jueves, 31 de octubre de 2013

La revolución del gas de esquisto no aportará beneficios climáticos a largo plazo


(Traducción del artículo Major Study Projects No Long-Term Climate Benefit From Shale Gas Revolution publicado por Joe Romm, el 18 de octubre de 2013 en Climate Progress)
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Emisiones totales de CO2 en EEUU, 2010-2050 (% anual)
Una situación en la que el gas de esquisto sea más barato y abundante (azul oscuro) no tiene gran impacto sobre el aumento anual de emisiones de CO2 en Estados Unidos hasta 2050 en comparación con el caso hipotético en el que la producción de gas de esquisto sea baja (azul claro). Esto ocurre en los seis modelos energéticos que mostramos aquí. Para recortar las emisiones de CO2 es necesario aumentar el precio del carbono (verde).

La mayoría de los testimonios que afirman que el gas de esquisto reducirá de forma significativa las emisiones de carbono en el futuro tan solo se basan en falacias y en meras ilusiones. Esto se debe a que, según estas afirmaciones, el gas natural solo sustituiría al carbón, en lugar de sustituir a una combinación de carbón, energías renovables, energía nuclear y eficiencia energética — que es lo que obviamente ocurrirá en la realidad.

Para hacernos una idea del impacto que tendrá el gas de esquisto hace falta un modelo energético. Y como el funcionamiento de un modelo depende de forma crucial de sus hipótesis específicas, el mejor enfoque sería observar los resultados de varios modelos. Y eso es precisamente lo que el Energy Modeling Forum (EMF, Foro para la Modelización Energética) de Stanford ha realizado en su nuevo estudio llamado: « ¿Cambio de estrategia? Informe sobre las emisiones e implicaciones de los nuevos suministros de gas natural en el mercado »1.
Crearon un grupo de trabajo de unos 50 expertos y consejeros de empresas, organismos oficiales y universidades para estudiar el impacto de la revolución del gas de esquisto en Norteamérica:

En este estudio han participado equipos de modelización de 14 organizaciones diferentes. Todos los modelos contenían información sobre la oferta y la demanda de energía para proporcionar precios que alcanzaran un equilibrio de mercado para cada tipo de combustible. Estos modelos utilizaban enfoques diferentes para determinar esos precios.

El gráfico de arriba muestra el resultado de los modelos hasta 2050 (aunque los resultados no son demasiado diferentes si la modelización se frena en 2035). Se observa que en la mayoría de los modelos las emisiones de CO2 crecen en ambas situaciones del gas de esquisto. El estudio señala que «los índices de crecimiento de las emisiones del caso de referencia no se muestran porque se centran principalmente en la de los dos casos del esquisto».
La situación en la que se produce mucho gas de esquisto es favorable tanto para la base de recursos recuperables a largo plazo como para los índices de recuperación por cada pozo, lo que reduce los costes de producción de gas natural. Sin embargo, si calculamos el promedio de todos los modelos, estas hipótesis optimistas tienen un impacto directo escaso sobre el aumento de CO2 en comparación con el supuesto pesimista de baja producción de gas de esquisto.

¿Por qué un gas natural abundante y barato no tiene gran relevancia sobre las tendencias del CO2 en EEUU a largo plazo? Una vez transcurrido el tiempo y especialmente a partir de 2020:

el gas natural empieza a desplazar a la energía nuclear y a las energías renovables que se habrían utilizado en nuevas centrales en las condiciones del caso de referencia. Otro aspecto que contribuye al modesto impacto en las emisiones es un crecimiento económico algo mayor que estimula más emisiones. Esta tendencia se refuerza por el mayor consumo de combustible y energía resultante de una bajada de los precios del gas natural y la electricidad.

Según otro estudio independiente publicado esta semana por la Agencia Internacional de la Energía: «unos precios bajos en el gas natural obstaculizarán el incentivo de EEUU para continuar invirtiendo en proyectos de eficiencia energética”.

Así pues, desde un punto de vista climático, la revolución del gas de esquisto es en esencia irrelevante —y podría decirse que se trata de una malversación masiva de recursos y de dinero que podría destinarse a utilizar fuentes libres de carbono. Hay que precisar que el estudio del EMF no examina la posibilidad de que un alto índice de fuga de metano esté socavando cualquier beneficio a corto plazo para el clima por parte del gas de esquisto.

Los resultados del modelo del EMF ponen de relieve el hallazgo clave de un estudio que hizo el Center for American Progress (donde soy investigador) el pasado julio, que concluye: «existe la necesidad de una transición desde el carbón hacia un futuro libre de carbono, asegurando que el uso de gas natural, en especial en el sector de la energía eléctrica, alcance su nivel más alto durante los próximos 7 a 17 años».
Desde una perspectiva económica, el estudio del EMF ha llegado a la conclusión de que la revolución del gas de esquisto tiene un impacto limitado y escaso. Energy Wire explica:

El desarrollo del esquisto inyectará 70.000 millones de dólares al año en la economía durante varias décadas. Esta cantidad, aunque parece grande, tan solo supone un 0,46 por ciento de los 15 billones de dólares de la economía estadounidense… Los beneficios vendrían del petróleo y el gas, los productos químicos y otras industrias secundarias.

El estudio del EMF esclarece una opinión que hemos expresado repetidas veces en el Climate Progress: si el objetivo es reducir de forma significativa la contaminación derivada del carbono, es necesario encarecer la contaminación de carbono— de lo contrario, el gas natural no será más que un camino a ninguna parte.

Los modelos del EMF también examinaron un caso en el que unos programas no especificados incrementaban gradualmente el coste del uso de combustibles fósiles con un alto contenido en carbono:

Estos programas se implementan en 2013 y no pueden tener un coste mayor de 25 $ (dólares de 2010) por tonelada de emisión de dióxido de carbono. Transcurrido un tiempo, se endurecen con unos costes ajustados a la inflación que se incrementan en un 5 por ciento cada año hasta alcanzar los 75 $ (dólares de 2010) en 2035. Estos costes adicionales disuaden del uso de combustibles con alto contenido en carbono pero no transfieren fondos al gobierno.

Como muestra el gráfico de arriba, incluso este precio moderado del carbono puede reducir de forma significativa y duradera la contaminación por carbono en EEUU. Es la hora de poner freno a estas afirmaciones pretenciosas que defienden que el fracking supone una estrategia a largo plazo para combatir la crisis climática.


Traducción de Lucía de la Flor Fernández, miembro de Traductoras/es en Acción, la red de traductoras/es e intérpretes voluntarios/as de Ecologistas en Acción

1 “Changing the Game? Emissions and Market Implications of New Natural Gas Supplies Report.” (nombre original).