lunes, 7 de octubre de 2013

Se encuentran en un río de Pensilvania restos de aguas residuales radioactivas procedentes del fracking


(Traducción del artículo Radioactive Wastewater From Fracking Is Found in a Pennsylvania Stream  publicado en Smithsonian.com el 2 de octubre de 2013)
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En el estado de Pensilvania, donde se encuentra la lucrativa formación rica en pizarra conocida como Marcellus Shale, 74 instalaciones realizan el tratamiento de las aguas residuales procedentes de la fracturación hidráulica o fracking para conseguir gas natural y las vierten a los ríos. No existe ninguna normativa nacional que regule este proceso de tratamiento. La Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos señala que las directrices de la Ley de Aguas Limpias se desarrollaron antes de que surgiese el fracking y que muchas de las plantas de tratamiento de aguas «no están adecuadamente equipadas para tratar este tipo de aguas residuales». Desde la agencia, afirman asimismo que se han llevado a cabo pocas evaluaciones científicas de las aguas residuales con el fin de garantizar que es segura tras ser tratada. 
 
Recientemente, un grupo de científicos de la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, decidieron realizar algunas pruebas. Se pusieron en contacto con los propietarios de la planta de tratamiento Josephine Brine en el río Blacklick Creek en el condado de Indiana, en Pensilvania, pero «cuando intentamos trabajar con ellos, resultó muy difícil dar con la persona adecuada», afirma Avner Vengosh, geocientífico de dicha universidad. «Finalmente, lo que hicimos fue realizar las pruebas con agua de un arroyo situado en una zona pública». 
 
Sus análisis, llevados a cabo con muestras de agua recogidas de forma esporádica durante un periodo de dos años, ofrecían unos resultados más preocupantes de lo esperado. Según lo que se ha publicado hoy en la revista Environmental Science and Technology («Tecnología y Ciencia Medioambiental»), se han encontrado concentraciones altas de radio, una sustancia muy radiactiva. Dichas concentraciones superaban hasta 200 veces los niveles anteriores. Además, las cantidades de cloruro y bromuro en el agua eran entre dos y diez veces más altas de lo normal. 
 
Según palabras de Vengosh, «incluso si hoy se interrumpiese completamente la eliminación de las aguas residuales, hay tanta contaminación acumulada, que Estados Unidos seguiría considerando la zona como un área de residuos radioactivos». 
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Los científicos realizaron las pruebas con aguas residuales vertidas de la planta de tratamiento Josephine Brine (cuadrado negro) al río Blacklick Creek, que abastece al río Allegheny, que a su vez es una fuente de agua potable para la ciudad de Pittsburgh. Imagen de Environmental Sciencie and Technology, Warner et.al.


En los últimos años, ha aumentado el uso del fracking para la extracción de gas natural procedente de formaciones de pizarra en diferentes áreas, entre las que destacan la Marcellus Shale de Pensilvania, a la que se ha llamado «la Arabia Saudí del gas natural». El proceso consiste en inyectar una mezcla de agua, arena y productos químicos en la profundidad de la roca a alta presión, de forma que dicha roca se fracture y libere gas metano, que será extraído. 
 
Entre un 10 y un 40 % de los fluidos inyectados durante el proceso de fracking vuelve a salir a la superficie, lo que supone un problema para las plantas de tratamiento. Imagen de Wikimedia Commons/Mikenorton. 

 
Gran parte de la preocupación que genera el fracking surge por la filtración de estos productos químicos o el metano de los pozos de perforación en las aguas freáticas o por el hecho de que las inyecciones a alta presión pueden desencadenar terremotos. Sin embargo, las aguas residuales que se sometieron a pruebas recientemente muestran un problema diferente y que se ha ignorado durante mucho tiempo.

Entre un 10 y un 40 % de los fluidos empleados en el fracking vuelve a salir a la superficie acompañados de sustancias contaminantes, algunas de las cuales pueden incluso estar presentes en las aguas empleadas en el proceso. En cambio, otras se filtran en las aguas del fracking procedentes de las aguas subterráneas que se encuentran dentro de la roca que se fractura. 
 
El radio, que se encuentra presente de forma natural en la pizarra que contiene gas natural, pertenece al último grupo. Cuando se fractura la pizarra para extraer el gas, el agua subterránea de dentro de la roca, rica en concentraciones de elementos radioactivos, se libera y se filtra en las aguas residuales procedentes del fracking
 
Algunos estados obligan a que estas aguas residuales se bombeen hacia unos pozos subterráneos a modo de depósitos situados entre capas impermeables de roca. Sin embargo, puesto que Pensilvania no cuenta con muchas cavidades de este tipo, es el único estado que permite que las aguas residuales procedentes del fracking sean tratadas por plantas normales de tratamiento y posteriormente vertidas a los ríos. 
 
Según apuntan muchos científicos, estas plantas no están preparadas para tratar elementos radioactivos que se encuentran en las aguas residuales, ni se les obliga a comprobar la presencia de dichos elementos en sus vertidos. Por ello, muchos investigadores sospechan que las aguas que se vierten en los arroyos locales, a las que apenas se realizan pruebas, contienen unos niveles importantes de radioactividad. 
 
Este nuevo trabajo confirma la sospecha de que al menos una planta (situada a una hora al este de Pittsburgh) realiza vertidos en el río que abastece a la ciudad de agua potable. Vengosh cree que las conclusiones serán muy parecidas en otras instalaciones de Pensilvania. Genera especial preocupación el hecho de que, además de en el agua, el equipo de expertos descubrió unos niveles altos de radioactividad que se acumulaban a lo largo del tiempo en los sedimentos del fondo del río. El radio tiene una vida media de 1600 años, por lo que, a menos que se eliminen estos sedimentos, continuarán liberando radiación al agua durante un largo periodo de tiempo. 
 
Además, los altos niveles de bromuro que se encontraron en las aguas residuales generan preocupación, ya que incluso en mínimas cantidades, el compuesto puede desencadenar la formación de un tipo de sustancias químicas tóxicas denominadas halometanos cuando se combina con el cloro, lo que supone un problema en las zonas rurales, puesto que muchos residentes emplean este último para tratar el agua de pozo.

El estudio, que forma parte de un proyecto más extenso de la Universidad de Duke que analiza los efectos del fracking en el agua, no demuestra que este proceso sea peligroso de forma inherente, sino que sin los controles adecuados, las aguas residuales que se vierten al medioambiente diariamente representan una auténtica amenaza para los residentes de la zona. 
 
Vengosh indica que hay otros métodos mejores para tratar las aguas residuales procedentes del fracking y cita como ejemplo los planes llevados a cabo por Eureka Resources, como modelo de una adecuada eliminación de la radioactividad, aunque son más costosos. Sin embargo, actualmente, sin el impulso de una normativa a nivel federal, las empresas que deseen deshacerse de las aguas residuales no encuentran ningún incentivo en pagar por este tipo de soluciones. 
 


Traducido por Cristina López, de la red de Traductoras/es en Acción, la red de traductras/es voluntarios/as de Ecologistas en Acción