sábado, 9 de noviembre de 2013

La inminente burbuja de los activos del carbono



Traducción del artículo "The Coming Carbon Asset Bubble" publicado por Al Gore y David Blood en The Wall Street Journal el 29 de octubre de 2013)Las inversiones en combustibles fósiles están avocadas a perder su valor económico. Los inversores deben ajustarlas ahora.
Tras la crisis crediticia y la Gran Recesión, parece ridículo haber pensado que invertir en las hipotecas de alto riesgo fuese una buena idea. Como con la mayoría de las “burbujas” del mercado, el riesgo de dar 7,5 millones de hipotecas a personas que probablemente no pudiesen pagarlas era, en cierto modo, invisible para muchos inversores por entonces.

Una de las razones por las que se forman esas burbujas es la tendencia de muchos inversores a confundir “riesgo” con “incertidumbre”. Como promulgó el economista Frank Knight, existe una sutil pero crucial diferencia entre ambos términos: incertidumbre es lo que los buenos inversores suelen temer más porque no puede medirse o tasarse como sí puede hacerse con el riesgo. Pero cuando los inversores confunden riesgo con incertidumbre, se vuelven vulnerables a la suposición de que como no puede medirse, también pueden ignorarlo.

Esto es exactamente lo que está ocurriendo con la burbuja de los activos de alto riesgo del carbono: todavía está creciendo porque la mayoría de los participantes en el mercado están tratando erróneamente el riesgo del carbono como una incertidumbre y por eso no lo están incorporando en los análisis de las inversiones. Ignorando un conocido factor material-riesgo, los inversores exponen sus carteras de valores a una externalidad que debería integrarse en el proceso de asignación de capital.

Esta es la relevancia del carbono en las inversiones: existe un consenso dentro de la comunidad científica que el aumento de más de 2°C en la temperatura mundial posiblemente cause un daño devastador e irreversible al planeta. Medidas fiables dejan claro que fácilmente cruzaremos ese umbral en un futuro cercano a nuestro ritmo actual de emisiones de CO2. Así que en un esfuerzo para evitarlo, la Agencia Internacional de la Energía ha calculado un “Presupuesto mundial del carbono” que tiene capacidad para la quema de solo un tercio de las reservas existentes de combustibles fósiles hasta 2050. Dicho de otro modo, al menos dos tercios de las reservas de combustibles fósiles no se monetizarán si vamos a permanecer por debajo de los 2°C de calentamiento (creando “activos obsoletos del carbono”).

Un activo obsoleto es el que pierde valor económico mucho antes de su vida útil esperada. Los activos obsoletos del carbono incluyen los combustibles fósiles y aquellos activos que, dada su dependencia a los combustibles fósiles, emiten mucho CO2. No todos los activos con gran dependencia del carbono se crean de igual manera y es razonable suponer que en escenarios con limitaciones en la emisión de carbono los proyectos con el perfil más alto en el umbral de rentabilidad y de emisiones se quedarán obsoletos primero.

Muchos inversores citan lo que creemos que es una visión mal informada de que los activos del carbono no son vulnerables a quedarse obsoletos hasta que un precio significativo del carbono se ejecute mediante un acuerdo global. Si bien un precio global sobre el carbono sin duda sería importante, creemos que los inversores están equivocados al asumir que es el único camino para dejar obsoletos los activos del carbono. Creemos que una estrategia así es imprudente y cada vez más temeraria por tres grandes razones:

La primera es la regulación que podría dejar obsoletos a los activos de varias maneras: la regulación directa del carbono dirigida por las autoridades a nivel local, nacional, regional o mundial; la regulación indirecta a través del incremento en los controles de la contaminación, límites en el uso del agua o políticas enfocadas en las preocupaciones de la salud; y mandatos sobre la adopción de energías renovables y los niveles de eficiencia. Incluso la amenaza de la inminente regulación crea incertidumbre para activos con gran dependencia del carbono de larga vigencia.

Segundo, los activos pueden quedarse obsoletos como resultado de las fuerzas de los mercados. Las tecnologías renovables ya son económicamente competitivas en varios países sin subsidios comparadas con los combustibles fósiles. Esta competitividad en el coste, junto con la capacidad de asegurar unos precios de la energía estables a largo plazo y un aumento en los modelos de distribución energética, puede continuar con el cambio en la distribución del capital lejos de los combustibles fósiles.

Tercero, las presiones sociopolíticas (por ejemplo, las campañas de liquidación de los combustibles fósiles, la defensa del medio ambiente, las protestas populares y el cambio en la opinión pública) podrían crear un ambiente en el que los negocios dependientes del carbono pudiesen perder sus “licencias para operar”, de esta manera quedando obsoletos los activos.

Retrasar las acciones para mitigar el cambio climático no retrasará el propio cambio climático. En sí, los inversores pueden dejar obsoletos ahora los activos de la energía proveniente de los combustibles fósiles o absorber el coste de la inactividad al dejar mucho más obsoletas las industrias y estas clases de activos en el futuro. El caso para incorporar el riesgo del carbono tanto en las valoraciones de equidad y de deuda ahora es uno de los tratamientos prudentes del riesgo a corto y largo plazo. Existen cuatro formas principales por las que los inversores pueden conseguir esto:

Primero, identificar los riesgos de los activos del carbono en las carteras de valores. Como mínimo, los inversores deberían determinar cómo de integrado está el riesgo del carbono en las inversiones actuales y futuras. Esto puede conseguirse, por ejemplo, teniendo en cuenta los motores principales de la base de actuales y futuros activos en el contexto de los riesgos del carbono y desarrollando herramientas que cuantifiquen los riesgos para las valoraciones. Cabe mencionar que los fondos pasivos basados en el seguimiento de índices deberían identificar su exposición a los riesgos del carbono ya que también son susceptibles de quedarse obsoletos puesto que los activos dependientes de los combustibles fósiles hacen aproximadamente el 10%-30% de la mayoría de los principales mercados.

Segundo, involucrar a las juntas de administración y los ejecutivos en los planes para mitigar y revelar los riesgos del carbono. Los inversores deberían hacer preguntas como: ¿Tienen las compañías un precio sombra del carbón (si no, ¿por qué?) y cuál es su impacto en su situación de caja? ¿Cuál es la cantidad de carbono que piensan quemar y cómo se relaciona con su plan estratégico a largo plazo? Los inversores deberían presionar a los equipos ejecutivos para alejar el flujo de caja de las inversiones de capital fijo en el desarrollo de los combustibles fósiles y llevarlo hacia usos más productivos en el contexto de una transición a una economía con bajas emisiones de carbono.

Tercero, diversificar las inversiones en oportunidades posicionadas para lograr esta economía con bajas emisiones de carbono. Los inversores deberían alejar sus carteras de valores lejos de los activos con grandes riesgos del carbono y llevarlas a activos con emisiones bajas o nulas de carbono. Los inversores tienen la oportunidad de invertir en soluciones emergentes: generación de energía (por ejemplo, solar, eólica, geotérmica), edificios (por ejemplo, materiales aislantes, iluminación, medición) y transporte (por ejemplo, motores, vehículos eléctricos, logística de las flotas). Esta estrategia de prevención amortiguará el impacto que un suceso con gran riesgo del carbono podría tener en una cartera de valores mientras potencialmente se mantienen los beneficios de la transición alejados de los activos de los combustibles fósiles.

Cuarto, deshacerse de los activos derivados de los combustibles fósiles. Sin duda, esta es la forma más segura de reducir el riesgo del carbono, aunque reconocemos que puede ser complicado y difícil para muchos dueños de activos. Una transición así se puede realizar en diferentes fases a lo largo de varios años y hay gradaciones. Se puede realizar un desarrollo temprano y fácil deshaciéndose al menos de la mayoría de las formas de energía con grandes emisiones (en especial, porque es probable que se queden obsoletas mucho antes que los combustibles fósiles que emiten menos carbono).

En palabras del Presidente de EE.UU. John F. Kennedy: ‘Un plan de acción tiene riesgos y costes, pero a largo plazo son mucho menores que los riesgos y costes de una cómoda inacción.’ La transición hacia un futuro con bajas emisiones de carbono revolucionará la economía mundial y presentará significativas oportunidades para mayores rendimientos de las inversiones. Sin embargo, los inversores también deben reconocer que el riesgo del carbono es real y está creciendo. La inacción ya no es prudente.

Al Gore es un antiguo vicepresidente de los Estados Unidos y ahora es el presidente de Generation Investment Management. David Blood es socio principal de Generation Investment Management.

Traducido por Manuel Escudero, miembro de Traductoras/es en Acción, la red de traductoras/es voluntarias/os de Ecologistas en Acción