La
inversión acumulada en la exploración y la producción energética
en los últimos seis años ha sido 5.4 billones de dólares pero el
retorno ha sido escaso. El epicentro de
la conducta irracional en los mercados globales se ha desplazado al
conjunto de combustibles fósiles formado por petróleo, gas y
carbón. Ahí es donde los inversores han estado despilfarrando el
dinero.
Es
probable que se queden con unos cuantos proyectos sin valor mientras
que las tecnologías renovables arrasan de forma desapercibida, y el
eje Washington-Pekín apoya un plan más respetuoso con el medio
ambiente.
Según
datos del Bank of America,
la inversión en petróleo y gas en Estados Unidos se ha disparado
hasta 200 mil millones de dólares al año y ha alcanzado el 20 % del
total de la inversión fija privada en Estados Unidos, es decir, el
mismo porcentaje que la construcción de vivienda, algo que nunca
antes había ocurrido en la historia de Estados Unidos, ni siquiera
durante la Segunda Guerra Mundial cuando la producción de petróleo
era un imperativo estratégico.
La
Agencia Internacional de la Energía (AIE) afirma que la inversión
global en el suministro de combustibles fósiles se ha duplicado en
términos reales hasta alcanzar los 900 mil millones de dólares de
2000 a 2008 conforme se aceleró la expansión. Desde entonces se ha
estabilizado en una cifra muy alta, cercana a los 950 mil millones de
dólares el año pasado.
La
continua apuesta por la exploración y la producción energética en
los últimos seis años ha costado 5.4 billones de dólares, aunque
se ha conseguido poco. La producción de las plataformas
convencionales alcanzó su máximo en 2005. No ha habido ni un solo
proyecto de envergadura en casi tres años que se haya puesto en
marcha con un precio de costo por debajo de 80 dólares el barril.
«Lo
sorprendente es que los costes en la industria petrolera se han
triplicado desde el año 2000 pero la producción tan solo ha
aumentado un 14 %», afirma Mark Lewis, de la empresa Kepler
Cheuvreux. Hasta ahora se ha ocultado el daño puesto que las grandes
empresas petroleras utilizan sus baratas reservas heredadas.
«Se
están viendo obligados a buscar petróleo en las plataformas
situadas en aguas profundas en África y Brasil, o en el Ártico,
donde es mucho más difícil. El coste marginal para muchas zonas
ricas en esquisto es ahora de entre 85 a 90 dólares el barril».
Un
informe elaborado por el grupo de expertos Carbon Tracker afirma que
las empresas van a dedicar 1.1 billones de dólares en la próxima
década a proyectos que requieren un precio de costo por encima de
los 95 dólares. Las arenas bituminosas canadienses suelen tener un
precio de costo de entre 80-100 dólares. Algunos de los proyectos
del Ártico y de aguas profundas necesitan 120 dólares. Otros
necesitan 150 dólares. Petrobras, Statoil, Total, BP, BG, Exxon,
Shell, Chevron y Repsol se están jugando en conjunto 340 mil
millones de dólares en estas zonas hostiles.
Martijn
Rats, de la empresa Morgan Stanley, afirma que los mayores grupos
petroleros de Europa (BP, Shell, Total, Statoil y Eni) se gastaron
161 mil millones de dólares en operaciones y dividendos el año
pasado, pero generaron 121 mil millones de dólares en flujo de caja.
Se enfrentan a un déficit de 40 mil millones de dólares a pesar de
que los precios del barril de Brent se mantenían cercanos a los 100
dólares, debido a los altercados en Libia, Irak y algunas partes de
África. «La explotación del petróleo es tan costosa que muchos
proyectos no tienen sentido», afirmó.
Por
supuesto, hay otros candidatos para la burbuja del actual ciclo
económico, que se encuentra ahora en su vigesimosegundo cuarto y se
enfrenta al viento en contra del ajuste monetario en Estados Unidos.
La expansión de la vivienda en China recuerda a la explosión de la
burbuja en Tokio en 1989, y abarca hasta cuatro veces más que las
hipotecas subprime
de Estados Unidos en 2006, basado en la relación precio / ingresos.
La
moda de los bonos soberanos para las residencias de verano de lujo
(como Club Med) que se extendió en 2007 surge a pesar del aumento
del coeficiente de deuda, que ha empeorado debido a la incipiente
deflación. Esta apuesta se basa solamente en la suposición de que
Alemania dejará al Banco Central Europeo imprimir dinero sin
control, un cálculo político que roza la ilusión.
Sin
embargo, la verdadera escala de «activos obsoletos» y potenciales
pérdidas en la industria de los combustibles fósiles genera
escepticismo. La empresa IHS Global Insight afirmó que el
rendimiento medio de la exploración de petróleo y gas en
Norteamérica ha caído hasta un 8.6 % , más bajo que en 2001
cuando el petróleo se vendía a 27 dólares el barril. ¿Qué
ocurriría si el petróleo vuelve a caer a los 80 dólares el barril
mientras que Libia cierra por fuerza mayor sus centros petrolíferos
e Irán vuelve a subirse al carro de la economía mundial?
Una
gran parte de la inversión estadounidense se destina a empresas de
gas esquisto que se encuentran o bien devaluadas o bien cubriendo
gastos, víctimas de su propio éxito al crear un exceso de
suministro. Un director ejecutivo anunció de forma mordaz en la
conferencia global sobre el esquisto organizada por la empresa TPH
que la única vez que su empresa de esquisto tuvo un flujo de caja
por debajo de cero fue el día que la vendió a un extranjero
ingenuo.
El
Instituto de Estudios Energéticos de Oxford afirma que la plataforma
de gas seco Eagle Ford, la formación Marcellus WC T2 y los Condados
«C», Powder River y Cotton Valley, entre otros, están perdiendo
dinero con el actual precio al contado en Henry Hub de 4.50 dólares.
«La benevolencia de los mercados de capital estadounidenses no puede
ser eterna», indicó.
Esto
no quiere decir que el esquisto haya sido un error. Los más
optimistas aún esperan que alcance un «punto de inflexión
positivo» en unos cinco años, lo que constituiría un modelo normal
en una industria emergente. Algunas empresas perforadoras se han
cambiado a proyectos petrolíferos más estrictos que son mucho más
rentables puesto que el crudo está estrechamente ligado a los
precios globales. Sin embargo, ya se ha recogido la fruta madura y
los costes están aumentando. En la formación Three Forks McKenzie
de Montana el precio de equilibrio es de 91 dólares.
Y
tampoco quiere decir que Estados Unidos haya cometido un error. El
esquisto ha sido un disparo con puntería que ha ayudado a la
economía estadounidense a «huir a gran velocidad» de la Gran
Depresión, a diferencia de Europa, que volvió a recaer en la
recesión.
Ha
reducido el déficit en cuenta corriente de Estados Unidos, que ahora
supone solo el 2 % del PIB. El abaratamiento de los precios del
gas (un tercio de su precio en la UE y una cuarta parte del precio en
Asia) ha supuesto que la industria estadounidense resurja de sus
cenizas, y quizá dure lo suficiente para que el país se mantenga
durante otras dos décadas en supremacía energética. Pero
hacer negocio del esquisto es otra cuestión.
Incluso
si las empresas de combustibles fósiles salen de la próxima
recesión global más o menos ilesas, se encuentran en la
insostenible situación de registrar grandes activos que no se podrán
quemar sin incumplir algunos acuerdos globales sobre cambio
climático.
La
AIE afirma que dos tercios de sus reservas serán ficticias si se
produce un acuerdo vinculante que limite los niveles de CO2 a 450
partículas por millón (ppm), el máximo necesario para evitar que
la temperatura del planeta aumente más de dos grados centígrados
sobre los niveles pre-industriales. Ya superó el umbral de las 400
ppm esta primavera, lo que supuso el nivel más alto en más de
800 000 años.
«Bajo
un acuerdo climático global coherente con un mundo de dos grados
centígrados, consideramos que la industria de los combustibles
fósiles perdería 28 billones de dólares de ingresos brutos en las
dos próximas décadas, si se compara con el negocio en una situación
normal», explicó Lewis. Tan solo la industria petrolífera se
enfrentaría a unos activos en desuso por valor de 19 billones de
dólares, concentrados en plataformas en aguas profundas, arenas
bituminosas y esquisto.
Con
sus acciones, las empresas petrolíferas están desestimando de forma
implícita las solemnes promesas climáticas de los líderes
mundiales, al considerarlas una pose, aunque los accionistas
comienzan a preguntar por qué la dirección dedica tanto dinero a
proyectos con tal riesgo político. Esta indiferencia está tentando
a la suerte. El nuevo Plan de Acción Climática del presidente
Barack Obama pretende reducir para el año 2030 las emisiones en
Estados Unidos, situándolas en un 30 % menos que los niveles de
2005. Su Ley de Aire Limpio (Clean
Air Act) es un claro ataque a las
plantas energéticas que emplean carbón, «un sabotaje industrial
mediante medios reguladores», según las palabras de la industria.
También
China está intentando romper con el carbón tras varias protestas
contra la niebla tóxica que tuvieron lugar en varias ciudades de la
costa este. Este año se cerrarán las plantas que emplean carbón en
Pekín y existe una prohibición sobre las nuevas plantas de carbón
en regiones clave.
El
Plan de Cinco Años del Partido Comunista pretende limitar la demanda
a 3.9 mil millones de toneladas al año hasta 2015. Puesto que el
país consume la mitad del suministro mundial de carbón, esto deja a
la industria del carbón en Australia en la estacada, la primera
fuente de activos bloqueada por un repentino cambio de política. Se
vislumbra un aumento en la demanda de carbón.
En
cualquier caso, los sorprendentes avances en energía solar (y pronto
también en almacenamiento en baterías) amenazan con debilitar a la
industria petrolera a gran velocidad, quizá en una carrera con la
energía nuclear barata de una futura generación de reactores de
sales fundidas. El Laboratorio Nacional de Energía Renovable de
Estados Unidos ya ha almacenado un 31.1 % de la energía solar
en un chip solar, pero se siguen batiendo récords.
La
empresa Brokers Sanford Bernstein considera que estamos entrando en
una era de «deflación energética global» en la que los avances en
la tecnología solar deben afectar inexorablemente a la viabilidad
del nexo de combustibles fósiles, puesto que tan solo va en una
dirección. La perforación en el mar a gran profundidad ya no tendrá
sentido. Ya podemos dejar al Ártico en paz.
Una
vez que se alcance el punto de cruce (y la energía fotovoltaica ya
compite con el petróleo, el combustible diésel y el gas natural
licuado en gran parte de Asia sin subvenciones) es muy probable que
se convierta en una estampida. Considero que el panorama energético
mundial tendrá un aspecto radicalmente diferente a comienzos de la
década de 2020.
Lewis,
de la empresa Cheuvreux, compara las grandes empresas petroleras con
las empresas de servicios públicos europeas, a las que la irrupción
de la energía solar y eólica pilló desprevenida hace 10 años, se
cuestionó su supervivencia y el precio de sus acciones se recortó
en dos tercios desde 2008. «Las empresas de servicios públicos nos
dijeron que las energías renovables no afectarían a sus modelos de
negocio, y ahora se enfrentan a una crisis existencial», afirmó.
Lord
Browne, de BP, tuvo que enfrentarse a algunas burlas cuando comenzó
a apoyar la energía solar y renombró su empresa Beyond
Petroleum («Más allá del
petróleo») en 2000. Sus sucesores rechazaron su idea y volvieron a
sus fundamentos conocidos actualmente. Podría
haber tenido su dulce momento de justificación.
Traducción del artículo "Fossil industry is the subprime danger of this cycle" publicado el 9 de julio de 2014 en The Telegraph, por Cristina López, miembro de Traductoras/es en Acción, la red de Traductoras/es e intérpretes voluntarios/as de Ecologistas en Acción.