al ritmo del desplome del petróleo.
No suele resultar una buena idea comportarse de forma arrogante en una guerra de precios. Por definición, todo el mundo va a resultar herido y cualquier victoria será sólo relativa. El ganador es aquél capaz de soportar más sufrimiento. Mi apuesta provisional hasta ahora es para los saudíes y, aunque parezca contradictorio, los rusos.
Por el momento el único indicio de retroceso en la producción de crudo estadounidense es la bajada en el número de plataformas petroleras operativas en el país. La semana pasada había llegado a 1750, 61 menos que la semana anterior y cuatro menos que hace un año. Sin embargo, la producción de petróleo se mantiene en niveles récords. La semana del 2 de enero, cuando también se produjo una caída en el número de petroleras, alcanzó los 9,13 millones de barriles al día, máximo de los últimos 44 años. Las compañías únicamente paran la producción en los pozos menos rentables, que sólo aportan unos pocos barriles al día. Con los precios actuales, no compensan siquiera el alquiler del equipo. Dado que no se está frenando la producción, los precios continúan bajando; el barril de Brent se situó a 48,27 $ y la tendencia es a la baja.
Todo esto terminará por tener un efecto. Según un análisis reciente de Wood Mackenzie «un precio de 40 $ o menos por barril de Brent hará que la producción baje a un nivel que implique una reducción considerable en la oferta mundial de petróleo. A 40 dólares el barril, 1,5 millones de barriles al día significa una rentabilidad negativa, siendo los mayores contribuidores diversos proyectos de arenas petrolíferas en Canadá, seguidos de EE. UU. y después Colombia».
Esto no implica que una vez que el Brent llegue a 40 $ (el precio que prevé Goldman Sachs tras descartar un cambio de opinión por parte de la OPEP) la producción de petróleo de esquisto se reduzca de forma automática 1,5 millones de barriles diarios. Muchas empresas de fractura hidráulica continuarán produciendo con pérdidas para servir sus deudas: unos 200 000 millones de dólares de deuda total, comparable a las necesidades financieras de las compañías energéticas estatales de Rusia.
El problema para las empresas de hidrofacturación de EE. UU. es la imposibilidad de refinanciar dichas deudas si están perdiendo dinero a espuertas. En algún momento, si los precios se mantienen bajos, las compañías con mayor apalancamiento se irán a pique y las más prósperas no podrán absorberlas bien por falta de efectivo o de confianza de los inversores, necesaria para garantizar una financiación de la deuda.
Las insolvencias y la falta de expansión llevarán finalmente a un recorte en la producción. La Administración de Información de Energía de EE. UU. mantiene su predicción de 9,3 millones de barriles al día para la producción de crudo del país, 700 000 barriles al día más que en 2014. Pero si el Brent llega a los 40 dólares, esa estimación se irá por la borda. Resulta incluso demasiado optimista hoy por hoy.
Los saudíes y los Emiratos Árabes Unidos, por su parte, seguirán bombeando petróleo. Son países, no empresas, y, por tanto, no pueden cerrar sus puertas sin más y marcharse a casa; tienen presupuestos que financiar y ningún sustituto del petróleo como fuente de reservas internacionales. Rusia, el tercer extractor de petróleo por detrás de los EUA y Arabia Saudí, se encuentra en una situación mucho más precaria que las monarquías petroleras de Oriente Medio, aunque semejante: el petróleo es su sangre vital.

Podría ser una larga y sangrienta batalla con un desenlace incierto. La oferta y la demanda de petróleo son muy poco elásticas respecto al precio a corto plazo. Por tanto, la trayectoria para este año del precio dependerá en gran medida de las noticias y la consiguiente reacción de los mercados. Una ola de bancarrotas en la industria del esquisto seguramente lo eleve, ya que se percibirá como un factor negativo para la oferta. Sin embargo, resulta imposible predecir cuánto aumentará. Puede subir lo suficiente para permitir fusiones en la industria del esquisto en EE. UU., proporcionándole un nuevo impulso y creando mayores dificultades para los miembros de la OPEP, Rusia, México y Noruega. O quizá se equilibre a un nivel que obligue a Estados Unidos a olvidarse del boom del esquisto, lo cual tendría consecuencias nefastas para su recuperación económica.

Acaso sea hora de que el gobierno estadounidense considere la posibilidad de subir las apuestas y entrar en esta guerra de precios como un país soberano. Esto implicaría rescatar a los productores de esquisto o subvencionarlos de forma temporal. Al fin y al cabo, ahora compiten con otros estados, no con empresas como ellos.

Traducción del artículo "America's Going to Lose the Oil Price War" publicado el 12/01/15 Leonid Bershidsky en Bloomberg, realizada por Elia Álvarez, miembro de Traductoras/es en Acción, la red de Intérpretes y Traductoras/es voluntarias/os de Ecologistas en Acción.