sábado, 25 de agosto de 2018
Ante la presión de Trump, Alemania planea importar gas proveniente del fracking
Mientras Europa sufre una ola de calor sin precedentes, Alemania ha aceptado construir su primera terminal de gas natural licuado. Probablemente debido a la presión de Washington, afirma L. Michael Buchsbaum.
¿Se doblegará Alemania ante la presión de Trump y construirá una infraestructura de gas proveniente del fracking?
En lugar de respaldar los ideales de la Energiewende (Transición energética), los políticos alemanes se están alineando para anunciar su apoyo a la construcción de la primera terminal de gas natural licuado (GNL) del país.
Diseñada para almacenar el gas de minas estadounidenses, probablemente se construirá en Brunsbüttel, en el Mar del Norte, cerca de Hamburgo. Sin una gran oposición, la instalación de 450 millones de euros podría empezar a funcionar en 2022. Aunque no se encuentra entre los países que más electricidad generan, Alemania sigue siendo el mayor consumidor de gas natural de Europa.
La noticia de la terminal se produce pocos días después de que el presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker y Trump declararan una semi-tregua ante la amenaza de guerra comercial. La Comisión Europea acordó, entre otras cosas, "importar más gas natural licuado (GNL) de los Estados Unidos, en vez de diversificar su suministro de energía ".
Jactándose de que Europa pronto se convertiría en un "comprador compulsivo" de GNL proveniente de Estados Unidos, la victoria de Trump se produce tras su afirmación de que Alemania depende de la energía rusa. Esto ha permitido a los partidarios de la terminal propuesta venderla como algo que ayuda a la independencia energética de Alemania.
Sin embargo, la estrategia de apaciguamiento de la Comisión Europea con el cada vez más despótico Trump solo lo ha envalentonado para amenazar con sanciones económicas adicionales sobre cuestiones como el comercio de Alemania con Irán.
Además, poco se habla de los verdaderos costos de producción de gas proveniente del fracking. Si bien la combustión genera aproximadamente un 50% menos de CO2 que el carbón, cuando se tienen en cuenta las grandes cantidades de metano emitido que se escapa a lo largo de las rutas de producción y tránsito, su supuesta ventaja ambiental desaparece por completo, al ser un gas de efecto invernadero con un elevado potencial de calentamiento.
Además, a nivel mundial el gas que proviene de Estados Unidos es la antítesis absoluta de la energía limpia. Dicho gas está ampliamente exento de las medidas clave de los Acuerdos de Agua Limpia y Aire Limpio de los EE. UU; utiliza y desperdicia permanentemente miles de millones de litros de agua dulce; libera cantidades incalculables de compuestos orgánicos volátiles (VOC) y otros contaminantes transportados por el aire; ensucia y destruye los acuíferos y otras fuentes de agua; causa terremotos; destruye la fauna; produce enfermedades en las personas que viven y trabajan alrededor de los pozos, entre otros muchos problemas.
Aunque los grupos ecologistas más importantes alguna vez aceptaron la idea de que el gas natural fuera un combustible puente (carbón) para llegar a los renovables, desde Sierra Club hasta WWF, ninguna organización mantiene esa falsa suposición a día de hoy.
El auge del fracking comenzó con George W. Bush y Dick Cheney y creció con Obama, pero desde que llegaron Trump y su Agencia de Protección Ambiental (EPA) se ha destruido cualquier propuesta medioambiental sostenible. En junio derogaron las regulaciones de metano anunciadas al final del mandato de Obama, iniciadas bajo la presión de grupos ecologistas y científicos. Alemania, sin embargo, ha aplazado el uso del fracking debido a sus consecuencias ambientales.
Tras considerar el acuerdo de la Comisión Europea con Trump como un "avance", Handelsblatt informa de que el ministro de economía alemán, Peter Altmaier, ha insistido en varias ocasiones en que su gobierno no se opone a los envíos de LNG desde EEUU.
No es de extrañar que los grupos ecologistas alemanes e internacionales no sean tan entusiastas. Afirman que la expansión de la infraestructura de gas -incluidas las terminales de GNL- "no sirven para la protección climática y la transición energética", muchos temen que aumentar la disponibilidad de gas barato solo fomente su uso como materia prima para la producción barata de plásticos, petroquímicos y fertilizantes artificiales. Una coalición de diez iniciativas de ciudadanos del norte de Alemania y la organización Food & Water Europe se han comprometido a luchar contra el proyecto de GNL.
A nivel mundial, grupos como Friends of the Earth, 350.org, Center for Biological Diversity y muchos otros grupos locales están luchando contra la infraestructura de gas en todo el mundo. Todos ellos están en contra de un estudio reciente de Estados Unidos que respalda el GNL porque no tiene en cuenta los crecientes costos económicos del caos climático impulsado por los combustibles fósiles, incluidos los acontecimientos ocurridos a causa del calentamiento global (véase, por ejemplo, este verano). El estudio tampoco comparó de manera realista los costos de producción y envío de gas natural con los costos rápidamente decrecientes de las fuentes de energía limpia, como la energía eólica y solar más el almacenamiento.
En cambio, según un nuevo estudio encargado por RWTH Aachen University en nombre de la industria alemana de gas natural, las plantas de energía de gas podrían reemplazar a las centrales de carbón sin poner en peligro el suministro de energía. Sin mencionar el metano o su equivalente de CO2, el estudio establece que reemplazar la generación de energía basada en lignito con plantas de energía de gas comenzando en 2020 podría ahorrar aproximadamente 70 millones de toneladas de emisiones de dióxido de carbono cada año.
"Con la sustitución del lignito por el gas natural, Alemania se acerca a sus objetivos de protección climática con costos económicos relativamente bajos", dijo el Director de la Asociación Alemana de Gas y Agua (DVGW), Gerald Linke. Días después, citando los supuestos beneficios para el cambio climático, una planta de energía de carbón en Herne, Renania del Norte-Westfalia, anunció sus planes para ser reconstruida como una de las plantas más grandes de gas natural de Alemania, recoge el periódico Handelsblatt Online.
Sin embargo, según los promotores, la construcción de la instalación de Brunsbüttel depende en gran parte del apoyo público. German LNG Terminal, la empresa que lo promociona, es un consorcio que reúne a Gasunie, un proveedor holandés de gas, Oiltanking GmbH, un transportista alemán de petróleo y gas, y Vopak, una empresa holandesa de almacenamiento de tanques. A pesar de los supuestos beneficios económicos y climáticos del GNL, "la compañía se mostró reacia a hablar con Handelsblatt sobre el proyecto: las fuentes de la industria dicen que está preocupada por ser públicamente asociada con el gas natural derivado del fracking estadounidense.
Andy Gheorghiu, Asesor de Político y participante en la campaña Food & Water Europe, ve el nuevo proyecto como parte de una "estrategia confusa y corrosiva que Alemania tiene con el gas, la seguridad energética y la diversificación", condicionada por la dependencia del gas proveniente de Rusia. En un intercambio de correos electrónicos con el autor, Gheorghiu argumentó que "si la gente alemana y europea no comienza a obligar a Alemania a cuestionar seriamente su adicción al gas, la Unión Europea en su conjunto no podrá alcanzar los objetivos climáticos necesarios de acuerdo con el Acuerdo de París".
Si Alemania hablara en serio sobre la independencia energética y el cambio climático, invertiría en eficiencia energética, transporte y energías renovables, y no en ceder ante la presión de Trump.
Traducción del artículo "Under pressure from Trump, Germany plans to import fracked gas" publicado el 13 de agosto de 2018 en Energy transition.