Incluso si resolvemos el problema de las emisiones fugitivas de metano, el gas esquisto por sí solo no nos salvará. Para el presidente Obama, el fracking es un arma clave contra el cambio climático. El abundante gas, según dijo él mismo en el discurso sobre el Estado de la Unión este año, es un “combustible puente” hacia la omnipresente energía renovable – la clave para asegurar el crecimiento económico “con menor contaminación por CO2, causante del cambio climático”.
No
todo el mundo está de acuerdo. De hecho, el debate sobre si el gas
natural es el antídoto a nuestra mortífera adicción al carbón, o
una falsa solución al cambio climático que detendrá la revolución
de la energía limpia, es una de las cuestiones más controvertidas a
día de hoy. Esto ha producido una serie de estudios recientes que
investigan cuestiones complejas sobre los mercados globales de la
energía y la química específica de varios de los gases de efecto
invernadero. La última réplica a este debate ha sido publicada recientemente en nuevo artículo en la revista Nature.
Combinando
al mismo tiempo un conjunto de modelos que proyectan el uso de la
energía, la actividad económica, y sistemas climáticos hasta el
año 2050, el estudio concluye que el gas natural es en esencia
inútil como solución climática a no ser que esté reforzado con
nuevas políticas que disuadan la contaminación del CO2 y promuevan
la inversión en energías renovables.
En
otras palabras, el fracking por sí solo no nos salvará.
“En
ausencia de políticas que ayuden al gas natural a jugar un papel
positivo, las cosas no irán mucho mejor,” dijo Jae Edmonds,
Científico Jefe del Instituto de Investigación del Cambio Global
Conjunto (Joint Global Change Research Institute) y uno de los
autores principales del estudio. “Es una especie
de lavado”.
El
estudio compara dos posibles escenarios: el gas “convencional”,
en el cual el boom del fracking nunca ocurre y el mundo produce gas
esquisto solamente al nivel que puede con las antiguas tecnologías;
y gas “abundante”, donde las provisiones de gas se disparan y el
coste baja hasta que la tecnología del fracking desarrollada en
Estados Unidos se extiende por todo el planeta. Nuestra verdadera
realidad es algún lugar entre esos dos extremos, admite Edmonds; la
idea es establecer un “ejercicio de delimitación” para ver cómo
sería de darse la realización completa de la revolución del gas
esquisto, comparado con una línea de base donde esto no ocurre en absoluto.
La
otra suposición clave que (¡crucemos los dedos!) no se ajusta a la
realidad es que no hubiera ninguna nueva medida política climática
– un precio nacional o global sobre el CO2, por ejemplo, o
nuevos incentivos para las energías renovables – introducida entre
ahora y 2050.
Cuando
se ejecutan estos supuestos, se simulan fluctuaciones en la oferta y
demanda de carbón, petróleo, gas y energías con bajas emisiones de
carbono (incluyendo eólica, solar, geotérmica, hidrotérmica,
biomasa, y nuclear). Esta mezcla de energías se traduce en emisiones
de gases de efecto invernadero, que se traducen a su vez en cambio
climático (“forzamiento” climático, en la jerga científica).
El estudio incluye cinco modelos separados, cada uno diseñado por
equipos diferentes e independientes de científicos, que miden lo
mismo pero están ajustados y calibrados de manera distinta. Los
resultados específicos varían, pero los cinco modelos nos cuentan
la misma historia: para el 2050, las temperaturas globales aumentan
por encima del límite internacional acordado de 2 ºC (3.6 grados
Fahrenheit) tanto en el escenario “convencional” como en el
“abundante”. En otras palabras, usar simplemente más gas
natural, aunque sea para reemplazar a carbón más sucio, tiene un
efecto casi insignificante.
Hay
dos razones para esta conclusión: primero, el gas barato también le
quita cuota de mercado a la energía limpia. Incluso siendo la huella
de carbono del gas aproximadamente la mitad que la del carbón,
obviamente no es tan baja como la de las fuentes de energía eólica,
solar o nuclear, y nunca sería por lo tanto un sustituto permanente
adecuado para ellas. Segundo, la combinación de gas barato y la
ausencia de políticas de eficiencia energética se traducen en un
aumento del total de energía consumida. Juntos, estos dos efectos
contrarrestan cualquier ahorro de carbono resultante de un
alejamiento del carbón.
Se
pueden ver los resultados de los cinco modelos abajo – cada uno
tiene su propia columna vertical. La línea azul es gas “abundante”;
la línea roja es “convencional” (la sombra gris representa el
rango de posibles resultados que se dieron en informes ya existentes
de otros científicos). La primera fila horizontal muestra el consumo
global de gas natural. Como se podría esperar, el tener más gas
natural barato significa que el mundo lo usa más. El aumento del
consumo viene dado en parte porque el gas natural reemplaza
combustibles más caros (para el año 2050, reemplazaría el 18% del
carbón y el 17% de fuentes de baja emisión de carbono). El consumo
de gas también aumentaría en este escenario porque el uso total de
energía también lo haría.
Pero,
en las posteriores filas, las líneas azul y roja se sitúan muy
próximas, lo cual implica que la diferencia entre los escenarios –
y por lo tanto el impacto del generalizado gas natural – es
pequeña. La segunda fila muestra las emisiones globales de carbono;
la tercera muestra el “forzamiento radiativo”, el cual es la
medida científica para el efecto invernadero; y la cuarta muestra el
cambio de temperatura.
McJeon
et al, Nature, 2014
Curiosamente,
los investigadores llegaron a la misma conclusión cuando
recalibraron sus modelos tanto para altos como bajos niveles de
emisiones no intencionadas o fugitivas de metano, el potente gas
invernadero conocido por su filtración en prácticamente cada una de
las etapas del proceso de producción y que es a menudo citado como
argumento contra los supuestos beneficios climáticos del fracking.
En otras palabras, el estudio sugiere que el metano es una pista
falsa: no es la principal razón por la que el fracking no funcione
como solución climática. Por la misma razón, solucionar el
problema del metano no hará al gas natural funcionar como “puente”.
¿Y
cuál es el resultado? ¿Va siendo hora de renunciar al sueño de
Obama de incluir el fracking en nuestro camino hacia un clima
estable? No exactamente. En primer lugar, tal como apunta el analista
de la energía Alex Trembath, del Instituto del Descubrimiento (The
Breakthrough Institute) los modelos toman una serie de supuestos (el
más importante, que los avances tecnológicos reducirán a la mitad
el coste de extracción del gas natural para el año 2050) que son
básicamente imposibles de predecir con certeza.
“Es
exactamente tan realista como cualquier predicción a 40 años
vista,” dice Alex. “Es decir, no muy
instructivo”.
Aun
así, el estudio es útil en cuanto a que añade nuevos datos que
ilustran un fallo en el enfoque en cuanto a la energía de “todas
las anteriores” – un fallo que muchos científicos y analistas de
la energía han apuntado desde hace tiempo. Sin un marco normativo
que marque explícitamente el camino hacia un escenario de abundancia de energía de bajas
emisiones en carbono, inundar simplemente el mercado con gas natural
no es mejor, desde una perspectiva climática, que continuar
dependiendo del carbón.
Por
supuesto, hay otros beneficios en cortar nuestro consumo de carbón.
La contaminación del aire exterior, del cual las plantas de energía
de carbón son su máximo contribuyente, causó cerca de 4 millones
de muertes en todo el mundo en 2012. Las plantas de gas natural
funcionan mejor que el carbón como un apoyo a la energía renovable,
porque pueden ser puestas en funcionamiento mucho más rápido cuando
el sol no brilla o el viento no sopla. Y sin tener en cuenta la
fuente, una abundante y barata energía es una bendición para el 19%
de la población global que hoy vive sin electricidad.
Por
esa razón, el geofísico de la Universidad de Chicago Ray
Pierrehumbert argumenta que los activistas anti-fracking deberían
concentrar su energía en políticas climáticas – él sugiere
impuestos al gas natural y usar los ingresos para mantener a las
renovables. Lo que él no quiere ver es una prohibición al fracking,
lo cual, según él, “sólo significaría más carbón”.
Traducción
de "This New Study Explains Why Fracking Won't Solve Climate Change" publicado en MotherJones el 15 de octubre de 2014, realizada por Vicente Madrigal García, miembro de Traductoras/es en
Acción, la red de traductoras/es e intérpretes voluntarios/as de
Ecologistas en Acción