domingo, 13 de julio de 2014

Los promotores del gas de esquisto en Europa viven en un mundo de fantasía


A thunderstorm approaches a shale gas fracking facility run by Poland's PKN Orlen company on the outskirts of the village of Uscimow, southeastern Poland, June 5, 2013. (Peter Andrews/REUTERS)La crisis en Ucrania ha sido un regalo del cielo para los promotores del gas de esquisto en Europa. Las exportaciones de gas natural hacia el centro y oeste de Europa, la mitad de las cuales atraviesan Ucrania, no son confiables, alegan los defensores del esquisto; necesitamos contar con recursos propios de gas y –como es sabido – estamos sobre un océano subterráneo de fuentes de energía. Nuestra política debería ser 'perfora, chico, perfora' y si convertimos al continente en un alfiletero, será independiente en materia energética y competitivo frente a los norteamericanos, que tienen tanto gas que prácticamente lo están regalando.

En papel, es un argumento convincente. Ciertas regiones de Europa, desde Inglaterra a Polonia están emplazadas sobre grandes cantidades de gas de esquisto. El lunes se conoció, según el Informe Geológico británico, que Escocia, que en septiembre va a decidir si se independiza, tiene suficiente gas de esquisto para satisfacer la demanda británica de gas durante 30 años. Estas son buenas noticias para Escocia, cuyos campos de gas y de petróleo en el Mar del Norte están comenzando a agotarse. 
 
El Primer Ministro británico David Cameron y George Osborne, el Ministro de Hacienda, han estado alimentando la historia del gas de esquisto británico como si fuera lo más importante desde el invento de las barrits de chocolate Mars. Teniendo en cuenta que EE.UU se ha convertido en un imán para las industrias del sector energético, como los fabricantes de productos químicos, Cameron ha hablado de “recuperar” – puestos de trabajo del exterior – si Gran Bretaña entra al juego de la explotación del esquisto. El déficit generado por enormes pagos por la energía importada desaparecería y el uso de carbón blanqueado con dióxido de carbono se desplomaría, junto con las facturas de energía de los británicos. Los europeos pagan generalmente tres veces más por el gas que los norteamericanos y canadienses. Y si Gran Bretaña perforara pueden apostar que Francia y Alemania no se quedarían atrás. Esos dos países no tolerarían darle una enorme ventaja en materia energética a Gran Bretaña. 
 
La ola de perforaciones en Europa podría revivir la economía europea como lo hizo en EE.UU. Y permitiría a Europa decirle al presidente ruso Vladimir Putin que se vaya de paseo. En la década pasada, Rusia ha cortado el suministro a Ucrania en tres oportunidades, la última vez a mediados de junio. En 2009, la disputa por el contrato de gas entre los dos países generó que el gas escaseara en 18 países de la Unión Europea a fines del invierno.

Es una total fantasía. Nunca habrá una “revolución” del esquisto como la de EE.UU en Gran Bretaña ni en ningún otro lugar de Europa. Pese a lo mucho que se ha hablado acerca de las reservas de gas bajo los pies de británicos, franceses y alemanes, no hay ni un solo pozo comercial funcionando en esos países (Italia está evidentemente libre de esquisto, aunque tiene gran cantidad de petróleo extraíble en el sur del país) 
 
¿Cómo puede ser esto posible?, considerando la magnitud de los recursos de esquisto y el alto precio de la energía en Europa uno pensaría que los británicos perforarían el piso del Palacio de Buckingham si supieran que hay gas debajo. 
 
La geología no explica la revolución perdida. Los culpables son la legislación, la densidad de población y un movimiento ambiental relativamente fuerte. 
 
La legislación es la causa principal. En EE.UU, el propietario de un terreno es el titular del derecho sobre los minerales hasta el centro de la tierra. La bonanza del esquisto en el centro oeste de EE.UU y en Texas han convertido a miles de granjeros en millonarios o 'shaleonarios' de la noche a la mañana. Los dueños de la tierra perciben una suma por alquilarle la tierra a los perforadores o reciben regalías por la producción o ambos. Es preferible a levantarse a las 5 de la mañana a ordeñar vacas. 
 
En Gran Bretaña y en la mayor parte de Europa, tales derechos sobre el subsuelo no existen. En Gran Bretaña quienes pretenden perforar, como Cuadrilla, planean comprar favores pagando sumas de dinero a los concejos municipales pero eso no es lo mismo que pagarles a los propietarios del suelo. El requisito mínimo para conseguir un boom del esquisto al estilo norteamericano es modificar la legislación para permitir que sean los propietarios los que reciban dinero. 
 
Las concentraciones de habitantes le complican la vida a los perforadores. La densidad de población en Europa es cinco o diez veces superior a la de EE.UU.

No va a suceder entonces nada de lo siguiente, no se van a instalar plataformas de perforación en una población o en sus cercanías, ni tuberías, ni las carreteras se van a inundar de camiones para transportar equipos y a robustos hombres tatuados.

Finalmente, las leyes ambientales son más severas en Europa que en EE.UU. En Francia, la fractura hidráulica – el uso de sustancias químicas y agua a alta presión para fracturar la roca de esquisto y liberar el gas– está prohibida. Lo mismo sucede en Bulgaria. El temor de contaminar las fuentes de agua y unas cuantas historias terroríficas de lo que sucedió en EE.UU apoyan la opinión de que la fractura hidráulica genera consecuencias negativas para el medioambiente.

Los intentos de perforar en busca de combustibles no convencionales en Europa han sido infructuosos. En Polonia que se suponía que iba a convertirse en el primer gran mercado del esquisto en Europa no dió resultado. Algunos gigantes del sector energético, como Exxon Mobil Corp y la italiana Eni SpA, se han ido de Polonia porque la geología y la legislación son incompatibles con la bonanza de las perforaciones. 
 
EE.UU y Canadá van a celebrar que la revolución europea del esquisto esté en suspenso. Las exportaciones de gas, en la forma de gas natural licuado (LNG), hacia Europa son inevitables. Lo que Europa necesita es una política energética, puesto que no la tiene.
Existe una mezcla de programas nacionales que van desde la promesa de Alemania de abandonar la energía nuclear (¿y reemplazarla con qué?) a la búsqueda de energías renovables que requieren subsidios imposibles de pagar para los gobiernos. 
 
El esquisto está siendo presentado en algunos países, especialmente en Gran Bretaña, como la panacea. Pero que exista en el suelo no significa que pueda ser extraído y comercializado. 

publicado por The Globe and Mail el 4 de julio de 2014