viernes, 6 de junio de 2014

Un veredicto contra el fracking en Texas pone a la industria sobre aviso con respecto a las emisiones de gases tóxicos



El veredicto de casi 3 millones de dólares contra una compañía de petróleo y gas de Texas destaca deficiencias reguladoras y riesgos para la salud relacionados con el fracking.

 Entre febrero de 2010 y julio de 2011, Lisa y Bob Parr presentaron 13 demandas por contaminación atmosférica procedente de las operaciones de gas y petróleo que se llevaban a cabo cerca de su rancho en el condado de Wise, Texas. A veces, incluso tenían problemas para respirar, según declararon a la Texas Commission on Environmental Quality, TCEQ (Comisión de Calidad Ambiental de Texas). También experimentaron náuseas, sangrado nasal, zumbido en los oídos y erupciones cutáneas.

Un investigador de la TCEQ filmó estas densas plumas de emisión con una cámara de infrarojos en la instalación de Aruba. 30 segundos después reportó sentir efectos físicos como mareos o irritación de garganta.


Otras familias también se alarmaron. Entre 2008 y 2011, la TCEQ recibió 77 denuncias del condado de Wise, en el área de perforación de Barnett Shale, en el norte de Texas. Según el informe de la TCEQ, en una de ellas se declaraba que el olor era tan fuerte que el demandante "no podía salir a la calle".

Frustrados y enfadados, la familia Parr decidió demandar. Su abogado les advirtió que las demandas contra la industria del petróleo y gas rara vez, por no decir nunca, habían logrado tener éxito. Pero los Parr persistieron y el mes pasado ganaron lo que parece ser el primer litigio exitoso en Estados Unidos, alegando que las emisiones de gases tóxicos provenientes de la producción de petróleo y gas hicieron enfermar a las personas que vivían cerca. Un jurado del condado de Dallas determinó que Aruba Petroleum, una compañía privada con sede en Plano, Texas, "creó de manera intencionada una molestia privada" que afectó a la salud de la familia e indemnizó a esta con casi 3 millones de dólares por daños y perjuicios.

"Cuando no se tiene un sistema de regulación fuerte, un sistema para evitar lo que pasó con esta familia, el único lugar para acudir en busca de ayuda son los tribunales", declaró Robert Percival, director del Programa de Derecho Ambiental de la Universidad de Maryland.

No existen garantías de que el veredicto contra Aruba vaya a resistir una apelación o vaya a iniciar cambios normativos en Texas o en cualquiera de los otros estados en los que la gente clama que su salud está en peligro por la perforación de gas y petróleo. Las cuestiones son tan complejas, que la industria, el público y la clase política pueden estar analizando todas y cada una de ellas durante años.

Aruba ha pedido al juez Mark Greenberg, quien presidió el caso de los Parr, que revoque el veredicto del jurado. Se espera que Greenberg escuche alegatos sobre el veredicto en junio.

Según el abogado Tomas Ramírez, "este caso se examinará muy, muy de cerca, ya que ha sentado bases de una forma que nunca se ha hecho". Él representa a dos familias en pleitos similares en el el próspero Eagle Ford Shale del sur de Texas, donde las emisiones están haciendo sonar las mismas alarmas que han estado sonando en la altamente desarrollada región de Barnett Shale, la que los Parr consideran su hogar.

En su defensa, Aruba utilizó dos argumentos que la industria lleva usando desde hace mucho tiempo: que las emisiones podrían provenir de uno de los pozos de sus competidores, y que sus operaciones cumplen con las normas medioambientales del estado de Texas.


Para Thomas McGarity, profesor de la facultad de Derecho de la Universidad de Texas, especializado en derecho ambiental y administrativo, el hecho de que dichos argumentos fallaran en este caso, “hace que todas las empresas estén expuestas a más litigios como este".

"La pérdida del caso no ha sido buena para la industria. Mi hipótesis es que la industria va a unirse en torno a este caso, querrá impedir que se destape nada más sobre el asunto... Aquí es donde van a tomar posiciones".

Aruba Petroleum ha declinado solicitudes de entrevistas pero ha emitido un comunicado a través de una empresa de relaciones públicas: "Sostenemos que los demandantes no fueron perjudicados por la presencia de nuestras operaciones de perforación, ni el valor de su propiedad fue disminuido debido a nuestra explotación de gas natural".

En una moción para anular el veredicto, los abogados de la empresa argumentaron que "no hay evidencia de que Aruba esté involucrada en una conducta destinada a hacer daño... las operaciones de Aruba cumplen con las mejores prácticas de la industria, así como con los estándares para un operador de petróleo y gas razonable y prudente".

La compañía asegura que más de 100 pozos han sido perforados a dos millas del rancho de los Parr y sólo 22 de ellos son de su propiedad. En su página web, puede leerse que es la quinta empresa más grande de las 117 que operan en el condado de Wise.

El abogado de los Parr, Brad Gilde, afirmó que los documentos de la TCEQ muestran que Aruba infringió repetidamente las regulaciones estatales y en algunos casos fue multada por ello.

No hubo pruebas suficientes para que un jurado constatara que "Aruba o bien (1) supo de una invasión [de emisiones] resultado de sus acciones, o (2) era consciente de la probabilidad de que una invasión fuera el resultado de sus acciones", tal y como explicó Gilde en respuesta a la moción de Aruba para revocar el veredicto.

William Anaya, un abogado de Chicago que a menudo representa a la industria del petróleo y gas, alegó que la victoria de los Parr constituye una anomalía y que no supone un precedente a la hora de que la industria sea considerada responsable de las emisiones peligrosas. La explotación de petróleo y gas es segura y está muy regulada, por lo que los casos contra la industria rara vez llegan a los tribunales, y muchos menos llegan a tener éxito."Dudo de todo el asunto".

Por su parte, los Parr están intentando vender su rancho de 40 acres, el cual perdió 275.000 dólares de su valor debido a las instalaciones de Aruba, tal y como concluyó el jurado. Ha estado en el mercado desde hace dos años, pero hasta ahora no han recibido ninguna oferta. Sus vecinos, Christine y Tim Ruggiero, también demandaron a Aruba, pero accedieron a un acuerdo extrajudicial. Dicho acuerdo les prohibió hablar públicamente sobre su caso, por lo que se negaron a ser entrevistados para este artículo.

Lisa Parr asegura que la gente le para constantemente en el supermercado, en la gasolinera y en la escuela de su hija para felicitarla y darle las gracias. Incluso recibe llamadas de extraños que empiezan diciendo "Usted no me conoce, pero..."

"Quieren decirme cuanto se alegran por nosotros. Nos agradecen que hayamos peleado... Es como si ellos lo sintieran también, como si nuestra victoria fuese la suya".

Que el caso fuese ganado en Texas hace que la victoria de los Parr sea especialmente inusual. Una reciente investigación realizada por el Center for Public Integrity (Centro para la Integración Pública), InsideClimate News y The Weather Channel, publicó que los políticos de Texas a menudo trabajan mano a mano con la industria, las regulaciones son laxas y poco se sabe acerca de los riesgos procedentes de la sopa tóxica que suponen las emisiones de la industria.

Miles de instalaciones de petróleo y gas, incluyendo al menos una instalación de Aruba cercana al hogar de los Parr, adoptan un procedimiento de auto-auditoría de sus emisiones sin reportarlas al estado. La TCEQ, que regula la mayoría de las emisiones a la atmósfera, ni siquiera sabe que algunas de estas instalaciones existen.

Durante una breve entrevista a principios de este mes en la TCEQ Environmental Trade Fair and Conference (Feria y Congreso Medioambiental de la TCEQ) en Austin, el presidente de la TCEQ Bryan Shaw dijo que la agencia no tiene previsto tomar ninguna medida en concreto como resultado de la demanda. En lugar de ello, continuará haciendo cumplir las regulaciones existentes.

La actitud de la agencia no sorprende al ex-comisionado de la TCEQ Larry Soward, cuyo polémico mandato de seis años terminó en 2009:

"La TCEQ cree tan firmemente en que las emisiones de gas y petróleo tienen poco o ningún efecto sobre la calidad del aire y la salud humana, que simplemente van a ignorar este caso. Son muy pro-industria y no van a cambiar su posición debido al fallo de algún jurado".

'Plástico quemado'

La historia de los Parr se inició en 2008, después de que Bob Parr se casara con Lisa y trajera a ella y a su hija Emma a vivir en su rancho cerca de Decatur, al noroeste de Dallas. Parr compró el terreno en 2001 y construyó una casa de 2.500 pies cuadrados en un valle que, esperaba, le protegiera de los tornados que suelen dejar numerosos destrozos por las llanuras. Cerca había un par de pozos petrolíferos viejos, pero poco más excepto ondulantes praderas y cielos claros que se extendían de horizonte a horizonte.

Al igual que muchas personas en Texas y otras partes de los Estados Unidos, Parr no es propietario de los derechos mineros en su terreno. Cuando compró el rancho, eso no parecía ser un problema. El auge de las perforaciones en Barnett Shale aún no había comenzado. No tenía ni idea de que su nueva casa estaba asentada encima de una de las reservas de gas y petróleo más grandes del país.

Para cuando Lisa y Emma se trasladaron al rancho, los pozos de gas habían empezado a rodear la propiedad. Poco menos de un año más tarde, Lisa Parr comenzó a toser, a respirar con dificultad y a notar un olor químico "como a plástico quemado". Entonces, empezó a tomar nota de las fechas y detalles de sus dolencias en un diario.

Presentó su primera denuncia ante la TCEQ el 20 de febrero de 2010.

La agencia asignó al caso de reclamación el número 13879. Este resume sucintamente las quejas de Lisa Parr:

"El demandante alegó que los olores procedentes de una instalación de gas natural estaban creando molestias", de acuerdo con un resumen de la demanda en la web de la TCEQ.

El asunto fue investigado el mismo día y se cerró con una nota igual de concisa: "No se encontraron infracciones".

El inspector observó 'densos penachos' de emisiones

Los Parr no lo sabían en ese momento, pero sus vecinos en Star Shell Road, los Ruggiero, también se habían quejado de Aruba.

En dos ocasiones la TCEQ envió inspectores a dos instalaciones de Aruba cercanas a los Ruggiero y a los Parr, debido a las demandas por malos olores que recibió durante un lapso de 11 días en enero y febrero de 2010. La TCEQ concluyó que Aruba no había logrado impedir la expulsión de compuestos orgánicos volátiles (COV) sobre propiedades vecinas. Muchos compuestos orgánicos volátiles (incluyendo el benceno, el tolueno, el etilbenceno y el xileno) se sabe que causan las dolencias sobre las que los Parr habían protestado .

La TCEQ multó a Aruba con 32.500 dólares.

En julio, los Parr acusaron a una tercera instalación de Aruba: los malos olores procedentes de una boca de pozo les causaron "mareos y quemazón en la nariz", según la denuncia. Los Parr también estaban preocupados porque tres de sus pollos habían muerto misteriosamente.

Un investigador de la TCEQ llegó cerca de 2 horas y media más tarde y recogió muestras de aire, de acuerdo con un informe de la agencia. Con el uso de una cámara de infrarrojos identificó "densos penachos" de emisiones que flotaban desde la instalación de Aruba y hacia la casa de los Parr, a 280 metros de distancia.

El investigador se acercó al penacho para obtener una muestra en un frasco. Treinta segundos más tarde, "sintió los efectos físicos de mareos y dolor de garganta", por lo que salió de inmediato.


La TCEQ utiliza un sistema de calificación de tres puntos (mayor, moderado y menor) para clasificar el daño causado por un escape. La agencia calificó el escape de Aruba como "moderado", pero decidió que el incidente justificaba una respuesta más contundente.

"Debido a la gravedad de las presuntas violaciones y el efecto disuasorio de una orden de la corte del distrito", el caso fue remitido a la oficina del fiscal general de Texas, tal y como la TCEQ manifestó en una carta enviada a Christine Ruggiero.

Aruba pagó 108.000 dólares para resolver el caso, la tercera sanción más alta de entre 99 casos que la oficina del fiscal general procesó en nombre de la TCEQ ese mismo año.

La evidencia clave para el caso del fiscal general incluyó un análisis de las muestras de aire que el investigador de la TCEQ había tomado. Estas mostraron concentraciones de cinco COV suficientemente altas como para causar efectos en la salud a corto plazo, y 20 compuestos en cantidades suficientemente altas como para causar efectos en la salud a largo plazo, de acuerdo con la denuncia del fiscal general.

El informe de la TCEQ sobre el incidente reveló algo más: Aruba había estado operando en la instalación sin permiso de la TCEQ para producir emisiones a la atmósfera.

'Nuestra vida se convirtió en una pesadilla'

En abril de 2011, la TCEQ descubrió que una instalación de Aruba situada a menos de una milla del rancho de los Parr, había arrojado 5.383 libras de COV al aire durante un período de 5 horas y media, según los registros de la TCEQ. Las emisiones representaron más del 10 por ciento de la cantidad total de COV que la instalación tenía autorizado emitir en un año entero.

Una válvula rota fue la causa del accidente. La TCEQ multó a la compañía con cerca de 3.000 dólares por no operar su equipo de forma adecuada y por no reportar el incidente en las 24 horas siguientes, tal y como requiere la normativa. En ese momento, la TCEQ consideró que Aruba cumplía con un "rendimiento promedio".

Mientras tanto, los síntomas de Lisa Parr iban empeorando. Acudió a seis médicos, que quedaron desconcertados por sus afecciones. Presentaba verdugones supurantes en el cuero cabelludo y bultos del tamaño de nueces en el cuello. Bob Parr y Emma sufrían de hemorragias nasales e irritación de garganta.

"Nuestra vida se convirtió en una pesadilla", declaró Lisa Parr en una entrevista. "Hemos estado gravemente enfermos, asustados y no sabíamos qué hacer".

Los Ruggiero continuaron quejándose. Pero su situación era diferente. Habían permitido a regañadientes que Aruba entrara en su terreno después de enterarse de que el dueño original de la propiedad había conservado la superficie y los derechos mineros. Pero se sorprendieron cuando la empresa construyó una plataforma de perforación de la longitud de un campo de fútbol a cierta distancia de su ventana frontal.

Christine Ruggiero escribió a la TCEQ en agosto de 2010: "Basándonos en sus acciones, Aruba Petroleum parece no preocuparse en absoluto por el medio ambiente o la salud. Optaron por emplazar sus actividades a cierta distancia de nuestros hijos, pero se niegan a tomar medidas proactivas para protegerlos".

A medida que el conflicto se profundizaba entre los Ruggiero y Aruba, Christine comenzó a llevar un registro de emisiones y vertidos en y cerca de su propiedad. Compartió sus anotaciones con Lisa Parr, que quedo pasmada cuando comparó las fechas de sus crisis de salud con los hechos que Christine había documentado. Muchas de las fechas coincidían.

En octubre de 2010, los Ruggiero demandaron a Aruba, protestando por los gases tóxicos que emanaban de un pozo de gas natural que la compañía había perforado cerca de su casa. Aruba negó las acusaciones, alegando que había pagado a la familia 30.000 dólares para perforar dos pozos en sus tierras y que había sido un operador "razonable y prudente".

Lisa Parr por su parte, comentó a uno de sus médicos lo que había descubierto en el diario de Christine Ruggiero. Este la envió a un especialista en enfermedades provocadas por factores ambientales, como la contaminación del aire y del agua. Las pruebas revelaron que los productos químicos en su sangre coincidían con los productos químicos que se encontraron en las muestras de aire que el investigador de la TCEQ había tomado cuando respondió a la denuncia de julio.

En marzo de 2011, los Parr presentaron una demanda contra Aruba y otras 10 compañías, argumentando que la familia estaba "bajo la constante, perpetua, e ineludible invasión de vertidos, emisiones y evacuaciones de gases peligrosos y productos/desechos químicos e industriales de los demandados nocivos para la salud". Pidieron hasta 66 millones de dólares por daños y perjuicios.

En noviembre, los Ruggiero cerraron su caso con Aruba. Vendieron su propiedad de 10 acres, que había sido devaluada de 257.330 a 75.240 dólares, y se trasladaron con su hija de 10 años a Pilot Point, Texas, a unas 45 millas de distancia.

"Abandonar “la tierra del gas” no es ganar, es simplemente poner fin a la derrota". Estas son palabras escritas por Tim Ruggiero en un blog de Earthworks, una organización ambientalista que se opone al fracking o fracturación hidráulica, el proceso que ha hecho rentable explotar depósitos de esquisto profundamente enterrados, como los de Barnett y Eagle Ford.

Una victoria por la mínima

El juicio por la demanda de los Parr comenzó el 7 de abril y duró dos semanas. Ambas partes llamaron a testigos expertos, quienes ofrecieron opiniones contradictorias sobre los efectos de las emisiones de gas y petróleo. Según los científicos entrevistados por InsideClimate News y el Centro para la Integridad Pública, la vigilancia de la calidad del aire en Texas, y en toda la nación, es tan deficiente que los científicos no acaban de entender cómo las emisiones de la industria afectan a la salud pública.

Uno de los expertos en los que se apoyaron los Parr fue Paul Rosenfeld, un químico medioambiental afincado en California. Este declaró que los pozos de Aruba contenían COV capaces de causar dolores de cabeza, hemorragias nasales, erupciones cutáneas, mareos... los mismos síntomas de los que hablaban los Parr.

Un testigo experto de Aruba contraatacó replicando que las cantidades de compuestos orgánicos volátiles en la propiedad de los Parr eran tan pequeñas que no podrían haber afectado a la salud de la familia, de acuerdo con la moción de la compañía para revocar el veredicto.

Las deliberaciones duraron dos días. Llegó un momento en el que los miembros del jurado se encontraron en un punto muerto y comunicaron al juez que no sería posible emitir un veredicto, según cuenta David Davis, el presidente del jurado. El juez les ordenó seguir intentándolo.

En una entrevista con InsideClimate News, Davis habló de un par de factores que inclinaron la balanza a favor de los Parr.

Las pruebas médicas, incluyendo el análisis de sangre de Lisa Parr, reforzaron el caso de la familia. Mientras que la evidencia por sí sola no hubiera ganado el caso, las pruebas dieron al jurado "algo para evaluar que era una prueba documentada de lo que los demandantes estaban reclamando".

Además, el testimonio de los dirigentes de Aruba, quienes declararon que tenían pocos planes o políticas formales escritas para abordar este tipo de emisiones pesó contra la compañía.

"La percepción que había es que, si te dedicas a esta actividad, deberían existir unas directrices escritas que proporcionaran consistencia y aseguraran que se siguen las reglas y que se está operando dentro de los límites de las regulaciones estatales".

Al final, afirma Davis, los jurados aplicaron la ley escrita según lo establecido en las instrucciones del juez. La reacción habría sido la misma si alguien protestara porque el humo de un restaurante le causa molestias.

"Fue cuestión de si A, B y C cumplieron con la definición de molestia. No creo que nadie se diera cuenta de que esto era un caso de importancia, más allá de lo que significaba para los demandantes y demandados... Nadie defendía la industria o respaldaba una causa ambiental. Simplemente fue ¿Causó el acusado el daño alegado por el demandante?"

Después se añadieron las pruebas y el testimonio, un proceso que Davis comparó a colocar granos de arena en una escala hasta que la balanza se inclinó: los Parr habían demostrado la verdad de su caso.

El 22 de abril, el jurado emitió un veredicto de 5-1 a favor de la familia Parr. En vez de conseguir los 66 millones de dólares que habían pedido, consiguieron 3 millones. Aún así, fue toda una victoria.

Gilde, su abogado, espera que el veredicto se propague a lo largo de Texas y en todo el país. Otras familias que quieren combatir la contaminación del aire provocada por la industria ya se han puesto en contacto con él.

"Las cuestiones dentro de este caso son importantes. Esto significa que las consecuencias de las emisiones tóxicas no pueden ser despachadas sumariamente. Ahora la industria tendrá que ser más responsable".

¿Una llamada de atención para el cambio normativo?

Además de vencer a Aruba, los Parr también resaltaron las deficiencias en el sistema de regulación de Texas.

Puede que no siente bien en un estado tan ligado a una industria que ha inyectado 7 mil millones de dólares en impuestos a las arcas del estado en los últimos dos años.

"Texas tiene una larga reputación de ser extremadamente favorable a los negocios", expuso Percival con el Programa de Derecho Ambiental de la Universidad de Maryland. "El mensaje que nos llega de todas partes del estado, incluyendo las agencias reguladoras, es el de avanzar a toda velocidad sin ser sensibles a las preocupaciones de la opinión pública".

A Ilan Levin, un abogado de Austin que participa en el Proyecto de Integridad Ambiental, una organización de investigación y promoción, le preocupa que en lugar de ser una llamada de atención para el cambio normativo, el caso de los Parr sea una excusa para que autoridades y legisladores encuentren maneras de impedir que los ciudadanos ganen demandas similares.

Desde el año 2000, la industria ha invertido casi 58 millones dólares en las arcas de campaña de los candidatos estatales en Texas, de acuerdo con un análisis de datos del National Institute on Money in State Politics (Instituto Nacional sobre el dinero en la política estatal).

"Lo que tenemos es un sistema que está fuertemente inclinado a favor de los que pueden participar en el juego del dinero", manifestó Meredith McGehee, directora de políticas del Campaign Legal Center, una organización no lucrativa con sede en Washington D.C. que rastrea el dinero en la política y supervisa la ética gubernamental .

"Las compañías petroleras ven las contribuciones como una buena inversión de negocios. Están haciendo una inversión con la expectativa de poder acceder a ese dinero cuando lo necesiten".

Los legisladores de Texas han escuchado a la industria en el pasado.

En enero de 2011, con la calidad del aire empeorando y el gobierno federal comenzando a darse cuenta, la TCEQ adoptó normas para reducir las emisiones en Barnett Shale.

Unos meses más tarde, sin embargo, la legislatura aprobó por abrumadora mayoría un proyecto de ley que impidió eficazmente que esos reglamentos se aplicaran en todo el estado. Más tarde, se debilitó la normativa de nuevo, reduciendo la ley para incluir solo 15 de los 24 condados de la región de Barnett.

Ramírez, el abogado que representa a dos familias en Eagle Ford Shale, está estudiando el caso de los Parr para encontrar estrategias que puedan dar a sus clientes una ventaja extra. Está seguro de que los abogados de la industria están haciendo lo mismo, para encontrar maneras de derrotar a las demandas futuras.

"Cada caso tiene su propio conjunto de hechos que son objeto de un intenso examen durante un juicio. Aunque un caso pueda parecer igual a otro, hay tantas diferencias sutiles y distintivas, que uno nunca puede estar seguro de cómo va a desarrollarse".

Traducción del artículo "Texas fracking verdict puts industry on notice about toxic air emissions" publicado el 28 de mayo en Public Integrity