En los últimos días diversos medios de comunicación han vuelto a dar pábulo al bulo lanzado en junio por el ex-Secretario general de la OTAN Rasmussen sobre las conexiones entre el movimiento antifracking y el gobierno ruso, que buscaría a través de su apoyo a este movimiento fortalecer su posición geostratégica en el mercado de la energía, en relación a sus reservas de gas convencional. Las autoridades rumanas y lituanas han alentado esta teoría conspirativa, como podemos leer en este artículo publicado hoy en nuestro blog.
Vlasa Mircia, el alcalde de este pueblo del este de
Rumanía asolado por la pobreza, creyó que se había hecho de oro
cuando el gigante energético estadounidense Chevron apareció allí
el año pasado y arrendó un terreno de su propiedad con el fin de
llevar a cabo perforaciones de exploración de gas de esquisto.
Pero
el encuentro entre la gran empresa y la Rumanía rural se convirtió
rápidamente en una pesadilla. El pueblo se transformó en un imán
para activistas de todo el país contrarios a la fracturación
hidráulica, o fracking, y se produjeron violentos enfrentamientos
entre la policía y los manifestantes. El alcalde, uno de los pocos
habitantes locales que públicamente apoyaron a Chevron, fue
expulsado de la ciudad y tachado de traidor corrupto en lo que los
activistas definen como una lucha de David contra Goliat entre los
agricultores empobrecidos y el corporativismo estadounidense.
“Estaba
conmocionado”, recordó el alcalde, ahora ya de vuelta en su
despacho en la principal, y de hecho única, calle de Pungesti. “Aquí
nunca habíamos tenido manifestantes y de repente se encontraban por
todas partes”.
Las
autoridades rumanas, entre las que se incluye el primer ministro,
apuntan a una campaña de protesta misteriosamente bien financiada y
organizada, y afirman que en la lucha en torno a la fracturación
hidráulica en Europa sí existe un Goliat, pero no se trata de la
empresa estadounidense Chevron sino de la rusa Gazprom, un gigante
energético estatal que tiene un claro interés en evitar que los
países dependientes del gas natural ruso desarrollen sus propias
fuentes de energía alternativas, afirman, y así mantener un mercado
lucrativo para ellos y una potente herramienta de política exterior
para el Kremlin.
“Todo
lo que ha salido mal es por Gazprom”, declaró Mircia.
Esta
convicción de que Rusia está alimentando las protestas, compartida
por las autoridades de Lituania, país en el cual Chevron también se
encontró con una ola de protestas inusualmente exacerbadas y del que
decidió entonces retirarse, aún no ha sido respaldada por ninguna
evidencia clara. Además, Gazprom ha negado las acusaciones que
versan sobre ellos por la financiación de las protestas contra la
fracturación hidráulica. Pero las evidencias circunstanciales,
además de una gran dosis de desconfianza al más puro estilo “guerra
fría”, se han sumado a la preocupación cada vez mayor por la
intromisión encubierta de Rusia para bloquear las amenazas que se
ciernen sobre su dominio energético en Europa.
Antes
de dimitir en septiembre como secretario general de la OTAN, Anders
Fogh Rasmussen, en Londres, se hizo eco de esta preocupación, con
comentarios que señalaban a Rusia y enfurecieron a los ecologistas.
“Rusia,
como parte de sus sofisticadas operaciones de información y
desinformación, ha participado activamente con las llamadas
organizaciones no gubernamentales -organizaciones ecologistas que
actúan en contra del gas de esquisto- para mantener la dependencia
del gas importado de Rusia”, dijo Rasmussen, aunque no presentó
ninguna prueba al respecto y afirmó que esta declaración se basaba
en la información proporcionada por los aliados de la OTAN.
Las
acciones rusas en Ucrania han estado alimentando lo que grupos
ecologistas denuncian como un delirio paranoide. El presidente de
Rusia, Vladimir V. Putin, antiguo oficial de la KGB, ha desplegado en
la zona, de manera sigilosa y engañosa, un poderoso arsenal para,
primero, anexar Crimea en marzo y, más recientemente, para instigar
una rebelión separatista armada en el este del país.
“Preservar
esta dependencia económica es crucial para Rusia. Está jugando
sucio”, dijo Iulian Iancu, presidente del Comité de Industria del
Parlamento rumano y firme creyente de la implicación de Rusia en
las movilizaciones en contra de la exploración de gas de esquisto en
Europa del Este. Reconoció que no tenía ninguna prueba directa que
respaldara tal alegación, ni siquiera por la acusación que efectuó
recientemente en el Parlamento de que Gazprom había gastado 82
millones de euros (alrededor de 100 millones de dólares), para
financiar las actividades de oposición a la fracturación hidráulica
en toda Europa.
“Debemos
ser conscientes de la inteligencia con la que operan sus servicios
secretos”, añadió. “Siempre actúan en la sombra”.
Lo
que se ha convertido en una ola de protestas contra la fracturación
hidráulica en Europa del Este, donde los países son más
dependientes de la energía rusa, comenzó hace tres años en
Bulgaria, estado miembro de la Unión Europea pero mucho más
favorable a los intereses rusos que cualquier otro estado de los 28
que la forman. Ante un aumento repentino de las protestas callejeras
por parte de activistas, muchos de los cuales habían mostrado poco
interés en temas medioambientales hasta entonces, el gobierno
búlgaro prohibió en el año 2012 las actividades de fracturación
hidráulica y anuló un permiso de exploración de gas de esquisto
previamente concedido a Chevron.
George
Epurescu, presidente de Rumanía Sin Ellos, organización rumana que
ha jugado un importante papel en la movilización de la oposición a
Chevron en Pungesti, declaró que su grupo, creado en 2011 para
protestar contra la corrupción, derivó su atención hacia la lucha
contra la fracturación hidráulica tras “habernos enterado del
problema del gas de esquisto” a través de activistas búlgaros.
Calificó las acusaciones que versan sobre la implicación rusa de
una sórdida estratagema destinada a desacreditar el movimiento
contra la fracturación hidráulica. “Es muy sencillo: cuando se
pone a Rusia en la balanza, el argumento gana peso”, dijo, y añadió
que Rumania, a diferencia de Bulgaria, tiene una larga historia de
resentimiento hacia Rusia que provoca que su gente desconfíe de todo
lo que venga de Moscú.
Epurescu,
que trabaja en un instituto científico de Bucarest, dijo que su
grupo no recibe financiación rusa o externa de ningún tipo más
allá de pequeñas donaciones de activistas. Declaró que la mayor
parte de su dinero provenía de su propio sueldo: “Como se puede
ver, no tenemos demasiados fondos”, dijo, sentado en la
destartalada y única sala, equipada con unos cuantos ordenadores
viejos, que forma la sede del grupo.
Rumanía
ya es mucho menos dependiente de la energía rusa de lo que lo son
Bulgaria y otros países de la región, pero un fuerte aumento de la
producción nacional le permitiría exportar energía a la vecina
Moldavia y debilitar lo que es un importante objetivo de la política
exterior rusa. Al igual que Ucrania, Moldavia se ha ido alejando de
Moscú mientras se inclinaba cada vez más hacia la Unión Europea, y
ha sido objeto de una fuerte presión, especialmente a través de los
precios del gas, con el objeto de seguir manteniéndola dentro de la
órbita económica y política de Rusia.
“Hoy
en día, la energía es el arma más eficaz de la Federación Rusa;
mucho más eficaz que los aviones y los tanques”, declaró en una
entrevista Victor Ponta, el primer ministro rumano.
En
general, Rusia ha demostrado escasa preocupación por la protección
del medio ambiente y tiene un largo historial de hostigamiento e,
incluso, encarcelamiento de ecologistas que han organizado protestas.
En lo referente a la fracturación hidráulica, sin embargo, las
autoridades rusas han dado un entusiasta giro hacia posturas verdes,
como demuestran las declaraciones de Putin del año pasado en las que
alegaba que la fracturación hidráulica “plantea un enorme
problema medioambiental”. Dijo que en los lugares donde se ha
permitido esta práctica “ya no sale agua del grifo, sino un limo
negruzco”.
Alexander
Medvedev, jefe de la sección de exportaciones de Gazprom, ha
advertido a los europeos que nunca podrán emular el éxito que
Estados Unidos ha conseguido en la extracción de grandes cantidades
de gas mediante la fracturación hidráulica debido a la diferente
geología y densidad demográfica de Europa.
Las
primeras predicciones de enormes reservas en lugares como Polonia,
que se han venido abajo ante los decepcionantes resultados de los
pozos de prueba, han demostrado que, de momento, el argumento ruso ha
resultado ser correcto, al menos, en parte. Lituania, otro país que
en un primer momento parecía prometedor, también resultó ser un
fracaso debido a las protestas y cambios legislativos que llevaron a
Chevron a abandonar un proyecto de extracción de gas de esquisto a
finales del año pasado.
Ucrania,
un país donde se cree que existen grandes reservas de gas de
esquisto, en concreto en la zona oriental devastada por la guerra,
tampoco ha dado resultado. Separatistas prorrusos del este, que nunca
antes habían mostrado interés alguno por cuestiones
medioambientales, tildan la fracturación hidráulica de peligro
mortal.
Así
mismo, Rumanía podría convertirse en otro fiasco en cuanto al gas
de esquisto se refiere. Chevron ha completado la perforación
exploratoria en Pungesti pero todavía no ha hecho públicos los
resultados de dicha exploración.
Nada
de esto ha evitado que Gazprom siga buscando gas y petróleo de
esquisto. Nis, su filial serbia, está realizando prospecciones en el
oeste de Rumanía, cerca de la frontera con Serbia. Sin embargo, a
diferencia del proyecto de Chevron en el otro extremo del país, los
trabajos de Gazprom no han desatado ninguna protesta masiva.
Líderes
de la protesta alegan que la diferencia simplemente refleja el hecho
de que Chevron ha realizado actividades de perforación exploratoria
mientras que la filial de Gazprom solo ha realizado, hasta el
momento, labores de sondeo geológico.
Anca-Maria
Cernea, líder del grupo político conservador de Bucarest que expuso
la posibilidad de una conexión rusa, dijo que si bien no han salido
a la luz documentos que demuestren pagos u otras ayudas directas
procedentes de Rusia, las evidencias circunstanciales indican que
“los rusos están detrás de la protestas contra Chevron”. Entre
los manifestantes, señaló, se encontraban grupos que por lo general
nada tienen que ver entre sí, como los socialistas radicales,
algunos vinculados al aparato de seguridad de la vecina Moldavia, con
una fuerte influencia rusa, y sacerdotes ortodoxos
ultraconservadores. Los medios de comunicación rusos, añadió,
estuvieron extrañamente activos cubriendo y animando la oposición a
la fracturación hidráulica en Pungesti. RT, un canal estatal de
noticias de la televisión rusa dirigido a audiencias extranjeras,
proporcionó una cobertura total de las protestas y lanzó
advertencias de que los habitantes del pueblo, así como sus cultivos
y ganado, perecerían a causa del agua envenenada.
George
Maior, el jefe de la Agencia Nacional de Inteligencia de Rumania, se
declaró escéptico ante la idea del papel de Rusia en el movimiento
contra la fracturación hidráulica. “Puede que Rusia tenga algo
que ver en todo esto”, dijo, “pero no creo que haya quedado
demostrado”.
El
emplazamiento de los trabajos de Chevron en Pungesti, protegido por
una alta alambrada de púas, se encuentra ahora vacío salvo por la
presencia de los guardias de seguridad y de los trabajadores
esporádicos enviados para desmantelar el equipo y retirar la capa de
cemento sobre la que se llevó a cabo la ya finalizada perforación
exploratoria. La compañía se negó a declarar si se había rendido
con Rumanía y se retiraba definitivamente.
Mircia,
el alcalde de Pungesti, dijo estar seguro de que Chevron había
decidido marcharse. "Se van de aquí", dijo.
Traducción del artículo "Russian Money Suspected Behind Fracking Protests" publicado por The New York Times.
"Traducido por Olga Albert, miembro de Traductoras/es en Acción,
la red de intérpretes y traductoras/es voluntarios/as de
Ecologistas en Acción."