miércoles, 12 de noviembre de 2014

Las emisiones de metano no son la razón por la que el fracking no es la solución climática


Incluso si resolvemos el problema de las emisiones fugitivas de metano, el gas esquisto por sí solo no nos salvará. Para el presidente Obama, el fracking es un arma clave contra el cambio climático. El abundante gas, según dijo él mismo en el discurso sobre el Estado de la Unión este año, es un “combustible puente” hacia la omnipresente energía renovable – la clave para asegurar el crecimiento económico “con menor contaminación por CO2, causante del cambio climático”.

No todo el mundo está de acuerdo. De hecho, el debate sobre si el gas natural es el antídoto a nuestra mortífera adicción al carbón, o una falsa solución al cambio climático que detendrá la revolución de la energía limpia, es una de las cuestiones más controvertidas a día de hoy. Esto ha producido una serie de estudios recientes que investigan cuestiones complejas sobre los mercados globales de la energía y la química específica de varios de los gases de efecto invernadero. La última réplica a este debate ha sido publicada recientemente en nuevo artículo en la revista Nature.

Combinando al mismo tiempo un conjunto de modelos que proyectan el uso de la energía, la actividad económica, y sistemas climáticos hasta el año 2050, el estudio concluye que el gas natural es en esencia inútil como solución climática a no ser que esté reforzado con nuevas políticas que disuadan la contaminación del CO2 y promuevan la inversión en energías renovables.

En otras palabras, el fracking por sí solo no nos salvará.

En ausencia de políticas que ayuden al gas natural a jugar un papel positivo, las cosas no irán mucho mejor,” dijo Jae Edmonds, Científico Jefe del Instituto de Investigación del Cambio Global Conjunto (Joint Global Change Research Institute) y uno de los autores principales del estudio. “Es una especie de lavado”.

El estudio compara dos posibles escenarios: el gas “convencional”, en el cual el boom del fracking nunca ocurre y el mundo produce gas esquisto solamente al nivel que puede con las antiguas tecnologías; y gas “abundante”, donde las provisiones de gas se disparan y el coste baja hasta que la tecnología del fracking desarrollada en Estados Unidos se extiende por todo el planeta. Nuestra verdadera realidad es algún lugar entre esos dos extremos, admite Edmonds; la idea es establecer un “ejercicio de delimitación” para ver cómo sería de darse la realización completa de la revolución del gas esquisto, comparado con una línea de base donde esto no ocurre en absoluto.

La otra suposición clave que (¡crucemos los dedos!) no se ajusta a la realidad es que no hubiera ninguna nueva medida política climática – un precio nacional o global sobre el CO2, por ejemplo, o nuevos incentivos para las energías renovables – introducida entre ahora y 2050.

Cuando se ejecutan estos supuestos, se simulan fluctuaciones en la oferta y demanda de carbón, petróleo, gas y energías con bajas emisiones de carbono (incluyendo eólica, solar, geotérmica, hidrotérmica, biomasa, y nuclear). Esta mezcla de energías se traduce en emisiones de gases de efecto invernadero, que se traducen a su vez en cambio climático (“forzamiento” climático, en la jerga científica). El estudio incluye cinco modelos separados, cada uno diseñado por equipos diferentes e independientes de científicos, que miden lo mismo pero están ajustados y calibrados de manera distinta. Los resultados específicos varían, pero los cinco modelos nos cuentan la misma historia: para el 2050, las temperaturas globales aumentan por encima del límite internacional acordado de 2 ºC (3.6 grados Fahrenheit) tanto en el escenario “convencional” como en el “abundante”. En otras palabras, usar simplemente más gas natural, aunque sea para reemplazar a carbón más sucio, tiene un efecto casi insignificante.

Hay dos razones para esta conclusión: primero, el gas barato también le quita cuota de mercado a la energía limpia. Incluso siendo la huella de carbono del gas aproximadamente la mitad que la del carbón, obviamente no es tan baja como la de las fuentes de energía eólica, solar o nuclear, y nunca sería por lo tanto un sustituto permanente adecuado para ellas. Segundo, la combinación de gas barato y la ausencia de políticas de eficiencia energética se traducen en un aumento del total de energía consumida. Juntos, estos dos efectos contrarrestan cualquier ahorro de carbono resultante de un alejamiento del carbón.

Se pueden ver los resultados de los cinco modelos abajo – cada uno tiene su propia columna vertical. La línea azul es gas “abundante”; la línea roja es “convencional” (la sombra gris representa el rango de posibles resultados que se dieron en informes ya existentes de otros científicos). La primera fila horizontal muestra el consumo global de gas natural. Como se podría esperar, el tener más gas natural barato significa que el mundo lo usa más. El aumento del consumo viene dado en parte porque el gas natural reemplaza combustibles más caros (para el año 2050, reemplazaría el 18% del carbón y el 17% de fuentes de baja emisión de carbono). El consumo de gas también aumentaría en este escenario porque el uso total de energía también lo haría.
Pero, en las posteriores filas, las líneas azul y roja se sitúan muy próximas, lo cual implica que la diferencia entre los escenarios – y por lo tanto el impacto del generalizado gas natural – es pequeña. La segunda fila muestra las emisiones globales de carbono; la tercera muestra el “forzamiento radiativo”, el cual es la medida científica para el efecto invernadero; y la cuarta muestra el cambio de temperatura.

nat gas charts
McJeon et al, Nature, 2014


Curiosamente, los investigadores llegaron a la misma conclusión cuando recalibraron sus modelos tanto para altos como bajos niveles de emisiones no intencionadas o fugitivas de metano, el potente gas invernadero conocido por su filtración en prácticamente cada una de las etapas del proceso de producción y que es a menudo citado como argumento contra los supuestos beneficios climáticos del fracking. En otras palabras, el estudio sugiere que el metano es una pista falsa: no es la principal razón por la que el fracking no funcione como solución climática. Por la misma razón, solucionar el problema del metano no hará al gas natural funcionar como “puente”.

¿Y cuál es el resultado? ¿Va siendo hora de renunciar al sueño de Obama de incluir el fracking en nuestro camino hacia un clima estable? No exactamente. En primer lugar, tal como apunta el analista de la energía Alex Trembath, del Instituto del Descubrimiento (The Breakthrough Institute) los modelos toman una serie de supuestos (el más importante, que los avances tecnológicos reducirán a la mitad el coste de extracción del gas natural para el año 2050) que son básicamente imposibles de predecir con certeza.

Es exactamente tan realista como cualquier predicción a 40 años vista,” dice Alex. “Es decir, no muy instructivo”.

Aun así, el estudio es útil en cuanto a que añade nuevos datos que ilustran un fallo en el enfoque en cuanto a la energía de “todas las anteriores” – un fallo que muchos científicos y analistas de la energía han apuntado desde hace tiempo. Sin un marco normativo que marque explícitamente el camino hacia un escenario de abundancia de energía de bajas emisiones en carbono, inundar simplemente el mercado con gas natural no es mejor, desde una perspectiva climática, que continuar dependiendo del carbón.
Por supuesto, hay otros beneficios en cortar nuestro consumo de carbón. La contaminación del aire exterior, del cual las plantas de energía de carbón son su máximo contribuyente, causó cerca de 4 millones de muertes en todo el mundo en 2012. Las plantas de gas natural funcionan mejor que el carbón como un apoyo a la energía renovable, porque pueden ser puestas en funcionamiento mucho más rápido cuando el sol no brilla o el viento no sopla. Y sin tener en cuenta la fuente, una abundante y barata energía es una bendición para el 19% de la población global que hoy vive sin electricidad.
Por esa razón, el geofísico de la Universidad de Chicago Ray Pierrehumbert argumenta que los activistas anti-fracking deberían concentrar su energía en políticas climáticas – él sugiere impuestos al gas natural y usar los ingresos para mantener a las renovables. Lo que él no quiere ver es una prohibición al fracking, lo cual, según él, “sólo significaría más carbón”.



Traducción de "This New Study Explains Why Fracking Won't Solve Climate Change" publicado en MotherJones el 15 de octubre de 2014, realizada por Vicente Madrigal García, miembro de Traductoras/es en Acción, la red de traductoras/es e intérpretes voluntarios/as de Ecologistas en Acción