Antes de ganar una
batalla
política, hace falta dominar el intelecto. Ganar la guerra
de las
palabras. Las industrias de petróleo no han leído Gramsci
pero
ponen en práctica los análisis del teórico comunista
italiano.
Tenemos como ejemplo sus reflexiones actuales sobre el gas
de
esquisto. Hoy en día, la explotación de este hidrocarburo
poco
convencional está prohibida en Francia. ¿Es posible salir
poco a
poco del bloqueo si se cambia el vocabulario utilizado en
este
debate? Sobre todo, si no se habla más de la polémica
“fracturación
hidráulica”, la única técnica disponible para extraer esta
fuente de energía.
El 11 de enero, en una
entrevista con Le
Monde, el
presidente y director general de Total, Cristophe de Margerie,
se lo
planteó: “Me
fascina la manera en que el término de “fracturación” ha
cristalizado la extracción. En Estados Unidos, se habla de
“masajeo”
de la roca. ¿Podría ser buena idea?”.
Unos días más tarde, su
homólogo de GDF-Suez, añadía en la prensa que “la
palabra “fracturación” no sirve para describir todas las
tecnologías posibles. Hablar de “estimulación” de la roca es
menos violento”.
Y también sugirió otros términos como “vaporización” con la
esperanza de que se reabra el caso.
En 2012, un estudio
publicado
por la Universidad de Luisiana demostró que, efectivamente, la
oposición a esas técnicas era menor cuando la palabra
“fracturación” se remplazaba en los sondeos por términos como
“inyección a alta presión”.
EUFEMISMOS
Es un quebradero de
cabeza
para los departamentos de comunicación encargados de promover
el gas
de esquisto. La palabra “fracturación” da miedo. El director
de
comunicación de la Unión Francesa de las Industrias del
Petróleo,
Yves-Marie Dalibard, lo resume de la siguiente manera: “La
gente piensa en una pierna rota y tiene la impresión de que
hacemos
profundas fallas en las rocas”.
Aun así, ExxonMobil defiende que, para extraer el gas atrapado
en
rocas impermeables, los petroleros sólo crean fisuras de una
amplitud “equivalente
a la
de un
grano de arena”.
Roland Vially, geólogo en
el
Instituto Francés del Petróleo de Nuevas Energías, opina que
“fisura”
es
“una
palabra más adaptada. Pero todo el mundo utiliza el término
“fracturación” desde hace más de cincuenta años, sobre todo
en
Estados Unidos. Cambiar el vocabulario puede complicar las
cosas”.
Las otras palabras
propuestas
no parecen muy adecuadas. “Masaje” y “estimulación” tienen
connotaciones eróticas molestas. Y “vaporización” es,
realmente, un eufemismo demasiado suave.
Yannick Jadot, diputado
europeo de Europe
Ecologie-Les Verts,
comenta: “entiendo
que los petroleros intenten que la fracturación resulte
aceptable,
como cuando Areva habló de “reciclaje” de los residuos
nucleares
en lugar de “re-uso” para dar la ilusión de que se había
encontrado una solución al problema”.
¡Pero la realidad es que esta tecnología sí que rompe la
roca!”.
Lo mismo opina Greenpeace. Anne Valette, encargada de la
campaña
Clima de esta organización, recomienda lo siguiente: “No
entremos en el debate semántico ni tampoco en el de la
técnica.
Para evitar el cambio climático, hace falta, sobre todo, que
no se
exploten nuevas reservas fósiles”.
Los petroleros no han
ganado
la batalla de las palabras.
Denis Cosnard
Traducción al español de
Paula Fernández