Desde
que empezó el año en curso, concretamente desde el 31 de diciembre,
se vienen desarrollando movilizaciones de todo tipo contra el “Gaz
de schiste” que es el nombre con el que popularmente se refieren al
Fracking en Argelia. Esta crónica, escrita para Ecologistas en Acción por un observador desde el terreno, relata los acontecimientos que allí tienen lugar.
Las
movilizaciones comenzaron en la ciudad de In-Salah, que significa
“fuente de bondad”, un antiguo oasis convertido en ciudad por mor
del desarrollo que los hidrocarburos han llevado al desierto
argelino. Las gentes del lugar valoran su agua de una forma
diferente, como elemento básico para la vida y como parte de su
cultura, de su forma de vida.
El
desierto del Sáhara es la mayor reserva mundial de agua subterránea
del mundo. Quizás esa sea una de las razones que llevan a pensar a
las grandes empresas energéticas que, técnicamente, una actuación
que consume grandes cantidades de agua como el Fracking es posible.
El problema es que no se trata de un agua cualquiera. Hay mucha, es
cierto, pero es agua fósil, es decir no se renueva y está allí
desde hace millones de años. Por lo tanto, si se ensucia o se
envenena, es para siempre. Las generaciones futuras no podrán volver
a utilizar (beber) el agua que bebieron sus antepasados, nunca más.
Donde
las grandes empresas ven un gran negocio, las gentes del lugar ven
invasión y desastre. Solo eso, pues el negocio de los hidrocarburos
en el Sáhara es algo ajeno a las poblaciones autóctonas. Grandes
empresas instalan sus “bases de vida”, auténticas ciudades de
miles de personas (en su gran mayoría extranjeros) donde se puede
encontrar de todo. A varios kilómetros se encuentran las poblaciones
donde los habitantes del país recogen las migajas de la riqueza.
Así
las cosas, las movilizaciones de In-Salah han sido multitudinarias y
continuas: concentraciones, cortes de carreteras, huelgas de hambre,
etc. Al principio el Gobierno las ignoró, como suele hacer hasta que
no tiene más remedio. Con el tiempo, las movilizaciones se
contagiaron a otras ciudades. Ha habido manifestaciones de apoyo en
otras muchas ciudades del Sáhara, todas ellas petroleras y/o
gaseras. Destaca la de Timimoun y las de las capitales de provincia:
Tamanrasset (donde pertenece In-Salah), Adrar, Illizi y Ouargla
(capital de la provincia donde se concentra el mayor centro petrolero
y de gas: Hassi Messaoud). Esta última solo está a unos 700-800 km.
de Argel, muy poco en un país del tamaño de cuatro españas. Es
importante señalar que, por el momento, las movilizaciones son
masivas, de miles de personas de todo el espectro social e
ideológico. El peligro de instrumentalización, sobre todo por parte
del integrismo religioso, siempre está presente en Argelia, aunque
en este tema, hasta ahora, no se está dejando notar.
En
Argel se convocó una manifestación de apoyo el sábado 24 de enero:
según iban llegando los manifestantes se los llevaban en los
furgones de la policía. Directamente. Por Facebook, los
manifestantes enviaban mensajes del tipo: “No al gas de esquisto
desde dentro del furgón”. La convocó “Barakat” (=basta), uno
de los pocos grupos de oposición argelinos (sino el único) que se
niega a dejarse instrumentalizar por los dos grandes poderes del
país: el entorno militar conocido popularmente como “la mafia” –
que controla el poder político y el económico – y el integrismo
religioso – que controla la vida cotidiana de las personas, la
cultura y la educación.
Durante
más de un mes, solo algunos partidos políticos minoritarios han
apoyado las movilizaciones, aunque les ha costado mucho reaccionar,
pero solo de palabra. Ni siquiera sus militantes habían acudido a
las movilizaciones. De repente, el 3 de febrero la oposición,
agrupada en torno a las siglas CNLTD (Coordination nationale pour les
libertés et la transition démocratique) ha convocado
manifestaciones contra el fracking en las 48 wilayas del país para
el próximo día 24 de febrero. Una convocatoria más política que
reivindicativa. Los grupos antifracking en Argelia necesitan ayuda,
pero difícilmente aceptarían ayuda de un país occidental, aunque
proviniese de “los antisistema”. Están solos, pero no dejan de
luchar, e incluso pueden ganar.
Maquilón