Los esfuerzos de la UE encaminados a obtener energía renovable la han protegido mejor de
Putin que lo que un incremento en la producción local de gas lo
hubiera hecho jamás.
Al comienzo de la
ocupación de Crimea por Rusia han existido una serie de llamamientos
para liberar a Europa de su dependencia del gas natural ruso. Algunos
han sugerido que Europa abandone las restricciones ambientales
referidas a las perforaciones en busca de petróleo y gas para
aumentar la producción local. Para colaborar en esta tarea, los
EE.UU continuarían incrementando su producción de petróleo y gas
así como su capacidad de licuar gas natural y transportarlo a
Europa.
Los que pretenden
que se ponga fin a la dependencia del gas ruso parecen tener la
impresión de que se trata de otro caso en el que los EE.UU tiene que
venir al rescate de los débiles europeos. Después de todo, mientras
nosotros estábamos perforando por todos lados los europeos estaban
jugueteando con la energía eólica y solar, volviéndose así
vulnerables a las maquinaciones del presidente ruso Putin.
Los fans de la
aritmética con base en la realidad ven las cosas de manera
diferente. La realidad es que Europa, especialmente Alemania, ha
hecho mucho en las últimas dos décadas para reducir su consumo de
combustibles fósiles, incluyendo el gas natural, provenientes de
Rusia. La reducción en el consumo de combustibles fósiles supera el
impacto de la estrategia de perforar de manera indiscriminada en los
EE.UU.
Si Europa no ha estado
promocionando agresivamente la reducción del consumo energético, no
hay manera de que el gas de Rusia pueda ser reemplazado por gas de
fracking local o importado de cualquier otro lugar. Además, los
esfuerzos de Europa para reducir el consumo de combustibles tienen la
ventaja de hacer más lento el calentamiento global.
Según la Administración de
Información de la Energía, las medidas de conservación de Alemania
tienen el efecto de haber reducido la intensidad de energía de
producción (la cantidad de energía usada por dólar de PBI) en casi
un 30 % en las dos últimas décadas. Aunque los EE.UU han logrado un
porcentaje de reducción comparable en su intensidad de energía, aún
es mucho más alta que la de Alemania. De hecho, el nivel actual de
intensidad de energía de los EE.UU es más elevado que la de la
economía alemana de 1991. Si Alemania fuera tan ineficiente en
materia energética como los EE.UU necesitaría 50 % más de energía
para satisfacer sus necesidades.
Además, Alemania
ahora genera casi un cuarto de su energía a partir de fuentes de
energía renovables. La mayor parte de su energía tiene origen
eólico, solar y menos de un cuarto proviene de una fuente
hidroeléctrica.
Si Alemania y otros
países de Europa no hubieran estado promoviendo agresivamente el uso de fuentes de energía
alternativas, el precio del gas natural ruso probablemente estaría
cercano al doble de sus niveles actuales. La demanda por el gas
natural sería mucho más alta , el único factor compensatorio sería
que en su lugar se podrían haber usado fuentes de energía más
sucias como el carbón.
Si el objetivo es
reducir la demanda del gas natural ruso, la manera más rentable para
lograrlo es hacer mucho más que lo que Alemania ya está haciendo:
promover la conservación y el uso del transporte
público y subsidiar el costo de instalación de equipos para energía
solar y eólica.
La idea, según la
hipótesis de algunos expertos, de que los EE.UU puede satisfacer
cualquier porción de las necesidades de Europa de gas natural con
gas proveniente de fractura hidráulica y que dicho gas podría estar
disponible pronto, simplemente no es realista. La cantidad de gas que
la UE importa de Rusia representa más de la mitad de la producción
total de los EE.UU. Se necesitaría una enorme expansión en la
producción de gas natural de los EE.UU para poder exportar alguna
cantidad sustancial a la UE sin que se produzca escasez que derive en
el incremento abrupto de precios en los EE.UU.
Esto parece poco
probable, incluso si decidiéramos ignorar toda consideración
ambiental. Muchos de los nuevos campos tienen producción
decreciente, por lo tanto, para llenar la brecha y agregar capacidad
que permita exportar a gran escala a la UE demandaría un gran
aumento en el número de perforaciones.
Además, tendríamos
que aumentar nuestra habilidad para licuar y exportar gas natural.
Esto puede hacerse pero requiere tiempo y dinero. Una fuente
industrial estima que el costo total de construcción de una
instalación para exportación en $30 mil millones. Este dinero sólo
podrá recuperarse a través de exportar grandes volúmenes de gas
natural durante largo tiempo. La construcción de estas instalaciones
puede llevar años. Aún en un escenario optimista, grandes volúmenes
de gas natural licuado no van a llegar a Europa antes del fin de la
década.
Si el objetivo es
reducir la demanda de gas natural de Rusia, la manera más rentable
es hacer mucho más de lo que Alemania hizo y lo que el resto de
Europa ya está haciendo en menor medida: promover la conservación,
el transporte público y subsidiar el costo de instalación de
energía solar y eólica. Puede no sonar tan duro como perforar
indiscriminadamente, contaminar las aguas subterráneas y exponer a
la población a los peligros de transportar combustibles altamente
explosivos, pero es la solución que tiene más sentido desde lo
económico.
El modelo de la UE
también tiene la ventaja de reducir las emisiones de gases de efecto
invernadero y hacer más lento el calentamiento global. Este es un
asunto que los que tienen un discurso duro parecen querer ignorar
pero ignorarlo no alcanza para que el calentamiento global
desaparezca.
En 30 años, cuando
centenares de millones de personas estén sufriendo los daños
provocados por el calentamiento global, quienes mantienen un discurso
duro en esta materia puede que quieran poder contarle a sus hijos y
nietos que hubo un tiempo en que apoyaron a Putin con su estrategia
de perforación indiscriminada. El resto de nosotros podría preferir
poder contarle a las generaciones futuras acerca de lo que hicimos
para asegurar que les heredamos un planeta habitable.
Traducción del artículo "Europe doesn't need America's fracked gas" publicado el 24 de marzo de 2014por
Dean
Baker en Al Jazeera
Dean
Baker es co-director del Center for Economic and Policy Research y
más recientemente autor de The
End of Loser Liberalism: Making Markets Progressive.
Las opiniones
expresadas en este artículo son responsabilidad exclusiva del autor
y no necesariamente reflejan la política editorial de Al Jazeera
America.