(Traducción
del artículo
Radioactive Wastewater From Fracking Is Found in a Pennsylvania
Stream publicado
en Smithsonian.com el 2 de octubre de 2013)
En
el estado de Pensilvania, donde se encuentra la lucrativa formación
rica en pizarra conocida como Marcellus
Shale,
74 instalaciones realizan el tratamiento de las aguas residuales
procedentes de la fracturación hidráulica o fracking
para
conseguir gas natural y las vierten a los ríos. No existe ninguna
normativa nacional que regule este proceso de tratamiento. La Agencia
de Protección Medioambiental de Estados Unidos señala que las
directrices de la Ley de Aguas Limpias se desarrollaron antes de que
surgiese el fracking
y que muchas
de las plantas de tratamiento de aguas «no están adecuadamente
equipadas para tratar este tipo de aguas residuales». Desde la
agencia, afirman asimismo que se han llevado a cabo pocas
evaluaciones científicas de las aguas residuales con el fin de
garantizar que es segura tras ser tratada.
Recientemente,
un grupo de científicos de la Universidad de Duke, en Carolina del
Norte, decidieron realizar algunas pruebas. Se pusieron en contacto
con los propietarios de la planta de tratamiento Josephine Brine en
el río Blacklick Creek en el condado de Indiana, en Pensilvania,
pero «cuando intentamos trabajar con ellos, resultó muy difícil
dar con la persona adecuada», afirma Avner Vengosh, geocientífico
de dicha universidad. «Finalmente, lo que hicimos fue realizar las
pruebas con agua de un arroyo situado en una zona pública».
Sus
análisis, llevados a cabo con muestras de agua recogidas de forma
esporádica durante un periodo de dos años, ofrecían unos
resultados más preocupantes de lo esperado. Según lo que se ha
publicado hoy en la revista Environmental
Science and Technology («Tecnología y
Ciencia Medioambiental»), se han encontrado concentraciones altas de
radio, una sustancia muy radiactiva. Dichas
concentraciones superaban hasta 200 veces los niveles anteriores.
Además, las cantidades de cloruro y
bromuro en el agua eran entre dos y diez veces más altas de lo
normal.
Según
palabras de Vengosh, «incluso si hoy se interrumpiese completamente
la eliminación de las aguas residuales, hay tanta contaminación
acumulada, que Estados Unidos seguiría considerando la zona como un
área de residuos radioactivos».
Los
científicos realizaron las pruebas con aguas residuales vertidas de
la planta de tratamiento Josephine Brine (cuadrado negro) al río
Blacklick Creek, que abastece al río Allegheny, que a su vez es una
fuente de agua potable para la ciudad de Pittsburgh. Imagen de
Environmental Sciencie and Technology,
Warner et.al.
En
los últimos años, ha aumentado el uso del fracking
para la extracción de gas natural procedente de
formaciones de pizarra en diferentes áreas, entre las que destacan
la Marcellus Shale de
Pensilvania, a la que se ha llamado «la Arabia Saudí del gas
natural». El proceso consiste en inyectar una mezcla de agua, arena
y productos químicos en la profundidad de la roca a alta presión,
de forma que dicha roca se fracture y libere gas metano, que será
extraído.
Entre
un 10 y un 40 % de los fluidos inyectados durante el proceso de
fracking vuelve
a salir a la superficie, lo que supone un problema para las plantas
de tratamiento. Imagen de Wikimedia
Commons/Mikenorton.
Gran
parte de la preocupación que genera el fracking
surge por la filtración de estos productos
químicos o el metano de los pozos de perforación en las aguas
freáticas o por el hecho de que las inyecciones a alta presión
pueden desencadenar terremotos. Sin embargo, las aguas residuales que
se sometieron a pruebas recientemente muestran un problema diferente
y que se ha ignorado durante mucho tiempo.
Entre
un 10 y un 40 % de los fluidos empleados en el fracking
vuelve a salir a la superficie
acompañados de sustancias contaminantes, algunas de las cuales
pueden incluso estar presentes en las aguas empleadas en el proceso.
En cambio, otras se filtran en las aguas del fracking
procedentes de las aguas subterráneas
que se encuentran dentro de la roca que se fractura.
El
radio, que se encuentra presente de forma natural en la pizarra que
contiene gas natural, pertenece al último grupo. Cuando se fractura
la pizarra para extraer el gas, el agua subterránea de dentro de la
roca, rica en concentraciones de elementos radioactivos, se libera y
se filtra en las aguas residuales procedentes del fracking.
Algunos
estados obligan a que estas aguas residuales se bombeen hacia unos
pozos subterráneos a modo de depósitos situados entre capas
impermeables de roca. Sin embargo, puesto que Pensilvania no cuenta
con muchas cavidades de este tipo, es el único estado que permite
que las aguas residuales procedentes del fracking
sean tratadas por plantas normales de
tratamiento y posteriormente vertidas a los ríos.
Según
apuntan muchos científicos, estas plantas no están preparadas para
tratar elementos radioactivos que se encuentran en las aguas
residuales, ni se les obliga a comprobar la presencia de dichos
elementos en sus vertidos. Por ello, muchos investigadores sospechan
que las aguas que se vierten en los arroyos locales, a las que apenas
se realizan pruebas, contienen unos niveles importantes de
radioactividad.
Este
nuevo trabajo confirma la sospecha de que al menos una planta
(situada a una hora al este de Pittsburgh) realiza vertidos en el río
que abastece a la ciudad de agua potable. Vengosh cree que las
conclusiones serán muy parecidas en otras instalaciones de
Pensilvania. Genera especial preocupación el hecho de que, además
de en el agua, el equipo de expertos descubrió unos niveles altos de
radioactividad que se acumulaban a lo largo del tiempo en los
sedimentos del fondo del río. El radio tiene una vida media de 1600
años, por lo que, a menos que se eliminen estos sedimentos,
continuarán liberando radiación al agua durante un largo periodo de
tiempo.
Además,
los altos niveles de bromuro que se encontraron en las aguas
residuales generan preocupación, ya que incluso en mínimas
cantidades, el compuesto puede desencadenar la formación de un tipo
de sustancias químicas tóxicas denominadas halometanos cuando se
combina con el cloro, lo que supone un problema en las zonas rurales,
puesto que muchos residentes emplean este último para tratar el agua
de pozo.
El
estudio, que forma parte de un proyecto más extenso de la
Universidad de Duke que analiza los efectos del fracking
en el agua, no demuestra que este
proceso sea peligroso de forma inherente, sino que sin los controles
adecuados, las aguas residuales que se vierten al medioambiente
diariamente representan una auténtica amenaza para los residentes de
la zona.
Vengosh
indica que hay otros métodos mejores para tratar las aguas
residuales procedentes del fracking y
cita como ejemplo los planes llevados a cabo por Eureka Resources,
como modelo de una adecuada eliminación de la radioactividad, aunque
son más costosos. Sin embargo, actualmente, sin el impulso de una
normativa a nivel federal, las empresas que deseen deshacerse de las
aguas residuales no encuentran ningún incentivo en pagar por este
tipo de soluciones.
Traducido por Cristina López, de la red de Traductoras/es en Acción, la red de traductras/es voluntarios/as de Ecologistas en Acción