Traducción del artículo "The Coming Carbon Asset Bubble" publicado por Al Gore y David Blood en The Wall Street Journal el 29 de octubre de 2013)Las
inversiones en combustibles fósiles están avocadas a perder su
valor económico. Los
inversores deben ajustarlas ahora.
Tras
la crisis crediticia y la Gran Recesión, parece ridículo haber
pensado que invertir en las hipotecas de alto riesgo fuese una buena
idea. Como con la mayoría de las “burbujas” del mercado, el
riesgo de dar 7,5 millones de hipotecas a personas que probablemente
no pudiesen pagarlas era, en cierto modo, invisible para muchos
inversores por entonces.
Una
de las razones por las que se forman esas burbujas es la tendencia de
muchos inversores a confundir “riesgo” con “incertidumbre”.
Como promulgó el economista Frank Knight, existe una sutil pero
crucial diferencia entre ambos términos: incertidumbre es lo que los
buenos inversores suelen temer más porque no puede medirse o tasarse
como sí puede hacerse con el riesgo. Pero cuando los inversores
confunden riesgo con incertidumbre, se vuelven vulnerables a la
suposición de que como no puede medirse, también pueden ignorarlo.
Esto
es exactamente lo que está ocurriendo con la burbuja de los activos
de alto riesgo del carbono: todavía está creciendo porque la
mayoría de los participantes en el mercado están tratando
erróneamente el riesgo del carbono como una incertidumbre y por eso
no lo están incorporando en los análisis de las inversiones.
Ignorando un conocido factor material-riesgo, los inversores exponen
sus carteras de valores a una externalidad que debería integrarse en
el proceso de asignación de capital.
Esta
es la relevancia del carbono en las inversiones: existe un consenso
dentro de la comunidad científica que el aumento de más de 2°C en
la temperatura mundial posiblemente cause un daño devastador e
irreversible al planeta. Medidas fiables dejan claro que fácilmente
cruzaremos ese umbral en un futuro cercano a nuestro ritmo actual de
emisiones de CO2. Así que en un esfuerzo para evitarlo, la Agencia
Internacional de la Energía ha calculado un “Presupuesto mundial
del carbono” que tiene capacidad para la quema de solo un tercio de
las reservas existentes de combustibles fósiles hasta 2050. Dicho de
otro modo, al menos dos tercios de las reservas de combustibles
fósiles no se monetizarán si vamos a permanecer por debajo de los
2°C de calentamiento (creando “activos obsoletos del carbono”).
Un
activo obsoleto es el que pierde valor económico mucho antes de su
vida útil esperada. Los activos obsoletos del carbono incluyen los
combustibles fósiles y aquellos activos que, dada su dependencia a
los combustibles fósiles, emiten mucho CO2. No todos los activos con
gran dependencia del carbono se crean de igual manera y es razonable
suponer que en escenarios con limitaciones en la emisión de carbono
los proyectos con el perfil más alto en el umbral de rentabilidad y
de emisiones se quedarán obsoletos primero.
Muchos
inversores citan lo que creemos que es una visión mal informada de
que los activos del carbono no son vulnerables a quedarse obsoletos
hasta que un precio significativo del carbono se ejecute mediante un
acuerdo global. Si bien un precio global sobre el carbono sin duda
sería importante, creemos que los inversores están equivocados al
asumir que es el único camino para dejar obsoletos los activos del
carbono. Creemos que una estrategia así es imprudente y cada vez más
temeraria por tres grandes razones:
La
primera es la regulación que podría dejar obsoletos a los activos
de varias maneras: la regulación directa del carbono dirigida por
las autoridades a nivel local, nacional, regional o mundial; la
regulación indirecta a través del incremento en los controles de la
contaminación, límites en el uso del agua o políticas enfocadas en
las preocupaciones de la salud; y mandatos sobre la adopción de
energías renovables y los niveles de eficiencia. Incluso la amenaza
de la inminente regulación crea incertidumbre para activos con gran
dependencia del carbono de larga vigencia.
Segundo,
los activos pueden quedarse obsoletos como resultado de las fuerzas
de los mercados. Las tecnologías renovables ya son económicamente
competitivas en varios países sin subsidios comparadas con los
combustibles fósiles. Esta competitividad en el coste, junto con la
capacidad de asegurar unos precios de la energía estables a largo
plazo y un aumento en los modelos de distribución energética, puede
continuar con el cambio en la distribución del capital lejos de los
combustibles fósiles.
Tercero,
las presiones sociopolíticas (por ejemplo, las campañas de
liquidación de los combustibles fósiles, la defensa del medio
ambiente, las protestas populares y el cambio en la opinión pública)
podrían crear un ambiente en el que los negocios dependientes del
carbono pudiesen perder sus “licencias para operar”, de esta
manera quedando obsoletos los activos.
Retrasar
las acciones para mitigar el cambio climático no retrasará el
propio cambio climático. En sí, los inversores pueden dejar
obsoletos ahora los activos de la energía proveniente de los
combustibles fósiles o absorber el coste de la inactividad al dejar
mucho más obsoletas las industrias y estas clases de activos en el
futuro. El caso para incorporar el riesgo del carbono tanto en las
valoraciones de equidad y de deuda ahora es uno de los tratamientos
prudentes del riesgo a corto y largo plazo. Existen cuatro formas
principales por las que los inversores pueden conseguir esto:
Primero,
identificar los riesgos de los activos del carbono en las carteras de
valores. Como mínimo, los inversores deberían determinar cómo de
integrado está el riesgo del carbono en las inversiones actuales y
futuras. Esto puede conseguirse, por ejemplo, teniendo en cuenta los
motores principales de la base de actuales y futuros activos en el
contexto de los riesgos del carbono y desarrollando herramientas que
cuantifiquen los riesgos para las valoraciones. Cabe mencionar que
los fondos pasivos basados en el seguimiento de índices deberían
identificar su exposición a los riesgos del carbono ya que también
son susceptibles de quedarse obsoletos puesto que los activos
dependientes de los combustibles fósiles hacen aproximadamente el
10%-30% de la mayoría de los principales mercados.
Segundo,
involucrar a las juntas de administración y los ejecutivos en los
planes para mitigar y revelar los riesgos del carbono. Los inversores
deberían hacer preguntas como: ¿Tienen las compañías un precio
sombra del carbón (si no, ¿por qué?) y cuál es su impacto en su
situación de caja? ¿Cuál es la cantidad de carbono que piensan
quemar y cómo se relaciona con su plan estratégico a largo plazo?
Los inversores deberían presionar a los equipos ejecutivos para
alejar el flujo de caja de las inversiones de capital fijo en el
desarrollo de los combustibles fósiles y llevarlo hacia usos más
productivos en el contexto de una transición a una economía con
bajas emisiones de carbono.
Tercero,
diversificar las inversiones en oportunidades posicionadas para
lograr esta economía con bajas emisiones de carbono. Los inversores
deberían alejar sus carteras de valores lejos de los activos con
grandes riesgos del carbono y llevarlas a activos con emisiones bajas
o nulas de carbono. Los inversores tienen la oportunidad de invertir
en soluciones emergentes: generación de energía (por ejemplo,
solar, eólica, geotérmica), edificios (por ejemplo, materiales
aislantes, iluminación, medición) y transporte (por ejemplo,
motores, vehículos eléctricos, logística de las flotas). Esta
estrategia de prevención amortiguará el impacto que un suceso con
gran riesgo del carbono podría tener en una cartera de valores
mientras potencialmente se mantienen los beneficios de la transición
alejados de los activos de los combustibles fósiles.
Cuarto,
deshacerse de los activos derivados de los combustibles fósiles. Sin
duda, esta es la forma más segura de reducir el riesgo del carbono,
aunque reconocemos que puede ser complicado y difícil para muchos
dueños de activos. Una transición así se puede realizar en
diferentes fases a lo largo de varios años y hay gradaciones. Se
puede realizar un desarrollo temprano y fácil deshaciéndose al
menos de la mayoría de las formas de energía con grandes emisiones
(en especial, porque es probable que se queden obsoletas mucho antes
que los combustibles fósiles que emiten menos carbono).
En
palabras del Presidente de EE.UU. John F. Kennedy: ‘Un plan de
acción tiene riesgos y costes, pero a largo plazo son mucho menores
que los riesgos y costes de una cómoda inacción.’ La transición
hacia un futuro con bajas emisiones de carbono revolucionará la
economía mundial y presentará significativas oportunidades para
mayores rendimientos de las inversiones. Sin embargo, los inversores
también deben reconocer que el riesgo del carbono es real y está
creciendo. La inacción ya no es prudente.
Al
Gore es un antiguo vicepresidente de los Estados Unidos y ahora es el
presidente de Generation Investment Management. David Blood es socio
principal de Generation Investment Management.
Traducido
por Manuel Escudero, miembro de Traductoras/es en Acción, la red de
traductoras/es voluntarias/os de Ecologistas en Acción