jueves, 27 de febrero de 2014

Radionucleidos en las aguas residuales del fracking: gestionando una mezcla tóxica


Los radionucleidos naturales están muy presentes en la corteza terrestre, así que no es de sorprender que los procesos para extraer minerales e hidrocarburos, ya sea de forma convencional o no, a menudo produzcan algún residuo radiactivo (1). Los residuos radiactivos de las perforaciones son una forma de TENORM (siglas en inglés para “material radiactivo natural realzado tecnológicamente”), es decir, material radiactivo natural (NORM, por sus siglas en inglés) que se ha concentrado o hecho accesible de otra manera para la exposición humana por medios antropógenos (2). Tanto la velocidad como el alcance del boom de la perforación en busca de gas natural en EE.UU. ha conllevado un escrutinio exacerbado hacia los asuntos de la exposición a la radiactividad y la gestión de residuos.


Quizás, en ningún lugar destaca tanto la cuestión de los residuos de las perforaciones como en Pensilvania, donde la extracción de gas del esquisto en Marcellus empleando la fracturación hidráulica (fracking) hizo que el estado tuviera el crecimiento más rápido entre los productores estadounidenses entre 2011 y 2012 (3). Se sabe que Marcellus tiene un alto contenido en uranio, informa el geólogo investigador del Servicio Geológico de los Estados Unidos Mark Engle. Declara que las concentraciones de radio-226 –producto de la desintegración del uranio- puede sobrepasar los 10.000 picocurios por litro (pCi/L) en la salmuera concentrada atrapada en las profundidades del esquisto.

Hasta la fecha, la industria de la perforación y los reguladores han considerado que el riesgo al que se expone a los trabajadores y al público en general con los residuos radiactivos es mínimo. En Pensilvania, Lisa Kasianowitz, investigadora para el Departamento estatal de protección medioambiental (PADEP, por sus siglas en inglés), sostiene que actualmente nada “indica que la gente afronte ningún riesgo para su salud por exponerse a la radiación de estos materiales.” Pero dada la gran falta de datos, no sirve de consuelo para la comunidad de la salud pública.

Producción y almacenamiento de residuos 
 
Tras la fracturación, tanto el gas como los líquidos –incluyendo el agua inyectada y cualquier agua que resida en la formación (conocida como “agua de fractura” y “agua producida” (4))- se sacan a la superficie. Los fluidos atrapados en el esquisto son restos de antigua agua de mar. Las sales en las aguas del esquisto alcanzaron concentraciones extremas durante millones de años y sus interacciones químicas con las rocas de alrededor pueden movilizar radionucleidos (5,6). Varios estudios indican que, en general, cuanto más salada sea el agua, más radiactiva es. (5,7)

A menudo, componentes disueltos precipitan en el agua, desarrollándose como “costras” ricas en radionucleidos dentro de las tuberias. Para quitar la costra que obstruye, los operarios podrían inyectar productos químicos para disolverla (8). La costra también puede eliminarse mecánicamente con taladradoras, explosivos o chorros de fluido, caso en el que se junta con el torrente de residuo sólido. (9)

Los residuos suelen almacenarse temporalmente en contenedores o en balsas superficiales, también llamados fosos o estanques. Los datos sobre cuantos de estos estanques se utilizan en la extracción de gas de esquisto son escasos, pero según Kasianowitz, existen 25 estanques centralizados en Pensilvania. Los estanques centralizados pueden tener el tamaño de un campo de fútbol y contener al menos 38 millones de litros de líquido. Aunque en cualquier momento dado el número de estanques más pequeños es probablemente mucho mayor, ella comenta que estas lagunas efímeras se usan principalmente en las primeras fases del desarrollo de los pozos y se desmantelan con rapidez.

La mayoría de las balsas están forrados con una cubierta de plástico. Pensilvania exige que los forros para embalses y desechos temporales tengan un grosor mínimo de 30 mm y que las costuras estén selladas para evitar fugas (10). La única exigencia en Ohio es que los fosos sean “impermeables”. Sin embargo, los forros inapropiados se pueden rasgar (7) y existen informes de forros rasgados y fosos desbordados en Pensilvania y otros lugares (11).

Un pequeño estudio de 2013 sobre los esquistos de la región tejana de Barnett sugería otra consideración al valorar la seguridad de los fosos. Los investigadores midieron el radio –el radionucleido empleado normalmente como representación para juzgar si los residuos NORM cumplen con la normativa para los desechos- y otros siete radionucleidos que no se suelen comprobar. Aunque los radionucleidos individuales estaban dentro de la normativa, la radiación beta total en una muestra era 8 veces mayor que el límite normativo. “Evaluar solo el radionucleido del radio como indican las normativas de exposición, en vez de considerar todos los radionucleido, puede subestimar la potencial radiación que sufren los trabajadores, la gente en general y el medio ambiente,” escriben los autores (2).

Aguas superficiales

Básicamente, la mayoría del agua residual es tratada y reutilizada o enviada a pozos de inyección Clase II (pozos de deshechos o de recuperación aumentada ). Una pequeña parte del agua residual del fracking en Pensilvania todavía se está tratando y soltando a aguas superficiales hasta que lleguen los permisos de renovación de las instalaciones para el tratamiento mediante nuevas normas de tratamiento más exigentes, asegura Kasianowitz. 
 
Las preocupaciones en torno al NORM en Marcellus se han centrado últimamente en las aguas superficiales de Pensilvania. Esto se debe a que, hasta 2011, la mayoría del agua producida se enviaba a plantas de tratamiento de aguas residuales comerciales o públicas antes de descargarla en ríos o arroyos, muchos de los cuales también suministran agua potable. En abril de ese año, el PADEP pidió que todas las operaciones de fracturación del esquisto en Marcellus pararan de enviar sus aguas residuales a plantas de tratamiento, según Kasianowitz. A pesar de ser voluntaria, esta petición motivó que casi todos los productores empezaran directamente a reutilizar la mayor parte de su agua producida o reutilizarla tras tratarla en plantas de tratamiento comerciales que están equipadas para manejar los contaminantes.

Un equipo de investigadores de la universidad de Duke, liderados por el geoquímico Avner Vengosh, buscó caracterizar el vertido descargado por una de esas plantas, la instalación de tratamiento Josephine Brine en el suroeste de Pensilvania. Los investigadores compararon la radiactividad y los sólidos disueltos en sedimento tanto río arriba como río abajo de la instalación y encontraron una reducción del 90% en radiactividad en el vertido. No es que desaparecieran los componentes radiactivos: los autores se dieron cuenta de que la mayoría probablemente se habían transferido y acumulado hasta grandes niveles en el lodo que iba a un vertedero (12). 
 
Los sedimentos del torrente en el punto de descarga también tenían grandes niveles de radiactividad, manteniéndolos alejados del agua superficial río abajo pero poniendo el riesgo de bioacumulación en la red alimentaria local. Los niveles de radiación del sedimento derramado en el punto de descarga era 200 veces mayor que en los sedimentos río arriba. El estudio subrayaba “el potencial del radio acumulado en los sedimentos del torrente y del estanque en muchos otros puntos donde los fluidos de fracturación se liberan accidentalmente al ambiente,” observa Vengosh.

El estudio también demuestra otro impacto potencial de la salmuera tratada en la calidad del agua. La mayoría del agua producida contiene bromuro, que puede combinarse con materia orgánica natural y desinfectante con cloro para formar unos contaminantes del agua potable llamados trihalometanos. Estos componentes se asocian a problemas de hígado, riñón y sistema nervioso (13). Los investigadores de Duke informaron de concentraciones muy elevadas de bromuro a un kilómetro y medio río abajo de la planta (una futura carga potencial para instalaciones de tratamiento de agua potable río abajo) (12).

Inyección en profundidad

Siguiendo el cambio de política de 2011, los pozos de inyección Clase II de Ohio comenzaron a recibir gran parte del agua residual final de Pensilvania. La geología de Pensilvania no se presta a este método ya que el estado solo tiene seis pozos de inyección disponibles para este propósito, mientras que Ohio tiene 177 (10) y Texas 50.000 (14).

Los pozos de inyección Clase II ponen el agua residual debajo de los estratos rocosos que contienen agua subterránea utilizable. La sabiduría de la industria convencional dice que esto previene el desplazamiento de contaminantes a zonas de agua dulce menos profundas (7,15,16,17).

Pero algunos creen que esta suposición tiene fallos. La razón de que el fracking trabaje para forzar que el gas salga de la roca es también por lo que muchos observadores piensan que los pozos de inyección podrían ser inestables (la presión extrema de la inyección puede tardar más de un año en disiparse, según el asesor hidrológico Tom Myers, que publicó un estudio modelo del comportamiento subterráneo de los fluidos de fracturación en 2012 (18).

Myers expone que la prolongada presión mayor de lo normal podría llevar el agua de formación, junto con los productos químicos del fracking, más cerca de la superficie mucho más rápido de cómo ocurriría en una escala de tiempo geológico natural de miles de años. Esto es particularmente cierto si hay fallos y/o pozos abandonados dentro de la zona de fracturación.

Otro estudio ha demostrado la posibilidad de que el agua de formación puede ir a acuíferos de agua dulce por rutas naturales (19). Aunque están sendas no las causaron la extracción de gas, los autores del estudio sugieren que tales características podrían hacer que ciertas áreas fuesen más vulnerables a la contaminación debido al fracking.

Cuando se le pregunta sobre la integridad de los pozos de inyección profunda, Vengosh expone: “Hasta donde yo sé, nadie lo está comprobando.” Si dichas fugas estuviesen sucediendo, mucho dependería de cómo estuviesen conectadas con acuíferos de agua potable. “Al contrario que los sistemas de agua dulce donde el radio se acumularía en los sedimentos, si tienes una condición de gran salinidad y condiciones reductoras, el radio se disolverá en el agua e se quedará en ella.”



Usos beneficiosos y vertederos

Los residuos del fracking también pueden desecharse mediante “usos beneficiosos”, que pueden incluir: aplicar de agua producida como un anticongelante para las carreteras o supresor de polvo, utilizar los restos de la perforación en el mantenimiento de las carreteras y verter líquidos o aguas residuales sobre los campos (12,20,21). Pensilvania permite que se utilice la salmuera del fracking para control del polvo y el hielo en las carreteras bajo un permiso estatal (22). Mientras el permiso establece límites admisibles para numerosos elementos, la radiactividad no está incluida (23).

La sabiduría popular sobre la estabilidad del radio en los vertederos descansa en la suposición en relación con su interacción con la barita (sulfato de bario), un componente común en los residuos de la perforación. Charles Swann, del Mississippi Mineral Resources Institute (Instituto de recursos minerales de Misisipi), y otros compañeros encontraron pruebas de que el radio en los desechos vertidos a los campos podría actuar sobre la tierra de forma diferente a la esperada. Cuando mezclaron una costra en la que había radio y barita con muestras de tierra típica de Misisipi en el laboratorio, el radio se fue solubilizando poco a poco de la barita, probablemente como resultado de la actividad microbiana de la tierra. “Este resultados –escribió el autor- sugiere que los medios de esparcimiento de costras de desecho en las tierras de cultivo debería revisarse (24).”

Los sólidos y los lodos también pueden ir a los vertederos. Los límites radiactivos para vertederos municipales lo ponen los estados y oscila entre 5 y 50 pCi/g (25). Desde que Pensilvania comenzase a exigir monitores de radiación en los vertederos municipales en 2011, explica Kasianowitz, los lodos y sólidos del fracking apenas han superado los límites. En 2012, representaron solo el 0,5% de las alarma de los monitores. “No contenían niveles de radiactividad que fueran gravemente dañinos para las personas,” según un análisis de 2012 de las prácticas del fracking en Pensilvania por parte de State Review of Oil and Natural Gas Environmental Regulations (Revisión estatal de las regulaciones medioambientales sobre el petróleo y el gas natural) (26). Dave Allard, director del departamento de protección sobre la radiación del PADEP, señala que como todos los terrenos contienen algunos radionucleidos, “siempre vas a tener algo de radio, torio y uranio, ya que estos vertederos están dentro de los terrenos.”

Evaluando la exposición

A nivel federal, los residuos radiactivos del gas y el petróleo están exentos de casi todos los procesos regulatorios que la gente en general podría esperar que los gobernasen. Ni la Atomic Energy Act (Ley de energía atómica) de 1954 ni la Low-Level Radioactive Waste Policy Act (Ley de la política sobre los desechos de bajo nivel radiactivo) incluyen el NORM. La Nuclear Regulatory Commission (Comisión reguladora nuclear) no tiene autoridad sobre los residuos radiactivos del petróleo y el gas. Las leyes estatales son un rompecabezas. A los trabajadores los cubre algunas protecciones de la radiactividad federales, aunque un boletín sobre seguridad de 1989 de la Occupational Safety and Health Administration (Administración para la seguridad y la salud en el trabajo) mencionaba que las fuentes de exposición a NORM “pueden haberse ignorado por parte de las agencias federales y estatales en el pasado (27).”

El fracking en Marcellus ha avanzado tan rápidamente que el conocimiento general y la investigación sobre sus consecuencias radiactivas se ha rezagado, habiendo a su vez muchas preguntas sobre la extensión y la magnitud del riesgo para la salud humana. “Nos preocupa que la gente beba agua que [podría contener] radio-226,” afirma David Brown, un toxicólogo sobre la salud pública en el Southwest Pennsylvania Environmental Health Project (Proyecto de salud medioambiental del suroeste de Pensilvania). “Cuando alguien nos llama y nos pregunta si es seguro beber nuestra agua, la respuesta es que no lo sé.”

El PADEP está llevando a cabo un estudio para determinar la extensión de las exposiciones potenciales al agua residual radiactiva del fracking (28). El estudio del PADEP tomará muestras de restos de la perforación, aguas producidas, barros, lodos del tratamiento y reciclaje del agua residual, filtros, el gas natural extraído, la acumulación de costras en cubiertas y tuberías de los pozos, y el equipo de transporte de residuos. El PADEP también evaluará la radiactividad en las plataformas de pozos, las plantas de tratamiento de aguas residuales, las instalaciones de reciclaje de aguas residuales y los vertederos.

La Agencia de protección ambiental de EE.UU. (EPA, por sus siglas en inglés), está estudiando el tema con un análisis de los impactos potenciales de la fracturación hidráulica, incluyendo la radiactividad en los recursos de agua potable (29). Un borrador del estudio de la EPA se publicará a finales de 2014, según Christopher Impellitteri, jefe de la rama de gestión de la calidad del agua en el National Risk Management Research Laboratory (Laboratorio de investigación en la gestión del riesgo nacional) de la agencia.

El estudio de la EPA incluye una investigación diseñada para valorar el impacto potencial de los derrames superficiales, la inyección en los pozos y la descarga agua residual tratada del fracking sobre fuentes de agua potable. Un proyecto modelará el transporte de contaminantes, incluyendo el radio, de los escapes en el tratamiento al recibir las aguas. Experimentos de campo y en el laboratorio caracterizarán el destino y el transporte de contaminantes en los procesos de reutilización y tratamiento de aguas residuales. Se están analizando muestras de agua subterránea en busca de radio-226, radio-228 y radiación alfa y beta. El estudio no incluye el radón (29).

Tanto el radón como el radio emiten partículas alfa, que son más peligrosas cuando se inhalan o se ingieren. En el primer caso, el radón puede causar cáncer de pulmón y existen algunas pruebas de que pueden causar otros cánceres como la leucemia (30). Consumir radio en el agua potable puede causar un linfoma, cáncer óseo y leucemia (31). El radio también emite rayos gamma, que aumentan el riesgo de cáncer en todo el cuerpo por exposiciones externas. El radio-226 y el radio-228 tienen periodos de semidesintegración de 1.600 y 5,75 años, respectivamente. Se sabe que el radio se acumula en los tejidos de los invertebrados, los moluscos y el pescado de agua dulce (12), en los que puede sustituir el calcio en los huesos. Finalmente, el radio se descompone en radón: el radón-222 tiene un periodo de semidesintegración de 3,8 días.

En lo que respecta a la geoquímica, el radón y el radio actúan de forma diferente. El radón es un gas inerte, así que no reacciona con otros elementos y normalmente se separa del agua producida junto con el metano en el manantial. Aunque existen pocos datos empíricos disponibles, la industria del gas natural no se ha preocupado de que el radón alcance a sus consumidores en cantidades significativas, en parte por el corto periodo de semidesintegración del radón y mucho del mismo se suelta a la atmósfera en el manantial (32).

Más allá de las conjeturas

Las conjeturas sobre el control de calidad sustentan gran parte del debate sobre si los riesgos del fracking pesan más que los beneficios. “Si todo se hace de la forma que se supone, el impacto de esta radiactividad sería mínimo en el ambiente de Pensilvania porque se está reutilizando el agua,” manifiesta Radisav R. Vidic, catedrático de ingeniería civil y medioambiental en la Universidad de Pittsburgh. “El único camino posible es un accidente, un derrame o una fuga,” Pero añade, “Eso es algo que sucede en todas las industrias, así que no hay nada que se pueda hacer.”

De hecho, según Vengosh, el PADEP ha informado de cientos de casos de derrames y contaminación en los que estaban implicados fluidos del fracking. Además, “La idea de que la industria puede reusar toda el agua de fractura y producida es simplemente imposible, dada la química del agua residual.”

Hasta la fecha, a muchos de los estudios sobre el impacto ambiental del fracking les ha faltado el acceso a prácticas de tratamiento reales, según Engle. Esto lo atribuye a una falta de confianza entre la industria y los científicos, además del hecho de que dicha información suele estar registrada. Sin embargo, Swann informa de una experiencia diferente trabajando con productores de Misisipi. “Los productores pequeños e independientes estaban más que dispuestos a cooperar y proporcionaron ayuda de buena gana, a veces pagando ellos los gastos. Fuimos capaces de tomar muestras en tantos campos y pozos solo gracias a su ayuda.”(24)

Una investigación publicada en diciembre de 2013 sugiere un nuevo posible tratamiento para la radiactividad en los residuos del fracking (33). Vengosh y sus compañeros combinaron varias proporciones de agua de fractura con drenaje ácido de las minas (AMD, por sus siglas en inglés) para analizar las posibilidades de emplear AMD como una fuente alternativa de agua para el fracking. El AMD (lixiviado ácido de minas y otras áreas afectadas) es un importante contaminante del agua en algunas regiones. Los experimentos en el laboratorio mostraron que mezclar el agua de fractura con AMD provocaba que precipitase casi todo el NORM en el agua, lo que le dejaba con unos niveles de radio cercanos a los límites de la EPA para el agua potable.

Los autores sugieren que el precipitado podría diluirse con residuos no radiactivos hasta niveles adecuados para los desechos en vertederos municipales. Vengosh piensa que si se pudiese llevar a una escala industrial, este método podría proporcionar un uso beneficioso para el AMD al mismo tiempo que se reduce la necesidad de agua dulce en las operaciones de fracturación y en la gestión de residuos radiactivos inevitables.

Estudios como este dan una luz al final del pozo. Pero el actual incompleto conocimiento del destino en el ambiente de los residuos radiactivos del fracking impide tomar buenas decisiones sobre su gestión. Pero incluso si el fracking en Marcellus parase de la noche a la mañana, las cuestiones y posibles problemas sobre la radiactividad persistirían. “Una vez sueltas fluidos del fracking en el entorno, terminas con un legado radiactivo,” sostiene Vengosh.

Referencias

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Traducción del artículo "Radionuclides in Fracking Wastewater: Managing a Toxic Blend" publicado en Environmental Health Perspectives
Traducido por Manuel Escudero Escudero, miembro de Traductoras/es en Acción, la red de traductoras/es voluntarias/os de Ecologistas en Acción.